Río de Janeiro. En las favelas del Complejo de Alemao, el “despertador son los tiros”. La violencia se ha apoderado de esta empobrecida barriada brasileña donde decenas de personas salieron este domingo a las calles para exigir justicia por la muerte de la pequeña Ágatha Félix, de tan solo ocho años.
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La niña regresaba a su casa la noche del viernes cuando recibió un disparo de fusil en la espalda durante una operación policial. Su cuerpo sin vida fue enterrado hoy por familiares, vecinos y amigos que clamaron por el fin de los asesinatos en las regiones marginales de Río de Janeiro.
“Este es el arma con la que ella jugaba: el lápiz y el cuaderno”, exclamó indignado su abuelo, Ailton Félix, mientras sujetaba en sus manos la muñeca con la Ágatha solía divertirse.
La indignación y la conmoción se apoderaron de esta favela donde vivía la pequeña, una niña de notas 10, que hablaba inglés y practicaba ballet, como recordó su abuelo, encolerizado por la pérdida de su nieta.
Con globos amarillos en señal de paz, más de un centenar de personas protestaron a las puertas del Complejo de Alemao, en la zona norte de Río, para suplicar el fin de la violencia que azota la favela y a sus vecinos: “Paren de matarnos”, rezaba un cartel blanco con letras rojas escritas a mano.
Vecina de la favela, Marilene dos Santos, de 56 años, se unió a la protesta para expresar su rabia ante los constantes tiroteos que diariamente despiertan a los vecinos del Complejo do Alemao.
“Están matando a nuestros niños, tengo un nieto de diez años, soy su tutora, yo le crío, y no quiero imaginar si eso le sucede a mi nieto, voy a la tumba con él”, lamentó Dos Santos en declaraciones recogidas por los periodistas.
“La sensación es de odio, de rencor en el corazón”, dijo la mujer sobre la presencia de la policía en la comunidad.
El conductor de la furgoneta en la que viajaba Ágatha, quien acudió al entierro, desmintió este domingo la versión de la policía y señaló que, cuando la pequeña fue herida por la bala, no había ninguna balacera en la región.
La “policía dijo que había un tiroteo por todos lados, pero es mentira. Mentira”, señaló el conductor, quien, como otros testigos, asegura que los tiros partieron de un agente.
Entre las lágrimas, se repetían los gritos de indignación contra la policía y contra el gobernador de Río de Janeiro, Wilson Witzel, quien defiende que los uniformados no sean sancionados por las muertes que provocan.
Witzel, juez de carrera y antiguo infante de la Marina, está a favor del uso de francotiradores y llegó a conmemorar el mes pasado la muerte de un hombre que secuestró un autobús. Nada más aterrizar sobre la autopista donde habían ocurrido los hechos, el gobernador dio un salto y levantó el puño en señal de victoria, un gestó que fue duramente criticado por las organizaciones de derechos humanos.
Según datos del Instituto de Seguridad Pública de Río de Janeiro, entre enero y julio de este año, coincidiendo con la llegada a Witzel al poder, 1,075 personas murieron en operaciones policiales en esta ciudad brasileña, un número en un 20% superior al del mismo período del año pasado.
Las escenas de violencia se repiten desde hace años en Río de Janeiro, donde el enfrentamiento entre grupos delictivos por el control del tráfico de drogas y la “guerra” librada contra la policía dejan año tras año miles de víctimas inocentes.
Una de ellas fue Evaldo Rosa, un músico brasileño que falleció este año después de recibir 257 tiros de fusil durante operación del Ejército, o el joven Dyogo, de 16 años, quien murió con un tiro en la espalda cuando iba a jugar a fútbol y fue socorrido por su abuelo.
Fuente: EFE