*Carolina decidió, por encima de su dolor, contar lo que le había pasado a su hermano el 23 de noviembre de 2022. La motivó ver cómo, esta semana, otros dos jóvenes murieron tras consumir drogas en eventos masivos de música en Bogotá, organizados por empresarios que alquilan bares o bodegas para presentaciones musicales. Sabe que, si este tema sigue siendo tabú, nunca se van a encontrar soluciones.
Andrés tenía solo 21 años y era estudiante de audiovisuales. Era absolutamente dedicado a sus estudios y eso le había permitido mantener un promedio de 4.5 en sus notas. “También trabajaba en una empresa internacional de paneles solares y había comprado su apartamento. Lo estaba pagando a cuotas. Era demasiado juicioso”, contó su hermana.
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El joven vivía aún con sus padres en Mosquera (Cundinamarca) y aquella noche les pidió permiso para salir a una reunión, una fiesta con sus amigos del trabajo. Pero, como el evento era en Bogotá, llamó a Carolina, su hermana, y le pidió permiso para llegar tarde a su casa y quedarse a dormir allí. “Yo le dije que no había problema. Que me estuviera escribiendo y que procurara no llegar tan tarde. Que se cuidara. Le dije: amor, te espero”.
A las 11:30, Andrés habló con su mamá y le dijo que ya se encontraba en el centro de Bogotá, en la avenida Jiménez No. 5-36, detrás del Museo del Oro y que se disponía a entrar en la reunión. “Cuando llegué a donde mi hermana te marco, má”, eso fue lo último que le dijo.
Pero, a las 3 de la mañana, no existía ni una sola pista sobre su paradero. No había llamadas ni mensajes de su parte. “Mi mamá lo llamó tanto a su número celular que, finalmente, le contestó una mujer: Si quiere saber sobre su muchacho la esperamos en la clínica San Ignacio”. Era una enfermera.
Pero quien se acercó a la clínica fue Carolina. Ella era quien vivía en Bogotá. “Ese día se me vino el mundo encima. Me explicaron que mi hermanito estaba muerto. Nunca pensé encontrarme con una noticia tan terrible”. Lo único que les dijeron es que unos hombres, con apariencia de personal de seguridad, lo había llevado en un taxi y dejado allí registrándose con un nombre y una cédula falsa. “Cómo es que dejan a un joven muerto y no son capaces de preguntarles más datos, tomarles una foto o retenerlos”.
Los médicos nos dijeron que había muerto por un paro cardiorrespiratorio debido a una sobredosis de droga y eso era algo que nunca nos hubiéramos imaginado
El diagnóstico del joven fue aún más devastador para la familia. “Los médicos nos dijeron que había muerto por un paro cardiorrespiratorio debido a una sobredosis de droga y eso era algo que nunca nos hubiéramos imaginado”.
La familia jamás había sospechado que Andrés consumiera drogas, no se le notaba ni en su apariencia ni en su comportamiento, pues a duras penas salía a una fiesta una vez al mes. No era un joven que se aislara, ni mucho menos depresivo o rebelde. “Menos podíamos creer que consumiera anfetaminas como nos dijeron los doctores”.
Según el proyecto Échele Cabeza, cuando se dé en la Cabeza, la Anfetamina es un derivado químico de la efedrina. “En Colombia no se comercializa de forma significativa y su utilización más frecuente es como adulterante o sustancia suplantadora de otras SPA, específicamente del MDMA (éxtasis), ya sea en cristal o en tableta”.
Añadieron que, coloquialmente, algunos usuarios suelen referirse a este tipo de tabletas de éxtasis adulteradas o suplantadas con anfetamina como ‘anfetosas’. En el mismo sentido, se refieren como ‘anfetosos’ a los secantes o ‘papelitos’ de presunto LSD que vienen suplantados con otras sustancias. “Sin embargo, es importante indicar que, de acuerdo a nuestros análisis de sustancias, en los secantes no se ha detectado la presencia de anfetamina sino de otras sustancias de la familia de las feniletilaminas psicodélicas, cuyos efectos y riesgos son marcadamente distintos”.
Luego de la tragedia nadie le daba información a la familia sobre lo sucedido, solamente tenían el informe de Medicina Legal que decía que había sido muerte súbita. Lo mínimo que pedían ellos era saber cómo había muerto. “Los ‘amigos’ se perdieron y solo hasta que logramos hablar con ellos nos contaron que habían estado de fiesta en un sitio que se llamaba Oveja Negra, alquilado para un evento musical, y que Andrés se había apartado del grupo en medio de la noche”, contó Carolina quien asegura que es un establecimiento ubicado en un sótano en donde, usualmente, se realizan fiestas con alto consumo de drogas. “Meten a una cantidad de muchachos sin ningún tipo de control, sin ningún protocolo de seguridad. Dónde está el Distrito, dónde está la Policía”.
Carolina ha averiguado y le han dicho que es usual ver a jóvenes consumiendo solo agua y bebidas energizantes. “Por qué permiten esto sin ninguna clase de prevención o pedagogía. No podemos entregarles toda la responsabilidad a jóvenes inexpertos. Si mi hermano hubiera sido un conocedor en consumo de drogas, no le hubiera pasado esto, no estaría muerto. Por eso levanto mi voz de protesta”.
Dice que sabe que muchas familias no lo hacen por temor al escarnio público, pero, precisamente, de eso se aprovechan los organizadores de estos eventos, nadie se atreverá a hablar. “Creemos que detrás de esto hay una mafia muy grande. Muchos jóvenes han salido afectados de fiestas hechos por los mismos organizadores. Solo les importa lucrarse y nada más”.
A Andrés no le robaron nada. Él apareció con todas sus pertenencias, su iPhone, su billetera, sus papeles, por eso la familia está segura de que murió dentro del establecimiento. “Sus amigos no sabían, sino que a las 12 lo habían perdido de vista y eso pasa porque en esas fiestas todo en mundo está solo en su mundo, bailando solos, con una botella de agua cuando la tienen”.
Andrés nunca tuvo una segunda oportunidad. Le hicieron 25 minutos de reanimación, pero no hubo nada que hacer. Ya había fallecido. “Vamos a emprender una acción legal con todos los involucrados en este caso. Eso no lo va a regresar a la vida, pero de pronto se evite que más jóvenes mueran”.
Esta familia no es la misma de antes. “Por eso les quiero hacer un llamado a los jóvenes. Piensen que después de una noche de rumba que termine en tragedia, queda toda una familia destruida, devastada, con más preguntas que respuestas”.
Carolina sabe que lo otro que puede salvar vidas es la educación. “Como padres no le podemos dar la espalda a este tema. Nos toca investigar y educar. No ver esto como un tabú. Todos los chicos a los que les ha pasado esto eran brillantes. Mi hermanito era un chico alegre y respetuoso, muy dado a la familia. Jugaba como un niño con sus sobrinos, le hacía todo el caso a mi mamá. Es más, casi ni salía del pueblo”.
Añade que este tema debe tratarse como el consumo de alcohol. “Hasta que no comenzaron a sancionar a los borrachos al volante no disminuyeron las tragedias. Entonces que estos empresarios hagan los eventos, pero con todas las medidas de seguridad para la vida”.
Andrés ya no terminará de pagar su apartamento, no se graduará de su universidad, no crecerá en su empresa. Todo eso se quedó en un ‘mal viaje’. Nadie lo vio, nadie lo ayudó a tiempo.
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