“Explorador incansable del mundo y aventurero por naturaleza”, así se describe Nicolás Marino en un diálogo con el diario La Nación de Argentina desde la India. Tiene 38 años, es argentino, arquitecto y fotógrafo, y hace diez años que recorre el mundo en bicicleta. ¿Cómo es la vida de alguien que conoció más de sesenta países arriba de dos ruedas?Seguir a @Mundo_ECpe !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
Conocer el mundo y explorar culturas suele ser el sueño de muchos, pero para el ciudadano común eso se ve limitado por tiempos, trabajo, dinero y demás factores de la vida diaria. Y así era la vida de este aventurero. Si bien hace veinte años que se lanzó solo a conocer el mundo como mochilero, su experiencia arriba de la bicicleta comenzó en un viaje por Irán en 2006. Allí se encontró con un grupo de ciclistas que venían de Europa rumbo a China. Sus historias lo conmovieron y lo inspiraron y en el término de una semana se compró todo lo necesario para empezar a pedalear.
“El comienzo fue tan duro que durante el primer mes quería vender todo de vuelta, pero perseveré hasta empezar a darme cuenta de la recompensa de hacer esto y el viaje terminó volviéndose un viaje de ida”, confiesa Marino a La Nación. Desde Teherán llegó a China, su “segundo hogar”, donde por un tiempo trabajó como arquitecto y se desempeñó como fotógrafo.
Ese puntapié inicial parece no tener límite. Nicolás cuenta que “cuando tu viaje se vuelve tu vida y sientes tu vida como un viaje, no existe ni principio ni fin” y que “siempre” estuvo viajando y que va a continuar haciéndolo. Recorrer el mundo, hacerlo solo y montado en una bicicleta puede sonar irreal y sin dudas no es tarea fácil. Las condiciones climáticas y los caminos pueden convertirse en un enemigo para seguir adelante, sobre todo cuando los lugares que se visitan son de los más inhóspitos y abandonados del globo. “Estás expuesto, vulnerable. La gente local juega un papel crucial en esta experiencia, y ese es el motivo por el cual yo viajo: la experiencia humana”, reflexiona.
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“Ningún libro, universidad, mentor o maestro espiritual puede enseñarte lo que aprendes experimentando el mundo de este modo. ¿Qué es lo peor de andar en bicicleta? Lo peor es que al dejarla para retomar una vida más monótona y predecible, es muy difícil volver a sentir. En cierto punto es como vivir sanamente drogado”, cuenta el viajero que ya lleva más de 87.020 km recorridos.
¿Dónde dormir cuando tu único medio de transporte es una bicicleta? Marino dice que puede dormir en cualquier lado en el que se “pueda poner horizontal”. Acampa en la naturaleza, en la casa de la gente en las aldeas y pueblos donde lo invitan, en estaciones de policía, de servicio, escuelas, casas abandonadas, clínicas rurales, debajo de puentes o árboles, cementerios, iglesias, mezquitas, conventos, las opciones no tienen límites. El viajero confiesa que llegó a dormir hasta en una morgue de Savalou en Benín y recuerda: “¡Qué mejor lugar para dormir cuando sabés que tus compañeros de habitación no van a hacer ruido a la noche!”.
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Conocer y no parar de conocer puede resultar un camino muy difícil de afrontar también. No todo es paisajes lindos cuando “presenciar diariamente en vivo y en directo algunas de las causas y las consecuencias de cuán crueles, egoístas y faltos de humanidad podemos ser los seres humanos, es devastador”, añade Marino.
El fotógrafo y cazador de historias confiesa: “Suelo pasar muchas crisis internas y momentos de profunda reflexión tratando de conciliar las injusticias del mundo y no dejarme consumir por el odio y la negatividad que generan”. Y agrega: “Mi naturaleza optimista, sin ignorar lo que es evidente que está mal, me hace tratar de conectar con la dignidad humana que sobrevive a los espacios de sufrimiento, por más pequeños que sean. El 99% del tiempo no sólo la encuentro en todas las personas, sino que está muy viva, y eso me reconforta y me hace recuperar mi fe en la humanidad”.
El amor es una incógnita y un desafío: “Sueño con encontrar a esa compañera hermosa que siendo libre decida caminar conmigo. Quiero tener mi propia familia con ella, y sueño con mostrarles el mundo a través de la aventura humana también”, cuenta Marino.
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Sobre las fotos que plasman su vida y todo lo que lo rodea, el trotamundos revela: “Son una consecuencia de los vínculos que establezco con la gente que encuentro a lo largo de mi camino. Mi conexión e intercambio genuino con las personas es lo que me motiva más tarde a intentar capturar su esencia”.
Su deseo a futuro, si se cumpliera, sería “poder seguir eligiendo”. “Es un privilegio de elite que yo tengo, y por el que estoy agradecido cada día de mi vida. Espero poder seguir teniéndolo”, dice.
Para aquellos que quieren, pero aún no se atreven, el amante de la vida y de los viajes recomienda: “Sueñen mucho, y prioricen la curiosidad. Está bien vivir como adultos pero con la condición de obstinarse en soñar y disfrutar como niños. No tengan miedo a los miedos, porque una vida diferente de genuina plenitud es posible y espera a todos aquellos atrevidos que se rehúsan a creer que la vida debe ser lo que los demás intentan imponerles”.
Fuente: La Nación, GDA
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