Las líneas de Nazca, en el sur de Perú, son un enigma histórico que durante decenios ha excitado la imaginación y curiosidad de viajeros, historiadores y arqueólogos.
Hoy se sabe que los gigantescas líneas y geoglifos fueron obra de los pobladores de la cultura nazca, que habitaron entre los siglos I y VII el departamento de Ica, en el desierto costero del centro-sur de Perú, pero son muchas aún las incógnitas, lo que ha dado lugar a las interpretaciones más diversas, algunas tan peregrinas como la que las atribuye a la acción de extraterrestres.
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También se sabe que ni la cultura nazca ni sus fabulosas líneas hubieran sido posibles sin otro vestigio grandioso del que no se ha hablado tanto: los acueductos de Nazca, un extraordinario sistema de pozos y canales subterráneos que permitió regar los campos de los nazca y producir los alimentos necesarios para que floreciera una próspera cultura en una de las zonas más áridas e inhóspitas del continente americano.
Se les ha llamado “los ojos de agua”, por los puntos de captación de agua de los acueductos y los respiraderos en forma de espiral de unos siete metros de profundidad que dejan percibir el agua en algunos puntos de la red.
Ana María Cogorno, presidenta de la Asociación María Reiche, le dijo a BBC Mundo que “sin agua no hay vida, por lo que toda esa cultura única no hubiera sido posible sin los acueductos”.
Cogorno forma parte de un proyecto para la conservación de los acueductos en colaboración con el Ministerio de Cultura de Perú, la Unesco y la multinacional peruana de refrescos AJE Group. Muchos siguen en uso hoy día y se utilizan para el abastecimiento de agua a los pobladores de la zona.
Los acueductos de Nazca son un sistema hídrico asombrosamente avanzado para la época.
De acuerdo con el Ministerio de Cultura de Perú, la mayoría fueron construidos entre los años 300 y 500, entre los períodos conocidos como Nazca Temprano y Nazca Medio. Se estima que datan de una fecha cercana a la de las líneas y geoglifos.
Se trata de un sistema de galerías filtrantes, con pozos, reservorios y canales, algunos subterráneos y otros a cielo abierto, excavados por los nazca, que lograron así extraer el agua contenida en la capa freática bajo el terreno desértico que habitaban.
El sistema capta por filtración el agua de la capa freática y la conduce por tramos subterráneos y descubiertos hasta almacenarlos en un reservorio desde el que luego será distribuida a los campos de cultivo.
Los canales tienen una longitud operativa de más de 9,5 km y logran irrigar más de 3.000 hectáreas de tierras.
Alberto Martorell, responsable de la Dirección Desconcentrada de Cultura de Ica, señala que “así se hacían con el agua de las filtraciones y las nevadas de los Andes, que pasaba por el subsuelo y desde allí era captada a través de los acueductos de una zona en la que no hay agua superficial la mayor parte del año”.
Quienes la han estudiado han admirado la cultura nazca por sus conocimientos de astronomía y matemáticas, y los canales son un nuevo ejemplo de la sabiduría de este mundo antiguo y misterioso.
Martorell indica, sin embargo, que, aunque la red tuvo básicamente la finalidad de la irrigación, “la cercanía de unos ojos de agua a otros hace pensar que tuvieron también un uso ceremonial”.
La cultura nazca es una de las ricas civilizaciones prehispánicas cuyo legado llena de orgullo a muchos peruanos y los historiadores coinciden en que su desarrollo jugó un papel clave en la evolución humana sobre el territorio del actual Perú.
Aunque una minoría de autores sostiene que fueron creados durante la época colonial española, la mayoría de los expertos considera a los acueductos de Nazca una de las creaciones más originales de esta cultura y más decisivas para su desarrollo.
El arqueólogo Abdul Yalli subraya que “se trata de un sistema hidraúlico único en el mundo andino”.
Por ello, están protegidos por el Estado peruano como Bien Cultural de la Nación desde 2006 y la Unesco colabora en los esfuerzos por su conservación.
La continuidad de su uso hasta la actualidad los ha convertido en un asunto vital para los pobladores de la zona, más allá de su valor histórico o cultural.
Los acueductos que mejor se han conservado siguen en uso, pero otros han corrido peor suerte.
Yalli explica que “algunos acueductos están bastante descuidados y algunos incluso han desaparecido debido a la expansión urbana de Ica”.
Yalli ha sido uno de los responsables del proyecto de rehabilitación de los acueductos de Ocongalla y Cantalloc. En Ocongalla se limpiaron 500 metros de maleza y se consolidaron 120 metros de muros.
El objetivo es continuar el trabajo a medio plazo con otros acueductos y crear en Ocongalla un centro de interpretación arqueológica que ayude a profundizar en el aprendizaje del uso sabio del agua, un tema de plena vigencia en la actualidad.
Para Cogorno, dedicada a continuar la labor de recuperar el legado de la cultura nazca, “las líneas y los acueductos forman una creación espectacular y por eso aquel es un sitio sagrado en el que uno siente el valor de miles de años de historia y que merece la pena conservar”.
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