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Cuando uno camina entre los cada vez más sofisticados pubs y los ostentosos nuevos apartamentos de Balham Hill, en el sur de Londres, la capital británica, una pequeña puerta negra suele pasar desapercibida.
Pero si la abres, te encontrarás con una polvorienta escalera en caracol.
Esos 178 peldaños son la única manera de acceder a los bajos fondos de la gran ciudad. El ascensor no funciona.
La tenue luz del teléfono móvil nos guía hasta unos 30 metros de profundidad bajo la línea Northern del sistema de metro de Londres.
Con un interruptor, se alumbra el lugar. Y, de repente, nos encontramos en un túnel de techo bajo.
El olor es calcáreo, como a humedad, y se siente un aire frío. Se escuchan los trenes pasar sobre nuestras cabezas.
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(Foto: Emma Lynch/ BBC Mundo)
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(Foto: Emma Lynch/ BBC Mundo)
Este espacio subterráneo en Clapham South fue construido originalmente como parte de una nueva vía que pretendía unir el norte con el sur.
“Fue el Crossrail (sistema que une Londres con el sureste) de antaño”, dice Nigel Holness, el director de operaciones del Metro de Londres.
“Pero nuestros antepasados no tuvieron la previsión o la financiación suficiente para que se terminara el sistema de vías”.
Accedemos a otro túnel, donde pequeñas y rígidas literas se alinean contra la pared.
Los túneles se cavaron a mano durante la Segunda Guerra Mundial y fueron utilizados como refugio antiaéreo.
El refugio podía albergar hasta 8.000 personas.
Sus instalaciones incluían baños, una enfermería y un comedor, donde se servían sándwiches de mermelada.
Sin embargo, nunca fue utilizado a su máxima capacidad.
“Al gobierno le preocupaba que se formara una sociedad troglodita si la gente se acostumbraba a vivir bajo tierra,” dice Felipe Aish, del Metro de Londres.
“Buscar refugio en agujeros como cobardes no parecía adecuado en los tiempos del Blitz”, los bombardeos llevados a cabo por la Alemania nazi en el Reino Unido, entre el 7 de septiembre de 1940 y el 10 de mayo de 1941.
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(Foto: Emma Lynch/ BBC Mundo)
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(Foto: Emma Lynch/ BBC Mundo)
En 1948, cuando el barco Empire Windrush, construido por Alemania pero adquirido por Reino Unido como botín de guerra al final de la Segunda Guerra Mundial, llegó al país con más de 400 pasajeros jamaicanos a bordo, se volvió a dar uso a los túneles.
Cuando llegaron a Tilbury, en la costa sur de Inglaterra, los metieron en autobuses con dirección a la capital.
Y pasaron seis meses en el refugio subterráneo hasta que hallaron un mejor alojamiento para ellos.
“Una de las razones de que exista una comunidad afrocaribeña tan grande en la zona es porque en las inmediaciones de Brixton (sur de Londres) había trabajo. Así que muchos terminaron allí”, cuenta Aish.
Ahora el refugio está a la venta y el Metro de Londres está “abierto a ideas innovadoras” sobre cómo darle un nuevo uso, explica Holness.
Otros siete espacios similares han sido alquilados como almacén.
Y uno de ellos es hoy una granja subterránea que cuenta con el apoyo del famoso chef Michel Roux Jr.
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(Foto: Emma Lynch/ BBC Mundo)
Continuamos nuestro viaje subterráneo bajando por una estrecha escalera en penumbra, que conduce a una plataforma vacía del centro de Londres.
Está sólo a unos 20 escalones bajo la superficie. Y luego un pequeño escalón más desde la plataforma a la vía.
Esto no suena a lo que se podría esperar de un tour por el lugar donde va a comenzar una de las construcciones más grandes de Europa, el proyecto Crossrail.
Pero el túnel en desuso de Kingsway juega un papel fundamental.
El túnel sirvió en su momento para ir de las estaciones de Holborn a la del puente de Waterloo. Pero en los últimos 60 años apenas ha servido como escenario para el rodaje de películas.
Despegándose de las paredes todavía se pueden ver las imitaciones de la señal del metro de una ficticia estación Union Street.
Pero ahora el túnel es de enorme valor. Desde ahí, los ingenieros refuerzan los cimientos de los edificios de la zona para evitar que se vean afectados por las tuneladoras.
“Londres tiene mucho movimiento, de día y de noche, y tener estos espacios es muy importante”, comenta el manager Pawel Czajkowsk.
“Sin ellos, el Crossrail hubiera sido imposible de construir”.
Más de 10.000 empleados, 40 sitios de construcción para 42 kilómetros de túneles que se están abriendo bajo las calles de Londres son algunos de los números que reflejan la enormidad del proyecto.
En la plaza Finsbury, en la City de Londres, se está haciendo la nueva estación Liverpool Street. Ahí se puede tener una imagen de la escala.
Desde 2018, hasta 24 trenes a la hora pasarán por la estación para unir los extremos este y oeste de la capital, desde Canary Wharf al aerpouerto de Heathrow.
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(Foto: Emma Lynch/ BBC Mundo)
Excavadoras gigantes trabajan mientras el hormigón es mezclado en el lugar y se usa una técnica conocida como revestimiento pulverizado de hormigón para sellar los muros del túnel.
El manager del lugar, John Rodgers, describe la complejidad del proyecto hasta ahora por la complejidad de la red de túneles que ya existían.
“Hay 60 centímetros entre nosotros y la línea Hammersmith and City. Estamos debajo del túnel de la oficina postal. Son menos de 30 centímetros entre donde estamos y eso”, señala.
“Luego está la segunda alcantarilla más grande de Londres, la de Goswell. Tenemos que ir por debajo”.
Pero a pesar del número de túneles que ya existen bajo los pies de los londinenses, los urbanistas están mostrando pocas señales de ceder en sus ambiciones.
Con los 25 kilómetros de la “súper alcantarilla” Thames Tideway prevista para principios de 2016 y un Crossrail 2 en el mapa, el subsuelo de la capital británica parece que va a seguir complicándose en las próximas décadas.