Ricardo comía con su familia cuando se escuchó un fuerte ruido en la calle, “como si estuvieran persiguiendo a un auto”, y después el golpe de un impacto.
“Ya chocaron”, pensó. Se acercó a la ventana de su departamento, pero no llegó. En segundos se desató una intensa balacera.
►Quién es Ovidio Guzmán, el menos conocido de los hijos de El Chapo | PERFIL
“En la familia tenemos un protocolo para esto. Nos tiramos al suelo y nos arrastramos bajo la mesa”, le cuenta a BBC Mundo.
“Le decía a mi esposa y a mi hijo que estuvieron calmados, pero el ruido de los balazos era muy fuerte, no sé si me alcanzaron a oír”.
La escena ocurrió este jueves en Culiacán, Sinaloa, la ciudad que durante varias horas vivió una intensa jornada de terror por enfrentamientos en sus calles.
La Guardia Nacional trató de capturar a Ovidio “El Ratón” Guzmán López, uno de los hijos de Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, exlíder del cartel de Sinaloa.
El operativo desató la movilización de cientos de jóvenes armados que bloquearon las avenidas principales, así como puentes y carreteras de entrada y salida de la ciudad.
Guzmán López no pudo ser detenido. El secretario de la Defensa Nacional, Luis Crescencio Sandoval, dijo que los elementos de la Guardia Nacional a quienes se ordenó la captura “se precipitaron”.
Antes de contar físicamente con la orden de aprehensión, “tomaron el control” de la casa donde estaba “El Ratón”. Pero mientras esperaban el documento el lugar fue rodeado por decenas de sicarios.
El Gabinete de Seguridad Nacional decidió entonces suspender el operativo. Ovidio Guzmán quedó libre.
“No quiero que mi hijo escuche”
Sin embargo, para ese momento había varios enfrentamientos entre policías, militares y sicarios. Uno de ellos ocurrió afuera del edificio donde vive Ricardo.
“Cuando se paró la balacera me asomé con cuidado. En el caos afuera de mi casa se notaba que habían estado persiguiendo a alguien”, relata.
“Uno de los que iban en un coche estaba malherido. Quiso fugarse, pero lo detuvieron los policías que iban en una tanqueta. Dejó sangre en la calle”.
La tanqueta permaneció frente a su departamento, pero en pocos minutos llegó un grupo de jóvenes y disparó a los policías.
“No sé qué pretendían, rescatar a su compañero, fugarse o romper el cerco de la policía”.
Ricardo no sabe cuánto duró el enfrentamiento, pero cuando cesaron los disparos salió de su departamento.
En la calle había decenas de casquillos de bala, un charco de sangre, autos con huellas de disparos. Y el cuerpo de un joven sin vida.
Su hijo de 9 años de edad nunca había vivido una experiencia así. Estaba muy asustado. A Ricardo y su esposa les costó trabajo tranquilizarlo.
Un día después cuenta el momento, aunque en la conversación telefónica se nota que no quiere revivir ese jueves infernal.
“Aquí está mi hijo” dice en voz baja. “No me gusta que me escuche hablar de esto. Bastante tuvo con lo de ayer”.
Historia de balas
Desde hace varias décadas en Culiacán son frecuentes las balaceras. Incluso en los festejos de cada fin de año la costumbre de muchos es disparar al aire con pistolas o fusiles de asalto.
Es parte de una tradición que a veces incurre en excesos. Por ejemplo, a principios de la década del año 2000 en una de las celebraciones alguien disparó una bazuka.
En distintos momentos la ciudad ha tenido olas de mayor violencia.
En los años 90, por ejemplo, hubo un enfrentamiento en la zona del Malecón, un paseo tradicional para los culichis, como se conoce a los habitantes de Culiacán.
En la batalla murieron varias personas, entre ellas un niño que vendía elotes. El incidente desató un movimiento que derivó en la primera comisión de derechos humanos en la historia del país.
Por esa época la capital sinaloense era campo de batalla del cartel de Tijuana de los hermanos Arellano Félix contra la banda encabezada por Héctor Luis “El Güero” Palma y su compadre, “El Chapo” Guzmán.
