En una segunda vuelta, tan importante como el voto a favor de uno de los dos candidatos, es el voto en contra del otro. Y eso puede ser clave de nuevo en las elecciones presidenciales de Colombia de este domingo.
Con las elecciones en su recta final de cara al voto de segunda vuelta el 19 de junio, la impresión generalizada es que nada está escrito todavía en la carrera entre Gustavo Petro y Rodolfo Hernández, los dos sobrevivientes finales de una competencia brutal de varios meses en la que docenas de personas buscaron la presidencia de ese país.
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El triunfalismo que parecía mostrar Petro en ciertos momentos de una campaña en la que casi siempre lideró en las encuestas dio paso a la aceptación del hecho de que una serie de obstáculos se le atraviesan en su aspiración presidencial.
Y pocos tan formidables como la animadversión que su nombre genera entre muchos votantes y dirigentes de otras fuerzas políticas tradicionales en Colombia. Y eso está haciendo más complejo para los petristas el trabajo de buscar alianzas por fuera de su movimiento que le permitan ampliar la base de los cerca de 8 millones y medio de votantes que conquistó en la primera vuelta el 29 de mayo.
Petro fue el más votado en primera vuelta y busca ser el primer presidente de izquierda y progresista del país.
Mucho se ha escrito acerca de cómo Petro y Hernández, cada uno a su manera, rompieron la tradición de moderación y centrismo que en buena parte caracterizó a la política colombiana por décadas. Ambos tienen personalidades fuertes que rompen con los moldes tradicionales, fascinan a sus seguidores y horrorizan a sus opositores.
Pero especialmente Petro también ha tenido especial dificultad para obtener la aceptación de las jerarquías de varios de los partidos políticos, en especial los centristas, que este domingo podrían darle la mayoría en la segunda vuelta.
La periodista colombiana María Jimena Duzán ha hablado en estas elecciones del surgimiento de lo que ella llamó el fenómeno de la “Petrofobia”.
“La fobia”, aseguraba Duzán en un escrito para el portal de noticias Cambio Colombia, “es un miedo irracional y un trastorno producido por algún estímulo real o imaginario.”
Según la comentarista, “en Colombia, los empresarios no le tienen miedo a Gustavo Petro sino fobia”.
Duzán agregaba que “en las reuniones privadas despotrican de él, como si fuera el anticristo. No lo conocen, pero todos aseguran que es muy mala persona”.
Duzán indicaba en otro artículo reciente para el diario español El País que si Hernández, un candidato independiente y poco conocido hace pocos meses, resultaba elegido presidente, sería principalmente como resultado de esta llamada “Petrofobia”.
Pero no todos coinciden en que el rechazo electoral a Petro por parte de muchos colombianos sea una especie de fobia irracional.
“Gustavo Petro ha hecho propuestas que hacen que el miedo hacia él sea razonable y justificado”, asegura a BBC Mundo Mario Carvajal, comentarista del diario conservador El País de Cali y co-fundador de @la_causa_joven, un medio de opinión en línea.
Carvajal menciona, entre otros, la propuesta del candidato de iniciar el desmonte de la industria petrolera, la primera fuente de exportaciones del país, y su cuestionamiento de la independencia del banco central.
Petro ha prometido reformas socioeconómicas drásticas que despiertan recelo en algunos sectores del país.
El politólogo Juan Pablo Milanese, investigador de la universidad ICESI, le asegura a BBC Mundo que en muchos casos, la resistencia a Petro, más allá de un fenómeno de rechazo extraordinario al nombre del candidato, es el reflejo de una posición política normal de grupos como los empresarios “que tienen intereses distintos a los que Petro tiene”.
Que un candidato genere especial resistencia en partes grandes del electorado no es tan inusual.
Incluso, dirían algunos, en estas mismas elecciones colombianas, que se han caracterizado por una polarización sin precedentes de la opinión publica, también son muchos los que demuestran una “Rodolfo-fobia”.
Al igual que ha pasado con Petro, la potencial llegada al poder de Hernández, un outsider que se presenta como adalid de la corrupción de la clase política, es presentada por muchos de sus críticos como una catástrofe que acabaría con las instituciones democráticas colombianas, entregándolas al populismo mas irresponsable.
“Hay algunos aspectos comunes en el rechazo que produce Petro y el que produce Hernández: están vinculados a la incertidumbre. No se sabe bien qué esperar de ellos,” le dice Milanese a BBC Mundo.
Otros comentaristas en Colombia, sin embargo, ven elementos profundos en la oposición extrema a Petro que se ha presenciado en este ciclo electoral.
“Es apenas natural que el empresariado vea con recelo la posibilidad de un giro a la izquierda, sobre todo en un país donde eso jamás ha ocurrido”, le dice a BBC Mundo Gustavo Morales, quien fue Superintendente Nacional de Salud en el anterior gobierno de Juan Manuel Santos y más recientemente ha sido dirigente gremial en el sector privado.
