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Buenos Aires (GDA/ La Nación)
Una mucama abre la puerta de La Casa, hostal de medio camino. En la primera sala, una nube de humo vuelve todo azulado. Cuatro “huéspedes”, como los llaman en este particular hostal de Palermo, fuman sentados en un sofá frente a un televisor.
Hay ceniceros cargados de colillas en la mesa ratona, algún vaso con agua y, más allá, una mujer pedalea en una bicicleta fija. Demasiado extrañados, no atinan a saludar a las visitas.
En el living comedor, otro televisor encendido; en frente está Guillermina, que juega al dominó sin prestar atención al último policial de TN. En el patio se alcanza a ver a Ramón, que se prepara para lijar unas puertas.
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Las psiquiatras Patricia Dotta y Virginia Martínez son las directoras de esta institución que forma parte de las llamadas “casas de medio camino”. Se trata de un espacio privado que se abrió hace casi siete años para pacientes psiquiátricos que no necesitan una internación aguda, pero que tampoco están en condiciones de volver a sus casas a vivir solos.
Para ellas, que desde hacía años trabajaban en neuropsiquiátricos, estos espacios en donde las personas tienen la libertad de salir y valerse por sí mismas eran una necesidad. Por el sistema de “manicomialización” histórico de la Argentina, la mayoría de los pacientes psiquiátricos pasa 30, 40 o 50 años internada en un hospital que los aísla por su patología, que se vuelve crónica y que, en general, no les permite reinsertarse socialmente.
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