Piedras, muebles viejos, electrodomésticos descompuestos, troncos de árboles, postes derribados, escombros, basura y hasta una tanqueta.
Cualquier cosa les sirve a los “gochos” –como se conoce a los habitantes del estado venezolano de Táchira– para bloquear las calles de San Cristóbal, la capital del departamento.
Fue aquí que hace ya más de un mes empezaron las protestas en contra del gobierno del presidente Nicolás Maduro que luego se extendieron por otras regiones de Venezuela.
Y las barricadas se han convertido en el símbolo de lo que los opositores de esta región andina han dado en llamar “la resistencia”.
“Hay más de cien barricadas por todo San Cristóbal”, le dice a BBC Mundo el alcalde Daniel Ceballos. “Está comprometido como el 40% de la ciudad”, sostiene.
Y Ceballos, quien pertenece al opositor Voluntad Popular, justifica las barreras como una reacción a los ataques de las fuerzas del orden y motorizados chavistas en contra de los manifestantes: inicialmente estudiantes que protestaban por la inseguridad, ahora un grupo heterogéneo de opositores que demandan un cambio de gobierno.
Para lidiar con el problema el presidente Nicolás Maduro convocó sin embargo a una “conferencia de paz” para Táchira que debería instalarse en San Cristóbal este jueves.
Aunque, por el momento, en las barricadas eso no ha hecho ninguna diferencia.
II
La protesta no se puede separar de las dificultades para acceder a productos básicos: las que habían antes, las que hay ahora.
“Esto ha agudizado el problema de la escasez. Hay colas kilométricas en supermercados, farmacias, panaderías”, reconoce el alcalde Ceballos.
Y las colas se forman en horas de la mañana, cuando esta ciudad de más de 620.000 habitantes, ubicada a 33 kilómetros de la frontera con Colombia –65 por carretera– se aproxima a la normalidad lo más que se puede
Es una normalidad bastante relativa. Hace días que no circula el transporte público y mucha gente tiene que caminar hacia los pocos negocios que se mantienen abiertos: tiendas de alimentos, farmacias, algunos servicios.
Y la ventana de oportunidad solamente dura unas horas, pues en las primeras horas de la tarde autos y gente se apuran para regresar a sus casas para resguardarse por lo que pudiera suceder durante la noche, cuando aumenta sensiblemente el riesgo de violencia.
“Por lo general nos atacan en la madrugada”, le explica a BBC Mundo Albert Medina, un estudiante de 26 años de la Universidad Católica del Táchira que hace parte del grupo de protestantes que cuida la barricada donde está la tanqueta – un viejo monumento ubicado sobre una de las principales avenidas de la ciudad, ahora un símbolo de la protesta.
“Tomamos turno, nos rotamos mucho entre todos estudiantes y la sociedad civil para proteger las barricadas y que no haya ninguna agresión violenta”, cuenta otro universitario, que se identifica como Alejandro, mientras recorre las barricadas ubicadas en el sector de Las Pilas, en el centro-este de la ciudad.
Fue en esta zona donde hace poco más de una semana falleció el también estudiante Jimmy Vargas, al caer del segundo piso de uno de los edificios aledaños en medio de choques entre los protestantes y las autoridades.
Y a pocas cuadras de las llantas humeantes que cierran la avenida vecina, veo a un grupo de jóvenes, algunos encapuchados, preparando cocteles molotov para el aparentemente inevitable enfrentamiento nocturno.
III
La noche, si embargo, todavía no cae. Y durante el día en San Cristóbal por lo general reina la calma.
En las zonas de “guarimbas” –el nombre que le dan los venezolanos a este tipo de protesta–, no se aprecia ni un solo guardia nacional, mucho menos a los efectivos del batallón de paracaidistas enviado a Táchira hace un par de semanas por el presidente para reforzar la seguridad en este estado de frontera, los que resguardan sobre todo las vías de acceso.
Y tampoco hay nada que sugiera la presencia de paramilitares que según el gobernador de Táchira, José Vielma Mora, habían llegado desde Colombia para infiltrar las protestas.
Vielma Mora, sin embargo, también acusa a los guarimberos de “terrorismo vecinal”, de mantener secuestrados a los pobladores de los barrios donde se alzan las barricadas.
Y algo parecido sostiene Jonathan García, diputado ante el congreso regional por el mismo partido del gobernador tachirense: el oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela.
“Todo es parte de un plan insurreccional que se expresa en esas trancas de calle, en esas barricadas; que se expresa en la capucha, que se expresa en la situación de violencia que viven miles de familias todos los días cuando no pueden salir de sus hogares a la hora que quieren, ni entrar a la hora que quieren”, le dice García a BBC Mundo.
“Esa es una violación de todos los derechos que tenemos en la constitución los venezolanos”, sostiene.
García no duda además en responsabilizar a los opositores por los episodios de violencia. “Nosotros no les vamos a dar la excusa que ellos están buscando, de desalojarlos por la fuerza, como se hace en cualquier parte del planeta”, le explica a BBC Mundo.
“Sabemos que ahí están las cámaras, sabemos que ahí están los videos para tratar luego de venderle al mundo que el pueblo desarmado de Venezuela está siendo reprimido salvajemente por el gobierno tiránico de Venezuela, para poder justificar una intervención de los Estados Unidos”, afirma.
