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Antes de las elecciones presidenciales del domingo en Bolivia, si nos atenemos a las encuestas, la única duda es si Evo Morales superará el 64% que sacó en diciembre de 2009, cuando renovó su cargo.
Todo apunta a que ganará Morales, quien no es particularmente carismático en el sentido clásico y, sobre todo en público, puede resultar poco elocuente para un extranjero.
Y aun así ninguno de sus contrincantes tiene la más mínima posibilidad de hacerle sombra.
El presidente es un campesino cocalero, sin formación académica, con un pasado de sindicalista y con cierta tendencia a decir cosas inapropiadas. Pese a ello, es el claro favorito en las urnas.
La oposición lo acusa de populista y de ser un caudillo con aspiración de eternizarse en el poder. Y, de nuevo, no hay encuesta que no prediga su victoria aplastante.
Por larga que sea la lista de defectos que se citen, sobre todo si se lo mira desde una perspectiva “occidental”, no cabe duda de que el presidente es el candidato favorito de los bolivianos. ¿Tiene algún secreto su éxito político?
ES LA ECONOMÍA...Evo Morales lleva ocho años y medio en el poder y, lejos de acusar el desgaste, se encamina a sobrepasar al mariscal Andrés de Santa Cruz (1829-1839) como el mandatario que más tiempo ha gobernado a Bolivia.
Un éxito que inevitablemente hay que anotar a la relativa buena marcha de la economía boliviana.
El país lleva ya diez años continuos de crecimiento, con reducción de la deuda externa, aumento de las reservas internacionales y sobre todo durante el gobierno de Morales no ha dejado de bajar la pobreza extrema, que ha pasado del 38% al 20%.
Los críticos se quejan de que se trata de un modelo sin futuro a largo plazo, basado en la exportación de una materia prima como el gas y que se aprovecha de un momento de altos precios internacionales.
Pero desde el gobierno insisten en responder que eso sólo ha sido posible gracias a que Morales impulsó una serie de “nacionalizaciones” del sector energético.
En realidad, se trató sobre todo de una renegociación de los contratos de concesión de explotación a las multinacionales extranjeras que multiplicó los ingresos del Estado.
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Los nuevos recursos se dedicaron a bonos directos para asegurar el sustento a sectores desfavorecidos como niños y ancianos. Además, se invirtió el excedente en la construcción de infraestructuras.
Además, tuvieron mucho cuidado de expropiar sólo sectores estratégicos como las telecomunicaciones y no empresas del sector de alimentos ni de otros que pudieran llevar a hacer que el país dependiera demasiado de las importaciones.
“El Estado, fuerte, controla los recursos naturales y tiene una gran capacidad de generación de excedentes que se utilizan en ampliar el Estado, lo que crea muchas más adhesiones al gobierno” le dice el periodista Fernando Molina a BBC Mundo.
Todo eso se combinó con políticas relativamente ortodoxas destinadas a controlar la inflación para hacer posible la situación de bonanza que vive el país y que además hizo posible la pacificación de las tensiones políticas con autonomistas de la región de Santa Cruz, cuya clase dirigente provenía de la patronal.
“Cualquier empresario sabe que si disminuye la aversión al gobierno, como en 2008, puede aprovechar más este boom económico”, le dice a BBC Mundo Pablo Stefanoni, analista y periodista.
DEL DEFECTO, VENTAJAMás allá de la economía y de las políticas sociales, para explicar que siga tan alta la popularidad de Morales está también su condición de indígena, como la mayoría de la población de su país.
Así, por más que indígenas, campesinos y obreros no dudan en salir a protestar cuando consideran que lo requiere el caso, a la hora de votar siguen leales a uno de los suyos.
Como señala Molina, el presidente “es muy intuitivo, no tiene carisma en el sentido tradicional pero sí la capacidad para conectar con los bolivianos porque es un boliviano como cualquier otro”.
“Conoce muy bien la psicología del pueblo boliviano y tiene una enorme capacidad de traducir todos sus propósitos políticos en dicotomías sencillas fácilmente comprensibles y creíbles para la gente”, agrega Molina.
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Por ejemplo, en sus discursos, para explicar el concepto de “inflación”, acudía al ejemplo de cómo una buena cosecha de coca hacía tener más dinero para comprar cerveza y eso llevaba al tendero a subir el precio. Así ponía la macroeconomía al alcance de los suyos.
Así, como destaca Molina, ha sabido convertir en virtudes lo que se supone son sus limitaciones, su falta de educación formal y conocimientos en asuntos como economía o que haya trabajado de pastor.
“Todo eso en lugar de ser una desventaja se convierte en una ventaja y hace que Evo Morales se convierta en el caudillo”.
¿MÁS DE LULA O DE CHÁVEZ?En el ámbito internacional, Morales hace más bien “diplomacia del fútbol”: no desaprovecha la oportunidad de practicar su deporte favorito en toda cumbre a la que acude.
En referencia a dónde ubicar a Evo Morales en el panorama de la izquierda latinoamericana, si con las líneas inauguradas por Hugo Chávez en Venezuela o Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, Molina considera que: “en la retórica es chavista pero en los hechos es lulista”.
No en vano, Morales consideraba al difunto Chávez entre sus mejores amigos y compartía con él su retórica antiimperialista y en ocasiones radical.
Sin embargo, la realidad de la política boliviana es mucho más pragmática, orientada a la redistribución de la riqueza, sí, pero sobre todo a la estabilidad macroeconómica.
Para Stefanoni, si bien “existe mucha solidaridad política e ideológica con Venezuela, la mayor diferencia está en cómo se maneja la economía”.
“El chavismo tenía una utopía radical que en el contexto boliviano no se ve nada”.
Y si en ese sentido es “lulista”, aunque señala Molina, hay que hacer una salvedad en tanto el país carece del tejido administrativo de los brasileños: “Las instituciones democráticas son muy débiles, pero este tipo de personajes son sumamente destructivos para la democracia”.