Durante la primera parte de la guerra contra el narcotráfico que declaró el expresidente Felipa Calderón, ocurrieron varios enfrentamientos.
Sin embargo, en los últimos años la capital de Sinaloa vivía una calma relativa, con tiroteos en algunos barrios. Lo que sucedió el jueves 17 de octubre sorprendió a muchos.
María Medina, empleada en un banco, dice que nunca había sentido tanto miedo. “Pasaron varias camionetas llenas de plebes (jóvenes) bien armados”, le cuenta a BBC Mundo.
“Luego empezaron a oírse un montón de balazos. El gerente del banco ordenó que nos agacháramos y a los clientes que se metieran bajo los escritorios”.
“No pudimos salir en toda la tarde. Le llamé a mi mamá para avisarle, pero estaba aterrorizada, decía que ni siquiera con lo del Malecón había tenido tamaño susto”.
El banco donde trabaja María está en Tres Ríos, la principal zona comercial de Culiacán.
Allí, según testimonios y la versión de autoridades, se produjeron los primeros enfrentamientos.
Los números de la batalla
Oficialmente durante la jornada violenta de este jueves murieron ocho personas y 16 más resultaron heridas.
De acuerdo con la Secretaría de Seguridad Pública hubo 19 bloqueos con autos incendiados y 14 enfrentamientos en distintas partes de la ciudad.
Pero la batalla no fue solo en las calles. El secretario de la Defensa reconoció que el cuartel militar en la zona norte de la ciudad fue atacado.
Ocho soldados fueron retenidos por los sicarios, y siete vehículos y un helicóptero militar fueron agredidos con disparos.
Algunas unidades de soldados fueron retenidas. En redes sociales se publicaron videos de militares y sus vehículos rodeados por decenas de jóvenes armados.
Además, confirmó el secretario Sandoval, un grupo armado entró a una unidad habitacional donde viven familias de soldadosy disparó contra las casas.
Es la primera vez, desde el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en 1994, que una instalación militar en México sufre un ataque similar.
Parte del servicio de transporte público en la ciudad fue suspendido, y las empresas de autobuses que viajan al resto del estado y el país cancelaron operaciones.
Dos aerolíneas, Volaris y Viva Aerobús, cancelaron 12 vuelos programados para las primeras horas del viernes hacia y desde Culiacán.
Claudia Valle, cajera en un restaurante, planeaba visitar a su familia en Mazatlán este fin de semana. No pudo salir de la ciudad.
“Ya estaba en la terminal de autobuses con mi boleto cuando nos avisan que se canceló la salida por seguridad”, le dice a BBC Mundo.
“No pude regresar a mi casa en horas, los taxistas no querían llevarnos. Fue terrible, era como estar en una película de horror”.
“¿Papá, están tirando balazos?”
Más allá de los números, otro de los saldos del jueves infernal en Culiacán fue el terror de cientos de familias.
En internet se difundieron videos de personas corriendo para ponerse a salvo, algunos incluso con sus hijos en brazos.
Uno de ellos muestra a una persona armada -no está claro si es policía o sicario- que les pide a los comensales y empleados de un restaurante que escapen del sitio.
“Sabemos que viene más gente por las carreteras, aquí se va a poner más grave”, explica. “Los que puedan irse a sus casas váyanse ahorita”, añade mientras varias personas salen corriendo del lugar.
Hay otros testimonios desesperados como el video de un padre de familia que protege a sus hijos que permanecen sentados en el suelo, a un lado del auto donde viajaban.
Una niña pregunta: “Papá, ¿ya podemos pararnos?”, pero su papá dice que no mientras respira agitadamente.
El video se grabó en una calle donde varios automóviles permanecían detenidos con los conductores en el suelo. De pronto uno de ellos dice que cesaron los disparos.
El papá pide a sus hijos que suban al auto. “Rápido, rápido, mi amor”, pero antes de encender el vehículo la niña vuelve a preguntar:
“¿Papá, están tirando balazos?”. La respuesta se escucha nerviosa. “No sé, mi amor. Agáchense, váyanse en el suelo” del auto. “Ya nos vamos”.