Pero también hace una salvedad: “Estamos respaldando a las comunidades que poco a poco se han ido levantando ellas mismas por su cuenta y han salido a quitar las barricadas”.
Según los manifestantes, sin embargo, aquellos que las autoridades intentan hacer pasar por vecinos descontentos son en realidad grupos de chavistas armados y pagados por el gobierno para tratar de amedrentarlos o desalojarlos por la fuerza.
Y la verdad es que incluso entre la gente que tiene que sortear los obstáculos para realizar sus actividades cotidianas sobran las expresiones de solidaridad para con las reivindicaciones de los guarimberos.
IV
“A mí no me incomodan (las barricadas), porque prefiero aguantarme un mes más que cuatro años de dictadura”, le dice a BBC Mundo América Ruíz, una vecina de Barrio Obrero, un sector eminentemente comercial donde prácticamente hay barricadas esquina de por medio.
“¿Sabe qué es triste? Pararse uno a las dos, tres de la mañana, ir a hacer cola para que te atiendan a las dos, tres de la tarde, y ya cuando tu llegas a los sitios donde tú vas a comprar te digan ”no señora, ya no hay ni papel ni harina, devuélvase“. De sentarse uno a llorar”, se queja.
Y Vianey Carvajal, un habitante del sector más popular de La Concordia, coincide.
“Es que aquí ya no es la lucha de los estudiantes. Es la lucha porque no se consigue leche, no consigue pan”, le dice a BBC Mundo.
“No lo tomamos como un sufrimiento, sino como una inversión”, sostiene Carvajal, uno de los muchos gochos que creen que, por ser un estado fronterizo y fundamentalmente opositor, en Táchira se agravan muchos de los problemas por los que ellos acusan al gobierno chavista: inseguridad, escasez, corrupción.
“No se trata de hacer la vida más fácil o más difícil con las barricadas. La situación es que si la vida la tuviéramos fácil no la estaríamos haciendo”, agrega Blanca Ontiveros, una vecina del sector de Las Pilas.
Y, de regreso en Barrio Obrero, Jesús Delgado, un veterano comerciante, se muestra convencido de que los que piensan así son mayoría.
“El 80% de San Cristóbal está de acuerdo con esto”, le asegura a BBC Mundo.
V
Hay, sin embargo, gente que no piensa así, aunque para hallarlos me tengo que alejar de las barricadas.
Los encentro en el centro cívico de la ciudad, en medio de una poco nutrida celebración para conmemorar el primer aniversario de la muerte del expresidente Hugo Chávez.
Ahí Lía Rodriguez, camiseta en homenaje a Chávez, gorra en apoyo a Maduro, me dice que en su barrio, Las Pilas, no se atreve a hablar por miedo a los “guarimberos”.
Y Omar Ramírez, estudiante de la Universidad Nacional Experimental del Táchira, no duda en criticar a sus compañeros.
“Muchos estudiantes están en contra de lo que son estas barricadas, estas guarimbas, porque ellos mismo se están afectando”, afirma.
“Y hay muchas otras personas afectadas, porque el humo de esas barricadas ha generado un problema de salud pública. La gente quiere gas, quiere comida, quiere que sus niños vaya al escuela, porque quieren ir al supermercado, quieren asistencia médica”, agrega.
VI
De regreso en las barricadas, sin embargo, parecen ser muchos más los que afirman seguirán protestando mientras no se produzcan un cambio en el gobierno.
Y numerosos gochos afirman estar dispuestos incluso a marchar hacia Caracas como hiciera hace más de un siglo su coterráneo Cipriano Castro, el líder de la denominada Revolución Liberal Restauradora de 1899.
De hecho, esta zona del país se precia de haber ejercido una poderosa influencia en la vida del país en momentos claves de su historia.
Y, además de Castro, la lista de presidentes gochos va desde Juan Vicente Gómez a Carlos Andrés Pérez, pasando por el dictador Marcos Pérez Jiménez.
Aunque, por el momento, es más bien Caracas la que está viniendo hacia ellos.
El miércoles, la diputada María Corina Machado, uno de los rostros más visibles de la oposición, se desplazó a Táchira para participar en un pequeña marcha de protesta que transcurrió si incidentes.
Y ahora ahí está también la conferencia de paz convocada por el gobierno, aunque la mayoría de los protestantes no parecen tomársela particularmente en serio.
“No han logrado sentar a la parte política”, explica Pedro Pablo Quintero, un profesor universitario de 60 años que dice haber votado por Chávez y ahora apoya la protesta.
Aunque para él es un primer paso, pequeño, que no debería despreciarse completamente.
“Hay que tener paciencia. Esta lucha no es breve. El venezolano que piense que estas propuestas nos hacen salir de Maduro mañana está equivocado”, le dice a BBC Mundo.
“Pero se está presentando el precedente para que la sociedad venezolana, las instituciones venezolanas reaccionen. Y hay las fórmulas legales, jurídica, para que esto se pare”, agrega.
Otros son más impacientes, y por eso las autoridades no dudan en calificarlos de golpistas.
Pero entre todos parece haber una coincidencia evidenciada por la ubicuidad de la consigna “el que se cansa pierde”, visible en muchas de las barricadas.
Y la respuesta de Omar Cárdenas, un estudiante al que le pregunto cuanto tiempo están dispuestos a seguir en las calles es categórica.
“Esto va para largo. Duraremos lo que tengamos que durar”, afirma.