(EFE). Cuando todavía faltan unas horas para que la imagen del Cristo atado atraviese la alfombra de serrín más grande del mundo, la que se elabora desde hace cinco años en la capital de Guatemala, María, una joven de voz dulce, ya no puede disimular el cansancio. Lleva más de seis horas dibujando su amor a Dios.
Eran las tres de la madrugada cuando María, animada por sus amigos de la iglesia, se acercó al Paseo de la Sexta, la principal arteria comercial de Ciudad de Guatemala, para imaginar cómo Dios entiende la misericordia.
Hay imágenes de Cristo redentor, de la Virgen María, de la Pasión e inscripciones con enseñanzas de la Biblia, dibujadas con el pulso de un artista sobre un manto de serrín.
“No damos modelos, es la creatividad de la gente”, subraya Diego Lima, quien desde hace un lustro participa en la coordinación de la esta actividad, convertida ya en una de las tradiciones más reconocidas de la Semana Santa guatemalteca, a la que este año se estima que acudirán 89.000 turistas, en su mayoría procedentes de El Salvador, EE.UU., Canadá, México y Honduras.
Durante la mañana del Jueves Santo, han sido muchos los que se han acercado hasta el Parque central y el Paseo de la Sexta para ver cómo los miles de voluntarios -“Hay inscritos 1.800, pero en realidad seremos entre 2.000 y 2.500”, apunta Lima- van creando con sus manos la alfombra de serrín más grande del mundo.
El pasado año alcanzó los 2.300 metros de longitud, superando su propio Récord Guinness de 2014, cuando la alfombra llegó a los 2.137,8 metros.
“Este año no buscamos un nuevo récord, sino consolidar la tradición”, advierte Lima, con las manos teñidas de rojo. Apenas queda una hora para que la imagen del Cristo atado llegue a esta parte de la ciudad.
“Ahora estamos rellenando los huecos que faltan, para que la alfombra sea continua”, añade María. A su espalda, tras un mosaico arlequinado en rojo, amarillo, naranja y verde, se puede leer una inscripción del Corpus Cristi.
La celebración de este Jueves Santo empieza a fraguarse mucho antes. “Meses antes”, subraya Freddy Sagastume, otro de los coordinadores. Hay que recopilar las donaciones de serrín, teñirlas y coordinar a los voluntarios.
Algunos empiezan a llegar la noche anterior: preparan la calle y disponen el material para que, a eso de las tres de la madrugada, comience el dibujo del tapiz.
Serán horas de intenso trabajo hasta que minutos antes de mediodía la imagen de Cristo atado aparezca en el parque central, frente al Palacio Nacional de la Cultura, una de las dependencias del Gobierno.
Una multitud se agolpa en los laterales. Hay familias, chicas vestidas de blanco y algunos niños que corretean ajenos a la devoción de sus padres. Hay, incluso, quien devora un perrito caliente mientras espera; aunque la mayoría prefiere refrescarse.
En el séquito que escolta a la imagen sagrada se ven muchos paraguas para protegerse del sol. Una voz de mujer dirige los cantos. Decenas de voces la acompañan con sus murmullos.
María espera al Cristo a un lado de la Avenida. Está cansada, se nota en su rostro, pero no puede evitar sonreír cuando la imagen sagrada pasa por la alfombra que ella imaginó.
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