Un pequeño pueblo en las montañas de Puerto Rico está trazando un camino hacia un futuro más verde y económico; podría ser un modelo para otros.
Miguelina Ramos vive en una choza de concreto en la ladera de El Hoyo, un sector casi olvidado de solo 26 familias, en el municipio de Adjuntas, lejos de las impresionantes playas caribeñas que hacen famoso al territorio estadounidense.
Mira: La mitad de Puerto Rico sigue sin luz dos días después del apagón general
Para llegar a su casa, los visitantes deben navegar por caminos sinuosos, estacionarse en una zanja y luego andar a través de la maleza, pasando gallinas y gatos dormitando.
Miguelina tiene problemas pulmonares que hacen que necesite acceso constante a un ventilador. Hasta hace poco, la mujer de 57 años vivía con el miedo constante a los cortes de energía.
Los apagones se han convertido en una rutina en Puerto Rico desde que los huracanes barrieron la isla en 2017.
En marzo, una organización comunitaria instaló paneles solares en su techo de hojalata. Esto significó que el mes pasado cuando un apagón sumió a los 3,2 millones de habitantes de la isla, Miguelina, a diferencia de casi todos los demás, nunca perdió su luz.
Su sistema solar fue instalado por la organización benéfica Casa Pueblo, que ha estado presionando desde los huracanes para expandir la energía solar en los techos de toda la isla y así ofrecer una fuente de energía más económica y confiable.
Pero el trabajo, financiado con donaciones, avanza lentamente frente a la demanda que se dispara a medida que la gente trata, desesperadamente, de encontrar una solución a los apagones que continúan plagando la frágil red eléctrica de la isla.
Miguelina es una de solo una docena de familias seleccionadas entre cientos de solicitudes en la ronda de trabajo más reciente.
Instalar un sistema solar, con baterías de respaldo, puede costar decenas de miles de dólares en Puerto Rico, una suma prohibitiva para la mayoría de las personas en la isla, donde el ingreso promedio es de US$21.000.
Pero después de que dos huracanes y un gran terremoto dejaran hecha trizas la red eléctrica de la isla, la agencia de desastres del gobierno de Estados Unidos reservó un paquete de apoyo de aproximadamente US$10.000 millones, una cantidad sin precedentes.
Los activistas en la isla dicen que esta es una oportunidad de oro para expandir drásticamente la energía solar en los techos, al tiempo que se transforma un sistema disfuncional en un prototipo de las redes del futuro.
“Veo mucha aplicabilidad para esto en otros lugares [en otros estados de EE.UU.], si pudiéramos hacer esto aquí”, dice la abogada ambiental Ruth Santiago, quien también forma parte del Consejo Asesor de Justicia Ambiental de la Casa Blanca. “Definitivamente podríamos ser un modelo de transformación rápida de una red eléctrica”, agrega.
Pero la isla, que actualmente obtiene solo el 3% de su electricidad de fuentes renovables, es un recordatorio de que incluso con dinero disponible, su uso para lograr un futuro menos dependiente de los combustibles fósiles no es algo seguro.
Desde que se liberaron los fondos hace casi dos años, casi nada se ha gastado.
A pesar del consenso generalizado sobre la necesidad de adoptar más fuentes de energía renovable, y una ley que ordena la transición, los defensores dicen que los planes de reconstrucción priorizan reducir la dependencia del carbón mediante el aumento de las importaciones de gas natural, en lugar de adoptar las energías renovables como una alternativa más barata y confiable.
“Desde un punto de vista ambiental, financiero, fiscal, económico, probablemente incluso desde un punto de vista legal, deberían invertir en energía renovable como recurso predominante. Y no lo hacen”, dice Tom Sanzillo, director de análisis financiero del Instituto de Economía Energética y Análisis Financiero.
Es una situación exasperante para los puertorriqueños. “Que arreglen el sistema que tienen, eso realmente no nos ayuda”, agrega Miguelina. “Poner paneles solares para todos es mucho mejor”.
LUMA Energy es la empresa privada que asumió la gestión de gran parte del sistema eléctrico de Puerto Rico el año pasado. No opera centrales eléctricas, pero maneja la transmisión, distribución y quejas de los clientes, entre otras cosas.
Desde junio, ha conectado más de 18.000 sistemas solares de techo para hogares y ha creado un mapa para facilitar la conexión a la red de las empresas de energía renovable.
Sin embargo, el jefe de la empresa, Wayne Stensby, dice que la isla no puede simplemente migrar a la energía solar sin hacer que el sistema que ya tiene sea más confiable, lo que significa inversiones en la red tradicional.
“Esa idea de una red más descentralizada, con más energía renovable, es parte del futuro aquí, seguro”, dice. “Eso no deja de necesitar un sistema eléctrico sólido y robusto, para que pueda transmitir energía de manera confiable en todo Puerto Rico e integrar esos recursos de manera efectiva”.
Stensby comenzó a trabajar en 2020 después de que la anterior empresa de servicios públicos, la AEE (por sus siglas en inglés), se declarara en quiebra. Gran parte de su trabajo ha sido la gestión de crisis: resolución de apagones y enrutar al personal más allá de los bloqueos creados por el sindicato de la antigua empresa de servicios públicos, mientras asegua que el equipo no se pudra en almacenes sin techo.
Pero hay poca paciencia para esto entre la población, especialmente porque las facturas de servicios públicos, que ya son algunas de las más altas de EE.UU., aumentan cada vez más.
“Todos los días sube. Es un asalto increíble a la gente”, dice José Aníbal González, un exmaestro de 78 años, quien se quedó sin electricidad durante días en el reciente apagón. “Nos están desangrando”.
“Creo que hay un juego de culpas [sobre] quién es el responsable”, dice Jenniffer González-Colón, quien representa al territorio de EE.UU. en Washington D.C. “Desde mi perspectiva, no ha pasado nada y eso es algo que frustra, más cuando hiciste que el Congreso aprobara muchos fondos para la isla”.
Si bien ella culpa principalmente a LUMA y la AEE por la inacción -ninguna de las compañías presentó ninguna propuesta de gasto sustancial al gobierno hasta marzo- sus puntos de vista sobre la reconstrucción de la red se asemejan a los de Stensby.
González-Colón apoya las energías renovables, pero dice que la isla, especialmente su sector manufacturero, necesita urgentemente electricidad confiable.
“Debemos tener en cuenta que el 45% de nuestra economía son productos farmacéuticos, fabricación de dispositivos médicos que requieren energía estable y confiable las 24 horas del día, los siete días de la semana, tanto en horas pico como fuera de horas pico”, dice. “Eso significa que no puedes usar solo baterías. Necesitas tener una mezcla”.
Mientras tanto, la gente de la isla está tomando el asunto en sus propias manos.
“La transformación, lo que llamamos, una insurrección energética, un enfoque de abajo hacia arriba para transformar nuestro panorama energético está ocurriendo”, dice Arturo Massol-Deya de Casa Pueblo.
Más allá de Miguelina en Adjuntas, donde tiene su sede la organización, los paneles solares ahora iluminan los postes de luz de la ciudad y cubren los techos de cientos de casas.
El proyecto más ambicioso del grupo hasta el momento, una microrred que conecta 20 negocios y una iglesia alrededor de la plaza principal, se completará este verano.
Massol-Deya dice que cuando Casa Pueblo instaló los primeros paneles solares en 1999, fueron recibidos como poco más que una curiosidad. Pero los huracanes fueron un punto de inflexión.
Ahora es solo cuestión de que el resto de la isla se sume.
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