El círculo íntimo que llevó a Gustavo Petro al poder se quebró estrepitosamente.
Sus dos asesores más cercanos durante el último año, Laura Sarabia y Armando Benedetti, salieron del gobierno el viernes como resultado de un escándalo que incluye dólares en efectivo, insultos, traición, polígrafos, escuchas telefónicas y la sospecha de que la campaña fue ilegalmente financiada.
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El domingo se divulgaron unos audios de Benedetti, un viejo operador político colombiano, enfurecido con Petro y Sarabia. Dice, entre otras frases sensibles, “nos hundimos todos, nos acabamos todos, nos vamos presos, acabamos toda la hijueputa verga”.
Benedetti asegura que los audios fueron manipulados.
Hace 10 meses, el exguerrillero y parlamentario Gustavo Petro se convirtió en el primer presidente de izquierda en la historia del país.
Armó un gobierno de coalición, lleno de figuras que moderaban su figura izquierdista y atenuaban los miedos que generaba su paso por la alcaldía de Bogotá, en la cual se peleó con medio mundo, incluidos sus más cercanos asesores.
Hoy, sin haber cumplido un año en el poder, la situación es distinta: una buena parte del gabinete multipartidista fue remplazada por viejos colegas de Petro, la coalición parlamentaria que quiere reformar las pensiones y la salud está debilitada y la oposición tiene arsenal para pedir la renuncia del jefe de Estado y acusar al gobierno de haber ganado con trampas.
Estas son tres claves que permiten entender el escándalo que puede marcar la presidencia de Petro.
Armando Benedetti tiene una carrera política de 30 años. Apoyó gobiernos disímiles: pasó por el uribismo y el santismo. Se muestra más interesado en el poder que en la ideología. Ha sido investigado -aunque no condenado- por corrupción.
Cuando se dio cuenta que Petro podía ser presidente, se le acercó y se convirtió en su mano derecha durante la campaña.
Laura Sarabia llegó a Petro vía Benedetti. Una joven y aplicada funcionaria del ejército, hace siete años fue reclutada por Benedetti para ser su secretaria privada. En la campaña fue el puente entre los dos. Con menos de 30 años de edad, su influencia escaló vertiginosamente.
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El triunvirato de la campaña, sin embargo, se acabó en la presidencia: Petro nombró a Benedetti embajador en Venezuela, encargado de restablecer unas relaciones marcadas por la negociación de paz con la guerrilla del ELN. Un rol clave, pero lejos de Bogotá.
Sarabia, en cambio, pasó de secretaria privada a jefe de gabinete. Las dos crisis de ministros de Petro, en febrero y abril, revelaron su poder, sus maneras, el hecho de que nadie tenía tanta influencia sobre el presidente.
A la ecuación del escándalo se añade Marelbys Meza, una niñera que trabajó primero con Benedetti, quien la despidió por un supuesto robo, y luego con Sarabia.
Una declaración de Meza a la revista Semana (que ha sido señalada de oponerse a Petro desde que era candidato) hace siete días acusando a Sarabia de secuestrarla e interceptarle el teléfono a cuenta de otro supuesto robo, desató este escándalo.
Sarabia quedó embarazada en plena campaña y dio a luz casi al tiempo que las elecciones. En ningún momento dejó a un lado su trabajo, así que apenas empezó el gobierno contrató a la vieja niñera de Benedetti a pesar del antecedente de un presunto robo.
En enero, Meza se convirtió en la principal sospechosa de una investigación sobre la pérdida de US$7.000 en efectivo de la casa de Sarabia. Funcionarios de la policía y la fiscalía la hicieron someterse al polígrafo, una prueba en la que se sintió “secuestrada y amenazada” en la misma sede de la Presidencia, el Palacio de Nariño.
Para complicar aún más la situación, cuando Meza ya había sido despedida por Sarabia, Benedetti la llamó y la recontrató para que cuidase a sus hijos en Caracas, ciudad a la que llegó en un avión privado, según reportó el conocido periodista colombiano Daniel Coronell.
El miércoles, el fiscal general, Francisco Barbosa, quien fue nombrado por el gobierno de Iván Duque, de quien es cercano, dio una rueda de prensa en la que denunció que la investigación de este caso generó un sistema judicial paralelo, que la interrogación a Meza fue ilegal y que las escuchas ilegales estaban de vuelta en un país traumatizado por la violación de derechos políticos.
Lo que el sábado empezó como un delito doméstico, el viernes siguiente ya era un escándalo nacional.
Petro entonces anunció la salida de Sarabia y Benedetti y añadió: “Este Gobierno no intercepta ilegalmente comunicaciones de magistrados, de jueces, de periodistas, de opositores. A los opositores los cuidamos, no les puede pasar nada porque están bajo nuestra responsabilidad”.
Este domingo, la revista Semana esta vez publicó unos acalorados audios en los que Benedetti parece reclamarle a Sarabia que lo hayan aislado y la amenaza con dar a conocer detalles de una supuesta financiación ilícita de la campaña.
El escándalo agarra a Petro en un momento difícil: la aprobación de sus grandes reformas a la salud, las pensiones y el trabajo está pendiente de aprobarse en el Congreso, donde ya no tiene la presidencia del Senado ni una coalición clara, y sus negociaciones de paz con los grupos armados se han ido debilitando.
“El escándalo desorganiza la coalición y complica la agenda”, dice Yann Basset, politólogo de la Universidad del Rosario. “Pero además concentra la atención en Petro en lugar de los mismos congresistas y de la clase política”.
“El peligro evidente para el gobierno es que tenga que dedicar su energía en responder y defenderse del escándalo y no pueda dedicarla a la agenda de reformas y eso despierta l espectro de un gobierno paralizado”, añade Yasset.
El escándalo, dice el politólogo, ha revocado la memoria del gobierno de Ernesto Samper, quien dedicó sus cuatro años a responder a las acusaciones de recibir dinero del narcotráfico en la campaña.
Silvia Otero, también politóloga, dice: “Aunque todavía no haya una sola prueba de financiación irregular, sí hay un escándalo político y con eso probablemente, sobre todo con este fiscal (opositor), se abra una investigación en el Congreso, donde Petro no tiene mayoría”.
“Entonces, lo que viene es control de daños: el gobierno dedicado a controlar las consecuencias de estas declaraciones de Benedetti y eso, por supuesto, le quita maniobrabilidad”.
Durante su alcaldía en Bogotá, Petro se quedó solo en el poder y gran parte de la gestión la dedicó a defenderse. Él suele atribuirlo a la reacción que genera el cambio profundo e inédito que propone. La quedan tres años y dos meses de gobierno.
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