(EFE). Un material primitivo como el barro da forma a las vasijas, cuencos y ánforas que las alfareras de la ciudad paraguaya de Itá modelan como una tradición transmitida a través de generaciones de mujeres desde el siglo XVI, y que ahora buscan reivindicar como un arte y evitar su desaparición.
Es el caso de la artista Julia Isídrez (1967), quien este martes contó a Efe que aprendió el oficio de alfarera viendo trabajar en casa a su abuela y su madre, ya que “las mujeres se dedicaban más al barro, porque los varones estaban más ocupados con el trabajo en la chacra”.
Esta costumbre era común en Itá, una ciudad de unos 80.000 habitantes a unos 35 kilómetros de Asunción, donde desde los tiempos de las misiones fundadas por los franciscanos para evangelizar a los indígenas (siglo XVI), las mujeres aprendieron a fabricar cántaros de barro para guardar la miel de caña de azúcar que elaboraban en la zona.
Esta cultura llamó la atención de la poetisa española afincada en Paraguay Josefina Pla (1903-1999), quien a raíz de su relación con el ceramista paraguayo Julián de la Herrería se interesó por el mundo de la cerámica y las mujeres artistas de Itá, a quienes dedicó algunas de sus obras.
Isídrez, que ha recibido entre otros el galardón a la Mejor Artesana Tradicional otorgado por la Unesco, asegura, sin embargo, que la rica tradición de crear objetos a partir del trabajo de la tierra húmeda con las manos está en riesgo de desaparecer si este conocimiento ancestral no se sigue transmitiendo.
Por ello, está volcada desde hace meses en dictar talleres de alfarería y cerámica, tanto a estudiantes de primaria y secundaria, como a alumnos de la carrera de Diseño Industrial de la Universidad Nacional de Asunción.
Las obras creadas a lo largo de estos talleres integran una muestra inaugurada hoy en el Centro Cultural de España Juan de Salazar de Asunción, donde cántaros, cuencos, platos, vasijas y ánforas conviven con las figuras animales o humanas modeladas desde el barro por los alumnos.
En la exposición están presentes también algunas de las obras de Isídrez, como sus conocidas “cantarilla cambá”, unos cántaros redondeados en cerámica oscura, que a través de rostros, manos y pies adquieren la forma de mujeres.
“Agarro el barro y formo una pelota con las manos, y ahí ya tengo una idea de qué quiero representar. Trabajo con ideas locas que vienen de mi imaginación. Como vivo rodeada de bosques, veo muchos animales silvestres, así como gusanos, lombrices, hormigas... y en eso me inspiro para hacer mi obra”, explicó Isídrez.
Su proyecto educativo ha recibido el apoyo de ONU Mujeres, que considera la alfarería como “una forma de expresión y también una actividad lúdica” para los estudiantes, además de una alternativa económica para las mujeres, explicó a Efe Carolina Taborga, representante de ONU Mujeres en Paraguay.
“Durante muchos años la cultura del barro en Paraguay estuvo devaluada, lo que hace que las obras tengan precios irrisorios. Queremos reconocer su valor y crear un mercado donde la cerámica suponga una nueva fuente de ingresos para muchas mujeres rurales”, dijo Taborga.
ONU Mujeres aprovechó además los talleres de Isídrez con estudiantes para impartir charlas sobre prevención del embarazo adolescente, una temática “preocupante”, dado que se estima que el 30 % de los embarazos registrados en el departamento Central son de niñas y adolescentes, según Taborga.
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