La primera orden de Gustavo Petro como presidente de Colombia, justo apenas tomó posesión este domingo, fue que la espada del libertador Simón Bolívar —aquella que el M19, la guerrilla a la que perteneció, se robó en forma de protesta en 1974— fuera traída a la ceremonia.
“Esta espada representa demasiado para nosotros y para nosotras y quiero que nunca más esté enterrada”, dijo Petro al iniciar su discurso, el primero como presidente este domingo.
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“Que solo se envaine, como dijo su propietario, el libertador, cuando haya justicia en este país. Que sea del pueblo. Es la espada del pueblo”.
Antes, el presidente saliente, Iván Duque, había negado el uso del famoso sable, custodiado por una unidad especial del Ejército, en la posesión del primer presidente de izquierda en la historia de Colombia.
Los inéditos símbolos reivindicativos marcaron esta jornada soleada en Bogotá. La atmósfera de fiesta, los emblemáticos vestidos de los políticos o la ausencia de alfombras rojas sirvieron de evidencia de que este es un gobierno como ninguno otro.
Petro, incluso, recibió la banda presidencial de la senadora María José Pizarro, hija del líder del M19 Carlos Pizarro, quien fue asesinado en 1989 cuando era candidato presidencial en plena desmovilización de esta guerrilla urbana y socialdemócrata.
La dirigente, rapada en un costado de su cabeza y visiblemente afligida, vestía una chaqueta roja que mostraba, tejida, la cara de su padre con el mensaje “que la lucha por la paz no nos cueste la vida”.
Son gestos nunca vistos en el país de los 60 años de guerra de guerrillas. Acá el Estado siempre estuvo en manos de los representantes de la clase política que se opuso militar, política y socialmente a la larga lucha de millones de colombianos —algunos alzados en armas— por un país más democrático e igualitario.
Petro llega al poder con una agenda de “paz total”, bandera que simbolizó con la paloma blanca que se puso en la solapa de su chaqueta. Promete un país con justicia social donde primen los derechos a la vida, el trabajo digno y la educación.
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Tras desmovilizarse de la guerrilla en 1990, Petro se convirtió en la antítesis del poder político, empresarial, mediático y militar que controló al país desde la independencia.
Después de tres intentos electorales, ganó la presidencia gracias a una campaña que moderó su figura izquierdista y se alió con algunos de los miembros de la clase política tradicional.
De la mano de la vicepresidente, Francia Márquez, una activista afro, feminista y ambientalista, Petro logró conectarse con las poblaciones más vulnerables del país, en las costas pacífica y caribeña, que durante años se resistieron a participar masivamente de la democracia colombiana.
La diversidad cultural de Colombia quedó en evidente en la celebración de la toma de mando.
La llegada de Petro al poder va incluso más allá de su figura. Es un proceso histórico que inició en la Constitución progresista de 1991 y pasó por varios procesos de paz con grupos armados que buscaron garantizar los derechos políticos de las minorías en un país diverso y fragmentado.
Por la magnitud histórica del evento del domingo es que los símbolos se tomaron el día.
Como suele pasar, Petro empezó su discurso saludando a los mandatarios del mundo invitados, entre ellos Gabriel Boric, presidente de Chile, quien fue ovacionado.
Pero antes de saludar a los altos mandos del Estado colombiano, Petro saludó a la familia López, unos cafeteros; a Kellyth Garcés, una barrendera de Medellín; y a Arnulfo Muñoz, un pescador del Tolima, algunos ciudadanos del común a quienes Petro quiso hacer homenaje como invitados de honor.
Luego citó a Gabriel García Márquez, el escritor que como él nació en la costa Caribe y se educó en un colegio de jesuitas en Zipaquirá, cerca de Bogotá.
“Acá empieza nuestra segunda oportunidad”, dijo Petro, citando Cien años de soledad, un emblemático libro que habla del despojo de oportunidades y la ausencia del Estado que millones de colombianos sufrieron por siglos. El nombre del protagonista de la novela, Aureliano, fue el escogido por Petro como alias durante su vida insurgente.
El logo de la ceremonia, además, eran tres mariposas con los colores de la bandera, una referencia a la afamada novela que en Colombia evoca un sentimiento de amor y esperanza.
“Tenemos una segunda oportunidad bajo los cielos de la tierra”, dijo Petro al final de su discurso de 47 minutos.
A diferencia de otras tomas de mando en Colombia, esta vez alrededor del evento hubo una fiesta que gozó de una tarde soleada inusual para esta ciudad montañosa.
Decenas de artistas colombianos se presentaron en las siete tarimas, entre ellos Los Gaiteros de San Jacinto, un grupo de tradición campesina de la sabana del Caribe, y Fernando Montaño, un bailarín afro del Pacífico que ha hecho parte de los ensambles de baile más importantes del mundo.
El equipo de Petro dijo que unas 100.000 personas hicieron parte de la celebración, pero en el resto del país decenas de plazas —sobre todo en las regiones remotas, pobres y afro— también fueron abarrotadas de gente.
Dos días antes del evento, Petro publicó en sus redes sociales la que será la fotografía oficial de su presidencia, la cual le tomaron en Caño Cristales, un fastuoso río de colores en el este del país que tiende a convertirse en símbolo nacional. Un guiño a la lucha contra el cambio climático y el respeto sobre a la biodiversidad del país.
Asimismo, estuvo en la Sierra Nevada de Santa Marta, donde tomó posesión ante los pueblos indígenas arahuaco, que guardan la montaña costera más alta del mundo y que para ellos es considerada “el centro del mundo”.
Petro terminó su discurso citando a una niña de ese grupo indígena, que según él le dijo: “Mi anhelo es que este mensaje de luz y verdad se esparza por tus venas y tu corazón y se conviertan en actos de perdón y reconciliación mundial, pero primero en tu corazón, en mi corazón”.
El nuevo mandatario después se dirigió a la casa de Nariño, caminando lentamente por las calles del centro capitalino, hasta que fue recibido por un serio y vestido de negro Iván Duque, ya expresidente, quien salió del palacio junto a todo su gabinete.
Se abre una nueva era en la historia de Colombia. Una era, sin duda, llena de símbolos.
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