Por si no fuera suficiente que Jerôme Valcke, secretario general de la FIFA, les diga a los brasileños que están retrasados en la construcción o remodelación de los estadios, las protestas masivas contra la organización del Mundial y el fenómeno de los ‘rolezinhos’ ponen los nervios de punta al Gobierno Brasileño, a menos de cinco meses de que se inaugure el máximo torneo futbolístico del planeta.
Miles de brasileños han confirmado, por medio de las redes sociales, que participarán hoy en las manifestaciones programadas en 36 ciudades (las 12 sedes mundialistas entre ellas) para protestar contra la corrupción en el organismo encargado de remodelar los estadios.
Según remarca el manifiesto de la convocatoria de hoy, el gasto de la organización del certamen ha crecido un 285% sobre el presupuesto inicial previsto y la cantidad invertida supera lo gastado por Alemania y Sudáfrica, los últimos anfitriones del campeonato.
Durante la Copa de las Confederaciones del año pasado, el gobierno de Dilma Rousseff las vio moradas para controlar las movilizaciones ciudadanas que empezaron contra el alza del transporte público de Sao Paulo y abarcaron, luego, reclamos contra la violencia y la inseguridad y por una mayor inversión en salud y educación.
Aquella chispa nunca se extinguió y hoy amenaza con un resurgimiento huracanado.
¿Bienvenidos los turistas?
La directora del Instituto Brasileño de Turismo (Embratur), Leilla Holsbach, afirma que se espera la visita de unos 600 mil turistas extranjeros durante junio y julio, meses en los que se juega el Mundial.
Para resguardarlos a ellos y a los brasileños que acudan a los partidos, el gobierno instalará 12 centros de comandos locales y dos nacionales para unir a todas las fuerzas involucradas en que el evento transcurra con la mayor normalidad.
Precisamente, de los visitantes foráneos tampoco se han olvidado los convocantes de las marchas de hoy. A ellos les piden que no acudan al país “para no decepcionarse”. Y bajo el lema “No habrá Copa”, estos indignados del anfitrión del evento futbolero refuerzan la idea de que “mientras todos los brasileños no tengan derechos, no habrá Mundial”.
Invasión en los ‘malls’Hasta hace poco, ‘rolezinho’ era una palabra inofensiva en Brasil. Aludía a una reunión de adolescentes y jóvenes en un lugar público (un parque, una plaza o un estadio). Sin embargo, desde que los ‘rolezinhos’ se trasladaron a los centros comerciales y a exclusivos ‘malls’, las alarmas se encendieron y hoy suenan todas al unísono.
Las convocatorias se expanden como reguero de pólvora a través de las redes sociales y, de pronto, multitudes de chicos de zonas marginales irrumpen en los pasillos y galerías de centros comerciales’ para “desordenar, coquetear y besuquearse”, como dicen ellos mismos.
El primero de estos ‘flashmobs’, según la agencia DPA, ocurrió el 7 de diciembre del año pasado, cuando unos 5 mil chicos ‘invadieron’ el centro comercial Metro Itaquera, en el este de Sao Paulo, “cantando, gritando y bailando”, según la gerencia del establecimiento.
No se registraron delitos, como tampoco los hubo en la mayoría de eventos posteriores, pero sí tumultos, correrías y rumores de ‘barridas’, como se llama a los robos masivos en playas o restaurantes de lujo.
No se descarta más ‘rolezinhos’ para este fin de semana. De hecho, hay uno anunciado en Leblon, un barrio exclusivo en Río. Y tampoco se descartan para cuando la pelota mundialista empiece a rodar.
Cierrapuertas obligado
El último fin de semana varios centros comerciales decidieron cerrar sus puertas y los dueños de negocios reconocieron haber pedido auxilio a la presidencia.
Estos apurados cierres han incrementado aun más la tensión, ya que se acusa a los ‘malls’ de “negar la entrada a los negros y pobres”.
La policía paulista ya viene investigando a varios muchachos por conspiración criminal y perturbación del orden público. Esto ha generado numerosas críticas que señalan que los jóvenes son perseguidos por ser de las clases más bajas del país.