Montevideo, “El País, GDA
Hace una semana que Jamil y Raja y sus ocho hijos, huyeron por su cuenta de la guerra siria y se instalaron en Uruguay. A diferencia de sus compatriotas recibidos recientemente en el país como parte de un programa de refugiados, ellos no tienen la ayuda del gobierno. Piden, fundamentalmente, acceder a la educación.
El matrimonio decidió soportar la tragedia en Siria hasta el último momento pero su vida corría peligro. Uruguay fue el lugar elegido para iniciar un nuevo camino. Hoy viven los diez en un garaje de Pocitos (Montevideo) y ni siquiera tienen colchones. Aún así, se sienten aliviados.
“Perdimos familiares y muchos niños que conocíamos”, contó Raja a El País con dolor en los ojos. “No teníamos trabajo ni casa. Hay mucha destrucción”, agregó Jamil.
“A veces se sentían los bombardeos encima de nuestra casa o caían misiles en las casas de nuestros parientes. Muchos de nuestros vecinos murieron”, explicó Raja.
Vinieron por su cuenta por lo que no están comprendidos en el plan de reasentamiento que lleva adelante el gobierno con las cinco familias de la misma nacionalidad que hoy viven en la Casa de Retiro de los Hermanos Maristas.
Esta familia decidió no estar entre los tres millones de refugiados sirios en Líbano. Primero, por una cuestión de “honor”. Los sirios en Líbano pasan muchas veces de una vida digna de trabajo a no conseguir ni siquiera para comer. Además, afirman, el paso de frontera está cada vez más complicado.
Ante la desesperación, esta familia se puso en contacto con un conocido en Uruguay —el presidente del Centro Islámico— y le solicitó ayuda para instalarse en el país.
Jamil viajó a la embajada uruguaya en Líbano en varias oportunidades hasta que, después de cuatro meses y con una carta de invitación, le otorgaron la visa para viajar a Uruguay.
Vendieron absolutamente todas las pertenencias que tenían en Qswe, Damasco, y con la ayuda del Centro Islámico del Uruguay compraron los pasajes a Uruguay.
“Viajar con ocho niños fue muy difícil. Era nuestra primera experiencia en avión y el viaje duró más de 25 horas”, dijo Raja. Primero viajaron en ómnibus hasta Líbano y desde ahí abordaron el avión que hizo escala en Qatar, San Pablo y, finalmente, Montevideo.
NOSTALGIAAli Jalil Ahmad, presidente del Centro Islámico del Uruguay, dijo que lo que más necesitan son las cosas básicas de una casa: muebles y colchones. El Centro hoy le está gestionando el acceso a una vivienda y trabajo para Jamil, que en Siria era chofer y se dedicaba a la limpieza de maquinaria.
Si bien el Centro Islámico está gestionando sus necesidades básicas, están anotados como refugiados en Acnur y tendrán cédula de identidad, piden integrarse al programa educativo que ideó el gobierno para aprender español y que los niños puedan estudiar.
“Vamos a extrañar pero no nos queda otra. Lo más importante es la vida”, explica Jamil, quien dice que le gusta Uruguay aunque todavía no llegó a conocer mucho. “Tenemos que acostumbrarnos. No nos queda otra. No podemos volver”, lamentó Jamil. “Escuchamos que Uruguay es un país tranquilo y lindo. Y, aunque está un poco alejado de Siria, nos han recibido muy bien”, contó.
El presidente del Centro Islámico, también sirio pero con 17 años en Uruguay, dijo que esta familia explicó una y otra vez que se sentía entre la espada y la pared. Al no tener trabajo, dijo, los sirios se ven obligados a elegir bando: o los rebeldes o el gobierno. Eso les permite acceder a cosas básicas pero los pone en constante peligro. “La cosa no está nada bien. Va de mal en peor. Empezó en 2011 y fue empeorando”, traduce Ahmad al padre de los ocho niños.
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