Sao Paulo. Los ex presidentes brasileños Luiz Inácio Lula da Silva y Michel Temer se encuentran en las antípodas de la política, pero ambos, a ojos de la Justicia, tienen algo en común: están acusados de liderar organizaciones delictivas en Brasil.
Temer, detenido este jueves por corrupción, alcanzó la Presidencia en 2016 tras el juicio político de Dilma Rousseff, despojada del poder por el Congreso, en medio del descontento de miles de brasileños hartos de la corrupción y la crisis económica atribuida al Partido de los Trabajadores.
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Mientras el PT cerraba de forma forzosa 13 años de poder, su líder, Luiz Inácio Lula da Silva, comenzaba a ser cercado por sospechas de corrupción y una dura acusación por parte de la Fiscalía: era el “comandante máximo” de los desvíos en la petrolera estatal Petrobras y el jefe de “sobornocracia”.
Lula, el político más carismático de la historia de Brasil (2003-2010), acusó a la justicia de iniciar una persecución política en su contra, al tiempo que apuntaba el dedo hacia el Gobierno de Michel Temer para tacharlo de “golpista”.
Las sospechas por corrupción no demoraron en planear sobre Temer, quien quedó contra las cuerdas después de una explosiva revelación realizada por los dueños del gigante cárnico JBS y que le convirtieron en el primer presidente brasileño en ejercicio en ser denunciado formalmente por la Fiscalía por asuntos de corrupción.
El entonces presidente se valió de su astucia política para conseguir apoyo en el Congreso y frenar así dos de las tres denuncias presentadas por la Fiscalía durante el ejercicio del poder, pero los procesos, junto a otros anteriores, fueron remitidos a primera instancia una vez que perdió el fuero privilegiado tras dejar la Presidencia, el pasado 1 de enero.
Mientras Temer hacía malabarismo para impedir el avance de las denuncias y mantenerse con vida en el Gobierno, el ex presidente Lula fue detenido en abril por corrupción pasiva y lavado de dinero, acusado de recibir un apartamento en el litoral de Sao Paulo por parte de la constructora OAS a cambio de favores políticos.
Casi un año después del encarcelamiento de Lula, Temer se convirtió en el segundo ex presidente de la historia de Brasil arrestado por delitos de corrupción.
Al igual que Lula, la Fiscalía le acusó de ser el “líder de una organización criminal” que incurrió en los crímenes de corrupción, peculado y lavado de dinero y “el principal responsable por los actos de corrupción” descritos.
La investigación en este caso se basó en la denuncia hecha por el propietario de la empresa Engevix, José Antunes Sobrinho, que aseguró que pagó sobornos para adjudicarse un contrato en la construcción de la central nuclear Angra 3, y que estos pagos para favorecer a líderes del partido Movimiento Democrático Brasileño (MDB) eran de conocimiento de Temer y de Moreira Franco.
A pesar de los desencuentros políticos protagonizados en los últimos años a raíz del impeachment, el antiguo líder sindical y el abogado constitucionalista se han visto derrotados políticamente por el mismo escándalo, la Lava Jato.
La mayor operación contra la corrupción de Brasil, que comenzó en 2014 como una pequeña investigación de blanqueo de capitales en un puesto de lavado de coches, ha determinado el destino de los dos animales políticos.
Lula purga desde el pasado 7 de abril una condena de 12 años y un mes en la sede de la Policía Federal de Curitiba (sur), mientras que Temer ha sido objeto de una orden de arresto preventiva y, según lo establecido por la justicia, será encarcelado en Río de Janeiro.
Fuente: EFE