En su tradición histórica de ofrecer amparo a refugiados políticos, el gobierno de México concedió este martes el asilo a la familia del expresidente peruano Pedro Castillo, quien se encuentra detenido desde el 7 de diciembre tras intentar disolver el Congreso.
Su esposa Lilia Paredes Navarro y sus dos hijos se encuentran camino a México tras sus trámites en la embajada mexicana en Lima.
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Luego del ofrecimiento mexicano, el gobierno peruano declaró persona non grata al embajador de México, Pablo Monroy Conesa, dándole 72 horas para abandonar el país.
Es una medida poco frecuente que suele aplicarse en casos extremos y que ahora alimenta la tensión diplomática entre dos de las economías más importantes de América Latina.
Tras la detención de Castillo, investigado por los delitos de rebelión y conspiración, entre otros, el gobierno mexicano expresó su apoyo al exlíder peruano, al que sigue considerando presidente, y atribuyó los procesos en su contra y su destitución a maniobras ilícitas de la oligarquía económica de Perú.
Argentina, Bolivia y Colombia también se han pronunciado a favor de Castillo, algo que ha generado condena desde el actual gobierno peruano de Dina Boluarte.
El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), consideró la detención del expresidente “ilegal” y aseguró este lunes su disposición a recibirlo junto a su familia y “todos los que se sientan perseguidos en Perú”.
Los familiares de Castillo son los últimos en una lista que incluye a ideólogos soviéticos, activistas de derechos humanos, exiliados republicanos españoles y expresidentes de América Latina.
Durante casi todo el siglo pasado, México tuvo una activa política de asilo. La tradición, sin embargo, menguó a partir de los años 90, cuando se modificó la forma de mediar en los asuntos de la región.
Pero esta costumbre parece haberse reactivado en las últimas dos décadas.
Hace apenas tres años, en 2019, el país norteamericano acogió al expresidente de Bolivia, Evo Morales, después que renunciara a su cargo en 2019 tras una profunda crisis social y política.
Estos son algunos de los otros personajes que llegaron a México buscando asilo o refugio político.
Entre los primeros que llegaron hubo varios cubanos que lucharon por la independencia de su país en el siglo XIX.
El más notable de ellos, el poeta y revolucionario José Martí pasó dos años en México en 1875 durante un largo período de destierro de su país.
El pensador y político peruano llegó a México en 1923 invitado por el escritor y ministro de Educación, José Vasconcelos. Llegaba como refugiado después de haber sido encarcelado durante el régimen de Augusto Leguía.
Fue en México donde, inspirado en la Revolución, Haya de la Torre fundó la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), con la que inicialmente buscaba consolidar un proyecto para toda la llamada Indoamérica.
En 1937, el gobierno de Lázaro Cárdenas accedió a concederle asilo político al ideólogo y revolucionario ruso León Trotsky, exiliado de la Unión Soviética por José Stalin.
Trotsky llegó a México tras una serie de gestiones realizadas por el pintor Diego Rivera, quien lo recibió junto con su esposa Frida Kahlo en su casa en la cuidad de México.
El asilo mexicano no terminó bien para el revolucionario. Después de sufrir dos atentados en la casa de Rivera, Trotsky fue asesinado en 1940 por el agente estalinista español Ramón Mercader mientras trabajaba en su despacho.
Durante la Guerra Civil española en los años 30, varios republicanos que huyeron de su país también fueron recibidos por las autoridades mexicanas.
Entre 1939 y 1942, durante el gobierno de Lázaro Cárdenas, México asiló a más de 25.000 españoles. Entre ellos estaba el poeta Luis Felipe y el director de cine Luis Buñuel, quien posteriormente se convirtió en ciudadano mexicano.
En 1955, después de haber sido encarcelado por oponerse al régimen de Fulgencio Batista, un joven Fidel Castro de 28 años partió de Cuba hacia México.
El refugio en ese país le sirvió a Castro para preparar su campaña revolucionaria. Tras 18 meses en México regresó a su país junto con varios aliados, entre ellos Ernesto “Che” Guevara, y eventualmente logró su objetivo de encabezar el régimen comunista en Cuba.
Dos décadas después, en 1976, durante el golpe de Estado en Argentina, el expresidente de ese país Héctor José Cámpora se asiló en la embajada de México en Buenos Aires.
El líder peronista permaneció tres años en la representación diplomática mexicana hasta que en 1979 las autoridades militares le permitieron partir hacia México.
Allí murió un año después a causa de un cáncer de laringe.
También en 1979 llegó otro personaje prominente a México: Mohamed Reza Pahlevi, el Sha de Irán, quien había sido derrocado durante la Revolución Islámica en su país.
El gobierno mexicano le otorgó una visa de turista y el sha pasó varios meses viviendo en la ciudad de Cuernavaca. Pero la hospitalidad mexicana al parecer tuvo un límite con el exmandatario iraní.
Cuando este viajó a Estados Unidos para someterse a un tratamiento médico, el gobierno de México decidió bloquear su regreso.
Durante la década de 1970 el gobierno mexicano recibió refugiados de Argentina, Chile y Uruguay que huían de los regímenes militares de sus países.
Entre los exiliados estaba la familia del presidente chileno Salvador Allende, destituido por el golpe de 1973, y varios integrantes de su gabinete.
Entre los que llegaron a México estaba la viuda de Allende, Hortenisa Bussi, y sus hijas, Isabel y Beatriz.
En los 1980 miles de indígenas de Guatemala que escapaban de la Guerra Civil en su país recibieron asilo en México.
Entre ellos estaba la activista de derechos humanos Rigoberta Menchú, quien pidió asilo en el país después de que su familia fuera torturada y asesinada en su país.
Menchú ganó el Nobel de la Paz en 1992.
La tradición de otorgar asilo en México quedó suspendida durante los siguientes 24 años. Tanto los gobiernos de Ernesto Zedillo como el de Vicente Fox y Enrique Peña Nieto se vieron envueltos en controversias con los gobiernos de izquierda de la región.
Fue hasta 2009 cuando México reanudó su práctica y otorgó asilo a Manuel Zelaya, el presidente de Honduras depuesto en un golpe de Estado.
El entonces presidente mexicano Felipe Calderón lo recibió con honores, pero sólo dos días después Zelaya salió del país.
Tras unas cuestionadas elecciones con acusaciones de fraude incluidas, el expresidente boliviano Evo Morales renunció a su cargo en noviembre de 2019.
Lo hizo después de que las Fuerzas Armadas de Bolivia le sugirieran dar un paso al lado en un contexto de violentas protestas y una profunda crisis social y política.
Tras su renuncia, Morales pidió asilo político a México y el gobierno de AMLO lo concedió atendiendo a razones humanitarias y de seguridad.
El expresidente boliviano aterrizó en Ciudad de México el 12 de noviembre de 2019, aunque un mes más tarde se trasladó a Argentina.
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