Mil mujeres se reunieron hace 150 años frente a lo que hoy es la Catedral Metropolitana de Asunción.
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Su objetivo era votar por la creación de una serie de comisiones regionales encargadas de recolectar las donaciones de joyas y alhajas de mujeres de todo Paraguay, destinadas a “aumentar los elementos bélicos de la heroica defensa de la patria”, según actas de la época.Esta reunión del 24 de febrero de 1867 es considerada la primera asamblea femenina de Sudamérica y la razón por la que Paraguay festeja el Día de la Mujer en una fecha distinta al 8 de marzo.Pero también es el origen de lo que se conoce como el ejército de retaguardia de Paraguay durante la Guerra de la Triple Alianza, el enfrentamiento internacional más sangriento de la historia de América Latina.En los cinco años de guerra que enfrentaron a Paraguay con Argentina, Brasil y Uruguay, entre 200.000 y 300.000 paraguayos murieron, al menos la mitad de su población.Entregar sus joyas para financiar el ejército fue el primer gran paso que ellas dieron en lo que terminaría siendo “el país de las mujeres”.
Durante cinco meses, ciudad por ciudad, más de 5.000 mujeres entregaron lo más preciado que tenían: aros y peinetas de oro, collares de coral, anillos y prendedores de diamantes, relojes de bolsillo, vajilla con incrustaciones en piedra, espuelas de plata.
Algunas lo hicieron convencidas con la causa nacional, en apoyo a la guerra que había desatado su presidente, el mariscal Francisco Solano López, al invadir Brasil por diferencias geopolíticas en 1864 y que, un año después, se convertiría en un conflicto transnacional imposible de ganar para Paraguay.Otras mujeres, en cambio, fueron coaccionadas a entregar las joyas y reliquias familiares que con orgullo vestían a diario, tal como indicaba la tradición local de la época.Pero todas ellas quedaron inmortalizadas como “las hijas de la patria” en el llamado “Libro de oro”, un volumen que detalla el nombre, a veces el apellido y siempre el lugar de residencia de cada donante.
Se trata de un ejemplar de 10 kilos, con 96 páginas y una cobertura con grabados en oro, que fue entregado el 8 de septiembre de 1867 junto con todas las joyas para Solano López.“El 'Libro de oro' es invaluable, es una reliquia que representa la voluntad de un pueblo por sobrevivir”, Fernando Griffith, ministro de la Secretaría Nacional de Cultura de Paraguay, sobre el texto que el mes pasado se expuso por primera vez al público general en el Archivo Nacional de Asunción.“Por ahora no tenemos el dato preciso de cuántas mujeres donaron ni del valor de las joyas”, le dice a BBC Mundo Vicente Arrúa Ávalos, director del Archivo Nacional de Asunción.Sin embargo, como el texto iba acompañado de otros tres volúmenes que contienen el inventario completo de qué donó cada paraguaya, pronto los historiadores podrán desentrañar algunos de los misterios que lo rodean.
Existen muchas teorías sobre qué hizo Solano López con las joyas.En algunos libros de historia se afirma que el presidente mandó a acuñar monedas de oro para efectivamente financiar al ejército.También están los que sostienen que usó la donación para forjarse una espada de puño y vaina de oro sólido, adornados con piedras preciosas.Incluso hay quienes aseguran que las joyas fueron a engrosar las arcas de la compañera del mariscal, la irlandesa Elisa Lynch.En cualquier caso, la historiadora paraguaya Mary Monte de López Moreira le dice a BBC Mundo que es imposible que las joyas pudieran haber sido comercializadas para comprar armas debido al bloqueo que poco después sufriría el país.
Por su parte, Arrúa Ávalos afirma que todo esto es anecdótico porque “el objetivo principal de la donación era simbólico: demostrar la fidelidad a la patria”.En este sentido, sobre la fecha de la donación, Solano López escribió: “La solicitud del bello sexo para usar los colores nacionales en lugar de sus joyas y alhajas durante la guerra es eminentemente patriótica”.“Pero —continuó— no considero que la mujer paraguaya, que tantas pruebas ha dado de su amor a la patria, necesite hacer ostentación externa de los colores que lleva impreso en su corazón ni veo por qué ha de renunciar al uso de sus joyas”.Lo cierto es que si esas joyas estaban aún en Asunción en 1869, cuando los ejércitos de Argentina, Brasil y Uruguay invadieron la capital, es muy probable que se convirtieran en botín de guerra.
“Se llevaron las rejas de las ventanas, las tejas de los techos, las tumbas de los cementerios... Se llevaron todo lo que pudieron”, cuenta Monte de López Moreira.De hecho, el propio “Libro de oro” estuvo en manos del gobierno brasileño hasta 1975, cuando fue devuelto a Paraguay.Arrúa Ávalos cuenta que por 42 años el libro estuvo en el palacio de gobierno, donde se lo conservó en óptimas condiciones, pero inaccesible para historiadores y público. Desde su entrega al Archivo Nacional de Asunción, en septiembre pasado, se encuentra escaneado y disponible online.
La donación de joyas es apenas uno de los tantos roles que asumieron las mujeres paraguayas durante la Guerra de la Triple Alianza.“Los primeros registros de mujeres luchando son de diciembre de 1868”, le cuenta a BBC Mundo el historiador paraguayo Fabián Chamorro.
Pero desde un principio, agrega Monte de López Moreira, las mujeres trabajaron la tierra para suministrar el alimento a los soldados y participaron como enfermeras, lavanderas y cocineras en los campos de batalla.“Encontré registros de algunas mujeres que iban hasta el campo enemigo, le sacaban los uniformes a los caídos, los lavaban y adaptaban para los soldados paraguayos”, explica la historiadora.Por su parte, Arrúa Ávalos afirma que, “a pesar de que la donación de joyas resuena como la máxima expresión de patriotismo”, además hicieron cuantiosas entregas de comida, ropa y aguardiente, por citar algunos ejemplos.También fueron ellas las que tuvieron la difícil tarea de reconstruir el país al terminar la guerra, en 1870.
Según los registros historiográficos más aceptados, 80% de los paraguayos que murieron durante el conflicto eran hombres. Ellas, entonces, se encargaron de plantar la tierra y faenar, pero también de otras tareas como comercializar y estivar en el puerto.Y, por supuesto, debieron repoblar el país en tiempos en que había cuatro mujeres por cada varón y hasta la pareja se compartía.Incluso, en algunas regiones de Paraguay, la proporción llegaría a ser de 20 a uno, lo cual provocó el apodo coloquial del “país de las mujeres”.No obstante, estas mujeres permanecen como heroínas anónimas. Para ellas no hay estatuas con sus rostros ni calles o plazas con sus nombres.En palabras de Chamorro: “En un país reconstruido por mujeres, nuestra historia no las recuerda”.Fuente: BBC