“En el mejor de los casos, temen la transición hacia una nueva élite gubernamental con la cual no están acostumbrados a dialogar, y en el peor, temen razonablemente que las regulaciones sean perjudiciales o que se acaben o se transformen hacia otros destinatarios las protecciones y rentas que los han favorecido históricamente”.
Pero según el mismo Morales, en esta ocasión, la oposición va mas allá.
“En el caso de Petro, esas entendibles reticencias han dado paso a otro nivel de rechazo y pavor, que se traduce en frases sin sustento empírico como 'va a llegar a quedarse', como si esa no fuera la vocación natural de todo partido político, o 'la democracia está en riesgo', a pesar de que Petro parece tener un respeto intrínseco por la Constitución de 1991”, le dice el dirigente empresarial a BBC Mundo.
Morales asegura que, en su opinión, Petro se ganó la oposición cerrada de una parte importante del país, entre otros factores, por el papel que tuvo en ayudar a romper la hegemonía sobre el mundo político que en un momento llegó a ejercer el expresidente Álvaro Uribe Vélez (2002-2010), el inspirador principal de la derecha colombiana.
“Petro es el candidato de izquierda que en 2007, como congresista, y en virtud de sus debates contra el paramilitarismo y las relaciones de este paramilitarismo con grupos políticos, [entre ellos, algunos aliados del expresidente Uribe] reventó el embrujo, el hechizo que en la población había frente al gobierno del presidente Uribe. Ese fue el momento en el que fue posible imaginarse un gobierno sin Uribe. Y eso, para muchos sectores, es imperdonable”, le dice a BBC Mundo.
Petro también ha tenido dificultades para establecer las alianzas que necesita con urgencia para ampliar su electorado con miras a la segunda vuelta de las elecciones.
Después de la primera vuelta de las elecciones del 29 de mayo, el principal candidato centrista, Sergio Fajardo, al reconocer su derrota, dijo explícitamente que no votaría por Petro en la segunda vuelta.
“Creo que la dificultad que tiene Petro para añadir votos va más allá que una posible animadversión personal entre este y los dirigentes de los partidos. La manera en la que está haciendo campaña también desanima a muchos”, le dice Mario Carvajal a BBC Mundo.
“Aunque Petro pregona una política del amor, la forma en la que sus seguidores matonean de manera permanente y sin contemplación a quien contradiga a Petro hace que muchos lo piensen dos veces”.
El analista recuerda que después de las elecciones de 2018, en las que Petro fue derrotado por el actual presidente Iván Duque, los seguidores del candidato de la izquierda culparon de su derrota a los votantes y partidos centristas por no haberlo apoyado. Desde el petrismo lanzaron una avalancha de ataques en redes sociales a los votantes centristas a los que hoy vuelven a necesitar.
“Desde 2018, Gustavo Petro constantemente aplicó una política de tratar a sus contrincantes (entre ellos Fajardo) como enemigos. Buscaba destruirlos jurídicamente, moralmente”, asegura Carvajal.
Por su parte, el investigador Juan Pablo Milanese insiste en que son muchas las causas que han llevado a esa dificultad de Petro para construir alianzas. En algunos casos, estas causas se basan en la ideología, otras en factores personales.
Petro ha dado indicaciones de ser un líder de trato difícil, incluso con personas en su entorno más cercano.
“Un indicador interesante de esto puede ser el comportamiento de varios dirigentes de alto perfil de su movimiento, como [el también ex candidato presidencial] Antonio Navarro, quienes se fueron rápidamente de su gabinete cuando Petro fue alcalde de Bogotá”, indica Milanese.
En varios casos, estas renuncias se dieron junto con quejas publicas sobre el carácter “difícil” de Petro.
Algunos críticos de Petro lo comparan con otro dirigente político colombiano, el conservador Álvaro Gómez Hurtado, quien aspiró múltiples veces a la presidencia entre 1974 y 1990.
Al igual que pasa hoy con Petro, aliados y enemigos le reconocían entonces a Gómez su inteligencia, y era visto como el político mas hábil de su generación. Pero el conservatismo a ultranza de Gómez, en un país que mantenía una preferencia por cierto centrismo pragmático, ayudó a volverlo inelegible.
Cada vez que Gómez se presentaba a las elecciones, despertaba la ansiedad de los moderados, que votaban masivamente en su contra.
Sin embargo, muchos dirán que ese país centrista ya no existe, y que el electorado probó en la primera vuelta de la contienda presidencial que quiere un cambio drástico, como el que prometen ambos candidatos hoy en la recta final.
Lo que Petro despierta entre sus contrincantes puede ser fobia irracional, o legítima oposición política. Eso es objeto de discusión. Pero nadie puede ignorarlo. Gustavo Petro ya se ha acercado más al poder que cualquier otro candidato izquierdista en Colombia. Esta por verse aún si podrá dar el paso final este 19 de junio, para júbilo de sus seguidores y pavor de sus opositores.
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