El doctor Oscar Quijano levanta un hueso y explica cómo con sólo observar su textura ya sabe qué edad tenía la persona cuando murió. “Todos los días son una curva de aprendizaje”, afirma.
El departamento de antropología forense del Instituto de Medicina Legal de San Salvador se siente como un museo de historia.
Colocados prolijamente sobre las mesas hay una serie de esqueletos, con cada hueso etiquetado y puesto en su posición.
Pero estos huesos que me muestran no me hablan del pasado de El Salvador, me dicen más sobre lo que está pasando en este momento.Seguir a @Mundo_ECpe !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
MUERTES VIOLENTAS
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El fenómeno de las maras se originó en barrios hispanos de Estados Unidos.
Algunos de estos esqueletos no tienen más de un año de antigüedad.
El doctor Quijano dice que los huesos le son entregados cuando la gente los encuentra de forma casual o cuando son entregados a la policía como parte de acuerdos legales con pandillas criminales.
Cada uno de ellos pertenece a alguien que murió de forma violenta.
Uno de los cráneos debió ser reconstruido cuidadosamente porque la víctima tenía la cara completamente destrozada.
Otro tenía varios agujeros de bala.
El doctor Quijano me lleva a una de las mesas y recoge unas vértebras, señalando que esa víctima fue descuartizada, probablemente en vida.
“Cada grupo o pandilla mata de forma distinta”, me cuenta.
“Descuartizando o estrangulando. O con un golpe en la cabeza. Cada uno tiene su propio estilo de ejecución”.
TREGUA QUE SE DERRUMBA
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Las maras se adueñaron de los vecindarios en San Salvador y marcan su territorio con graffitis.
Quijano dice que su equipo no se da abasto con todo el trabajo que recibe.
En los últimos meses le han traído más y más huesos para investigar.
Según el Instituto de Medicina Legal, mayo se convirtió en el mes “más violento” desde que finalizó la guerra civil salvadoreña en 1992. De mantenerse los actuales índices de homicidios, al cierre del 2015 el país podría sobrepasar los asesinatos registrados en el 2009, cuando El Salvador llegó a ser el país más violento del mundo.
Mucha de esa violencia es producto de las pandillas más grandes del país.
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Algunas de las pandillas acribillan a sus víctimas con tiros a la cabeza.
Tanto la Mara Salvatrucha como la banda Barrio 18 trazan sus orígenes en la ciudad estadounidense de Los Ángeles, donde fueron fundados por inmigrantes centroamericanos.
Luego de que muchos de sus miembros fueran deportados a sus países de origen, ahora controlan vecindarios enteros en El Salvador.
En 2012 las principales bandas del país acordaron una tregua, que redujo los índices de homicidio en un 40%.
Pero ese pacto se derrumbó casi por completo y los asesinatos se dispararon.
Marzo fue el mes más letal de la última década y la violencia no ha parado en El Salvador.
VIDA DURA
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Pedro Valladares Martínez fue asesinado de un tiro a la cabeza mientras trabajaba conduciendo un bus.
La familia de Pedro Valladares Martínez lo sabe bien.
El mes pasado este padre de familia estaba trabajando como conductor de autobuses cuando fue asesinado de un tiro a la cabeza.
Pocos días antes, Valladares le había dicho a su esposa Margarita que su trabajo se estaba poniendo demasiado peligroso. Quería conseguir algún otro empleo.
“Regresó a casa a las ocho de la noche, cenó y miró deportes en la TV”, me contó Margarita.
“Cuando terminó llamó a nuestros cinco hijos y les pidió que por favor se portaran bien, que vivimos en un lugar tan violento y que incluso puedes meterte en problemas por solo mirar a alguien”.
“NO HAY TREGUA”
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La policía creó una fuerza especial antipandilla pero no ha logrado frenar la violencia.
Los críticos afirman que la tregua solo sirvió para fortalecer a las pandillas.
El presidente del país, Salvador Sánchez Cerén, quien asumió en junio del año pasado, no ha reconocido la tregua.
Y no está de acuerdo con negociar con los miembros de las maras como forma de luchar contra el crimen.
Pero con las cifras de homicidios en alza, muchos salvadoreños temen que su país pueda caer en otra guerra civil.
Sostienen que la guerra entre pandillas reemplazó a las luchas guerrilleras y los escuadrones de la muerte que destruyeron el país entre 1980 y 1992.
En ese momento, la pelea era entre los rebeldes marxistas del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y el gobierno.
“Hoy el problema en El Salvador ya no es solamente un tema entre pandillas”, afirma Raúl Mijango, un exlíder del FMLN que ayudó a acordar la tregua entre las maras hace tres años.
“Ahora lo que hay es un problema entre las maras y el Estado de El Salvador”, asegura.
Con 70.000 miembros activos y cuatro veces ese número de personas conectadas o dependientes de las pandillas, este no es un problema que el gobierno puede ignorar, sostiene Mijango.
“Cerca del 11% de los salvadoreños están involucrados en la violencia que azota al país, de modo que no se puede resolver un problema de pandillas de esta magnitud simplemente persiguiendo a las maras”, asegura.
ESTRATEGIA INFRUCTUOSA
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La policía creó una fuerza especial antipandilla pero no ha logrado frenar la violencia.
La policía es cada vez más un blanco de ataques.
A pesar de que se creó una nueva fuerza antipandillas, por el momento no se ha logrado frenar la ola de homicidios.
¿Será la solución una nueva tregua?
El subdirector general de la Policía Nacional Civil, Howard Augusto Cotto, afirma que la táctica de mano dura no ha funcionado en El Salvador, pero dice que negociar con las maras es “un tema difícil”.
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Raúl Mijango cree que el Estado es parte del problema.
“Es una estrategia que no puede aportar resultados”, sostiene.
Cotto afirma que las negociaciones con grupos que tienen una ideología particular o una visión política han sido exitosas.
“Pero aquí hablamos de actividades criminales”.
El jefe policial afirma que tiene que haber otra solución, una que prevenga que el crimen ocurra en primer lugar.
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El subdirector general de la Policía Nacional Civil cree que no sirve negociar con las maras.
Pero los recursos son escasos. Y estas maras tienen igual –o quizás mayor cantidad- de poder de fuego que las autoridades a las que se enfrentan.