Chile vuelve a la casilla de salida.
Apenas tres años después del estallido social que llevó a un acuerdo para convocar el proceso para elaborar una nueva Constitución, el triunfo del rechazo en el plebiscito de este domingo, por un margen mayor incluso al pronosticado por las encuestas, supone un problema político mayúsculo para el presidente Gabriel Boric y deja al país en un laberinto.
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El proyecto constitucional elaborado por la Convención Constituyente convocada a tal fin se queda en eso, en proyecto, y la Constitución aprobada por el régimen militar del general Augusto Pinochet en 1980 se mantiene en vigor.
Pero según Paula Molina, colaboradora de BBC Mundo en Santiago, “en Chile rige la Constitución de 1980, pero tiene una herida mortal si consideramos que en 2020 el 78% votó por un cambio constitucional y tanto el gobierno como la oposición política se han comprometido con seguir el proceso constituyente”.
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SI los chilenos dijeron hace dos años que querían una nueva Constitución, y ahora han dicho que no a esta. ¿Qué hacer entonces?
Boric reconoció el “contundente” resultado del referéndum y propuso “un nuevo itinerario constituyente”. Pero no se presenta como una tarea sencilla.
Gabriel Negretto, politólogo de la Pontificia Universidad Católica de Chile, le dijo a BBC Mundo que “para iniciar el proceso de reforma que ahora ha terminado se alcanzó un gran acuerdo en el Congreso para introducir una enmienda a la actual Constitución que abriera una vía a su reemplazo por una nueva Constitución, pero nadie contempló que esa vía fracasara, por lo que ahora hay que diseñar un nuevo camino y no va a resultar nada fácil”.
Por tanto, Chile busca un plan B para completar su complejo y por ahora incompleto camino a una nueva norma fundamental. Estas son algunas posibilidades.
La figura de Boric está estrechamente ligada a las protestas que condujeron al intento de dotar a Chile de una nueva Constitución.
El joven diputado y antigua activista estudiantil emergió como líder desde el heterogéneo movimiento que exigía una profunda renovación de las instituciones chilenas, y luego fue clave en el gran acuerdo político para buscar una solución en el proceso constituyente. El contundente triunfo del rechazo es interpretado unánimemente como un revés al presidente, que queda obligado a tomar la iniciativa.
El presidente planteó pocos días antes del referéndum que, de triunfar el rechazo, impulsaría la convocatoria de una nueva Convención Constituyente que elabore otro proyecto.
Al fin y al cabo, casi un 80% de los chilenos votaron en octubre de 2020 que querían una nueva Constitución para su país y que fuera una Convención la que la redactara. En ese sentido, la idea de la Convención cuenta con legitimidad. Pero la inesperada amplitud del triunfo del rechazo ha abierto grietas incluso en esta certeza.
Por tanto, no son pocos los obstáculos que enfrentaría el intento de una nueva Convención.
Los analistas coinciden en detectar un agotamiento del electorado ante el debate sobre el proceso constitucional, agravado además por los retrasos provocados por la llegada de la pandemia. Así que quizá la idea de otras elecciones para elegir nuevos constituyentes y de nuevo completar el largo y polémico proceso hasta otro referéndum de aprobación no suscite el entusiasmo popular.
Y hay un escollo aún mayor: la actual composición del Congreso chileno.
Boric no puede convocar la elección a una nueva Convención sin pasar por el Congreso y este es el Congreso más fragmentado de la historia reciente.
Como ni el oficialismo ni la oposición cuentan con una mayoría suficiente para imponer sus tesis, se impone la búsqueda de acuerdos y ni la situación creada ni la polarización actual de la política chilena los favorecen.
Negretto cree que el hecho de que Boric anunciara su apuesta por una nueva Convención solo unos días antes de la votación tenía un doble objetivo.
“Por una parte, lanzaba a los votantes la idea de que votar por el rechazo tenía un costo, el de volver a recorrer todo el proceso, y por la otra advertía a los partidos de la derecha y del centro-derecha de que no van a ser ellos los que piloten desde el Congreso el nuevo proceso constituyente”.
Boric se reunió la semana pasada con los presidentes del Senado y la Cámara de Diputados. Según informaron los medios locales, la conversación giró en torno a la necesidad de impulsar una salida rápida al callejón en el que la victoria del rechazo deja al país.
Un resquicio de salida podría estar en una reciente decisión del Congreso. Conscientes de que las encuestas apuntaban a un rechazo al texto constitucional y al escenario en que ahora se encuentra el país, la mayoría de grupos en el Congreso aprobaron hace pocas semanas rebajar a cuatro séptimos de los legisladores el quórum necesario para modificar la Constitución de 1980, muy restrictiva en sus disposiciones sobre su propia reforma.
Al presidente le gustaría una vía exprés a una nueva Convención y una nueva Constitución, pero ni la velocidad ni el rumbo dependen solo de él.
“El Congreso nacional deberá ser el gran protagonista”, dijo este domingo.
