Su madrina trata de que no mire la televisión, aunque a veces no puede evitarlo: revivir el pasado, duele. Saber que quien lo atacó sexualmente vive a cuatro cuadras asusta. Juega al fútbol como cualquier joven en Argentina, pero desde que fue violado, cuando tenía seis años por un dirigente del club Florida llamado Mario Tolosa, nunca más pudo jugar a la pelota en una institución ya que no se anima a entrar a un vestuario.
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Según consigna el diario Clarín que estuvo con él y su familia, en Pablo Podestá, el niño, que hoy tiene once años y cursa sexto grado, es cuidado por su tía Aldana -a la que le dice “má”- y los hijos de ella son para él sus hermanos.
“¿Todo esto es por mí? Me da vergüenza”, le dijo el joven a su tía al ver que en los noticieros hablaban del ataque sexual y del fallo de los jueces de Casación Horacio Piombo y Sal Llargués que redujeron la pena del violador de seis años a tres años y dos meses por considerar que “ya había sido ultrajado por su padre” (no fue comprobado) y “había sido acostumbrado a situaciones de travestismo”.
Hace dos días, desde que cobró notoriedad pública el caso por el polémico fallo de los jueces, el chico no va al colegio. Su madrina tiene miedo que sus compañeros se burlen de él y trata de protegerlo.
El menor tiene un padre biológico que pasó 30 años preso y una madre que huyó después de que su pareja le diera una paliza feroz. “Al principio, cuando pudo contar el abuso, se ponía muy mal: se hacía pis, no quería jugar a la pelota, se enojaba y tiraba las cosas, no quería salir a jugar a la vereda. Pero era más vergüenza que otra cosa porque se había enterado todo el barrio”, dijo Aldana.
“Cuando él decía que tenía miedo de cruzárselo, le decíamos 'tranquilo, está preso, no va a volver más'. Y él se calmaba. Y de repente nos venimos a enterar que hacía un año que estaba libre, viviendo a cuatro cuadras de casa, y nosotros no lo sabíamos”, se indigna.
Aldana sueña con que su hijo adoptivo, en proceso de trámites, tenga una vida normal, pero confiesa que tiene “miedo”. “Yo no lo dejo que esté con ningún desconocido, no dejo que se le acerque nadie. Va de la escuela a la casa. Y a las 9 de la noche, todo el mundo a la cama”, cuenta.
Fuente: La Nación, Argentina / GDA