Tras 60 años de conflicto, este año Colombia está experimentando una campaña presidencial en la que poco se habla de guerra y paz.
Según datos de Linterna Verde, un centro de estudios de internet, entre enero y abril de este año se habló de paz en redes sociales cuatro veces menos que en la última campaña presidencial, en 2018.
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Búho, una consultora, reporta que solo un 16% de las noticias electorales publicadas en medios de comunicación en los últimos 6 meses tuvieron en cuenta la paz, mientras que apenas un 1,7% de los líderes de opinión hablaron del conflicto en sus columnas.
Los expertos explican que esto puede responder a un cambio en la lista de prioridades de los colombianos, que por primera vez, según una encuesta del Observatorio de Democracia de la Universidad de los Andes, muestra al conflicto armado entre el cuarto y quinto lugar de temas considerados importantes.
Antes en la lista, reporta la encuesta, ahora están la salud, la economía y la corrupción.
En un país donde los presidentes se solían elegir, principalmente, por su postura frente a la guerra, este cambio en la agenda electoral es un desarrollo sustancial y, para muchos, histórico.
“Estas son las primeras elecciones en la historia reciente de Colombia que se dan en clave latinoamericana”, dice la politóloga Silvia Otero.
“Porque se dejó a un lado el tema que nos hacía excepcionales, la guerra, y entraron a jugar temas más normales como la desigualdad, la educación o la corrupción”, añade la profesora de la Universidad del Rosario.
Eso va de la mano, señalan los expertos, de otra de las facetas inéditas de estas elecciones: que por primera vez es favorito un candidato de izquierda y crítico del establecimiento que gobernó al país durante décadas.
Ese candidato es el senador y exguerrillero Gustavo Petro, quien, por sus polémicas propuestas, ha sido uno de los principales alentadores de esta nueva agenda electoral.
La firma de la paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en 2016 desmovilizó a la guerrilla más grande del país, pero desde entonces la violencia se ha mantenido vigente a través de masacres a la población civil, asesinatos de líderes sociales y el enfrentamiento del ejército con otros grupos armados, entre ellos las llamadas disidencias de las FARC y el Ejército de Liberación Nacional, un grupo guerrillero
La permanencia de la violencia, sin embargo, no impidió que la preocupación por la misma cambiara.
El politólogo Juan Fernando Galindo, director de Búho, ve dos razones para explicar la evaporación de la paz como tema central de la campaña.
“Por un lado, creo que la paz es un campo minado al que nadie se quiere meter”, dice, sobre un tema que dividió profundamente a los colombianos durante los cuatro años de conversaciones de paz.
El actual presidente, Iván Duque, fue en parte elegido gracias a su rechazo al acuerdo de paz firmado por su antecesor, Juan Manuel Santos. Su gran plataforma fue el plebiscito que refrendaba el acuerdo, en el que ganó el “no”.
“Es un tema incómodo para todos los candidatos, porque saben que es central para su eventual gobierno, pero a la vez saben que en campaña es demasiado polarizante y no es rentable electoralmente”.
Por otro lado, continúa Giraldo, “creo que un efecto natural de un proceso de paz es que se abran otros ámbitos de conversación, porque casi que la principal promesa de la paz fue quitar el velo de la guerra que tapaba toda la complejidad del país”.
Silvia Otero coincide, y destaca que este cambio en la conversación pública no es del todo nuevo, sino que tiene tres antecedentes: la firma de la paz y los dos estallidos sociales que vivió el país en 2019 y 2021.
“Las protestas de 2019 fueron un despertar de la sociedad colombiana, porque nos dimos cuenta que había profundas demandas en una variedad de temas que iban desde las ballenas hasta los páramos, pasando por la educación y los contratos laborales”, explica.
Hasta entonces, coinciden los analistas, las protestas en Colombia habían sido fácilmente descalificadas por el Estado al señalarlas de estar imfiltradas por la guerrilla. Existía cierto consenso en la academia de que la población colombiana, a diferencia de sus vecinos, “no protesta”.
“Pero luego, en 2021, cuando la gente ya se dio cuenta que no podían calificarlos de guerrilleros, salieron a protestar con más fuerza, ahí sí, por temas muy de fondo, como la desigualdad y la corrupción”, señala Otero.
La paz con las FARC, entonces, abrió un abanico de problemáticas que durante años estuvieron ausentes en las campañas presidenciales.
“Pero no es que estemos hablando con sofisticación de estos temas, ojo”, advierte Otero. “Apenas estamos empezando el duro camino hacia la normalidad, pero es un hecho que otros problemas hasta ahora opacados que salieron del clóset”.
En lugar de paz, los estudios Linterna Verde sobre redes sociales, debates presidenciales y cobertura de medios han encontrado que la gente está hablando de temas como las pensiones, reformas estructurales a la economía como la expropiación y la explotación petrolera y el uso del lenguaje incluyente.
“Son temas que trae a la agenda el Pacto Histórico (la coalición que lidera Petro), pero que encuentran en internet fuertes reacciones que ponen a hablar a mucha gente”, dice Cristina Vélez, directora de Linterna Verde.
La también politóloga añade: “Que se hable de estos temas no es necesariamente que la gente sea más progresista, porque la reacción que hemos visto en temas como el aborto muestra que también hay una gran movilización de contra reforma”.
A favor o en contra de las propuestas de Petro, los temas “nuevos” están sobre la mesa.
Colombia es uno de los países más desiguales del planeta, la movilidad social suele estar atada a mecanismos clientelares y corruptos, los sistemas de salud y educación públicos son considerados ineficientes y antidemocráticos y el acceso a empleos formales sigue siendo uno de más difíciles en la región.
Vélez, que se dedicó al periodismo hasta hace poco, asegura: “Yo llevo cubriendo elecciones desde 2006 y nunca vi que se les diera tanta importancia a temas de política económica y social o a problemáticas como el racismo o los derechos de las mujeres”.
“Es que ahí es donde están las preocupaciones de la gente”, añade Otero. “Ya el miedo no es a que te maten o te secuestren, sino a que no puedas pagar tus cuentas o no tener una educación”.
Más allá de quién gane las presidenciales, la larga e intensa campaña electoral ha demostrado que Colombia, incluso con una violencia vigente, ya no es ese país opacado por su propia guerra.
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