En las semanas previas a la votación del domingo, partidarios y detractores del proyecto constitucional han defendido en artículos de prensa y declaraciones públicas sus tesis y sugerido posibles vías de salida si ganaba el rechazo.
Una de las que ha circulado es la formación de una comisión de expertos que se encargaría de redactar un nuevo proyecto constitucional sin tener que pasar por la elección y los debates de una nueva Convención Constituyente.
La Convención anterior arrancó sus trabajos en medio de una clima de respaldo general, con artículos publicados dentro y fuera de Chile que destacaban la paridad entre hombres y mujeres en su composición y la amplia presencia de figuras independientes ajenas a la política. Su carácter feminista y progresista fue ampliamente elogiado.
Pero algunos escándalos durante sus trabajos y un proyecto constitucional que, según ha mostrado el referéndum, no ha cumplido lo que esperaba la mayoría de los chilenos, han llevado a que algunos piensen que sería mejor que la tarea se encargara ahora a figuras respetables procedentes del ámbito político y académico.
De esta manera se limarían algunos de los aspectos más novedosos y polémicos del proyecto constitucional anterior, como la definición de Chile como un Estado plurinacional o el reconocimiento de una jurisdicción especial para los pueblos indígenas.
Según la mayoría de análisis, han sido estos aspectos lo que muchos votantes han considerado excesivos. Algunos resultaron tan alarmantes incluso para las fuerzas de izquierda moderada que el propio Boric se comprometió a introducir reformas una vez aprobada la Constitución.
Pero tampoco la propuesta de un grupo reducido de expertos convence a todos.
Paula Molina, la colaboradora de BBC Mundo, recuerda que “cuando se votó por el órgano de cambio constitucional, se optó en un 79% por una Convención, que además se conformó con paridad, voces independientes y representación indígena, por lo que sería muy extraño avanzar en una dirección completamente opuesta y optar ahora por una comisión reducida”.
“Chile es un país muy legalista, en el que hace tiempo se asumió que todo cambio debe nacer de la legalidad vigente, y en el escenario actual cualquier solución pasa por el Congreso”, indica Negretto.
Esta instancia será protagonista en la etapa que se abre ahora y no puede descartarse que, si las diferencias entre el oficialismo y los partidos a favor de la aprobación con la derecha, el centro derecha e incluso con la izquierda moderada persisten, acabe optándose por buscar reformas parciales a la Constitución vigente mediante votaciones en el Congreso.
Al fin y al cabo, ya sufrió importantes modificaciones en 2005, durante la presidencia de Ricardo Lagos, cuando se suprimieron los llamados “enclaves autoritarios” legados por el régimen militar. Además, no hay una obligación para nadie de derogarla.
Pero la norma vigente padece lo que algunos analistas califican de “vicio de legitimidad” por su origen pinochetista, por lo que amplios sectores, especialmente en el seno de la coalición Apruebo Dignidad que lidera Boric, y otros más a la izquierda, probablemente no se conformen con solo unos retoques que además deberían ser arduamente negociados con sus rivales a la derecha del arco político.
Además, una nueva Constitución es un viejo anhelo para muchos chilenos. De hecho, la socialista Michelle Bachelet intentó impulsar una al final de su segundo gobierno, pero la iniciativa fue abandonada con la llegada a la moneda de Sebastián Piñera, del centro-derecha.
Cabe recordar además que en 2020 casi el 80% de los chilenos votó por buscar una nueva Constitución.
La nueva Constitución fue una de las banderas que llevaron a Boric al Palacio de la Moneda, pero el rechazo al proyecto elaborado por la Convención Constituyente agrava el desgaste del presidente, que en los pocos meses que lleva en el cargo ha visto caer notablemente su popularidad.
Negretto advierte de que “el capital político tiene límites y Boric ya está perdiendo mucho”.
“Si la inflación sigue disparada, aumenta la criminalidad y se recrudece el conflicto en La Araucanía (sur), podría ser que sus prioridades cambiaran y que la nueva Constitución acabe postergada”.
El experto cree que algunos de los partidos de derecha que abogaron por el rechazo pero que no han cuestionado la necesidad de una nueva Constitución, especialmente el Partido Republicano de José Antonio Kast, rival de Boric en las últimas elecciones, podrían ahora defender abiertamente el mantenimiento de la Constitución de 1980.
“Hay miembros del partido de Kast que prefieren la Constitución del 80, aunque no lo declaren, y habrá que ver cómo se organizan los grupos a lo interno tras el resultado del referéndum”, opina Negretto.
Pero las encuestas muestran que incluso entre quienes votaron por el rechazo quieren una nueva Constitución, lo que dificulta que algún partido se posicione abiertamente en defensa de mantener la anterior sin cambios.
Varios destacados dirigentes del bloque del rechazo han manifestado su compromiso con la continuidad del proceso constituyente iniciado pese a su desacuerdo con el proyecto elaborado por la última convención.
Lo único claro para Negretto es que el triunfo del rechazo “profundiza y alarga la incertidumbre”. Chile sigue en busca de una nueva Constitución.
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