(AFP). Los kalash, una minoría animista de Pakistán, no llevan velo y visten prendas de colores para mayor indignación de los musulmanes conservadores, que los acusan de haber despertado la ira divina que, según ellos, originó el terremoto de octubre.
Los habitantes del distrito de Chitral, en el extremo noroeste del país, todavía sufren las consecuencias de la sacudida de magnitud 7,5 que mató a casi 400 personas en Pakistán y Afganistán.
El seísmo se produjo tres meses después de unas inundaciones que ya devastaron Chitral, y miles de familias se quedaron sin techo en esta zona montañosa, ahora que llega el invierno.
Los turistas aprecian mucho Chitral por el verdor de sus valles y por ser la cuna del pueblo kalash, conocido por sus mujeres de tez blanca y ojos claros.
Este pueblo politeísta tiene su propia lengua y honra a los dioses con música, danzas y alcohol de producción propia.
Pero el consumo de vino, prohibido por el islam, y las danzas de las mujeres contrarían a muchos musulmanes de la región.
“La gente dice que hubo un terremoto por culpa de los kalash”, asegura a la AFP una estudiante de esta etnia, Shira Bibi, en el pueblo de Brun, en la región de Bumburate.
La franqueza con la que habla sorprende en un país conservador y patriarcal. Su larga trenza negra sobresale de una cofia y lleva puesto un vestido de colores chillones. Un atuendo que le valió acusaciones en la ciudad en la que estudia, Chitral, a 100 km de su aldea.
“Venía de camino después del terremoto, vestida con la ropa kalash tradicional, y en Chitral un anciano me dijo 'Hija mía, no te pasees así. ¿No ves que hay seísmos por tu culpa? Eso dice la gente”, cuenta.
CONVERSIÓNHace siglos los kalash gobernaban Chitral pero en la actualidad son una minoría de apenas un tercio de los 12.000 habitantes, según la Red de desarrollo del pueblo kalash (KPDN).
Su supervivencia es incierta. El dirigente de KPDN, Luke Rehmat, lo atribuye a la “conversión” orquestada por las instituciones y a una sociedad que “empuja sistemáticamente a los kalash a abandonar su religión”.
Hasta este año las autoridades no reconocían su fe como religión oficial y, según Rehmat, los niños kalash están obligados a estudiar el islam en el colegio.
“En otras regiones de Pakistán, los no musulmanes pueden estudiar ética”, pero aquí no, lamenta.
Los profesores presentan el islam como una “religión superior” y “hacen un lavado de cerebro a los niños”, explica. “El resultado es que crecen sin conocer nada de su cultura, ni de las tradiciones kalash. Y se vuelcan en otras vías”.
Cerca de 100 kalash se han convertido al islam en los últimos años, según Rehmat.
“Resulta muy difícil”, cuenta otra habitante de Brun, Diana Bibi, sobre la conversión de su hermana, que viste velo integral y se niega a asistir a las ceremonias kalash.
LA MEJOR ATRACCIÓN TURÍSTICA El responsable adjunto de los servicios administrativos de Chitral, Omar Warraich, desmiente las conversiones forzadas.
“Son pobres y pertenecen a un grupo de ingresos modestos. Gente que viene de otras regiones les propone dinero para que se conviertan”, explicó a la AFP, citando por ejemplo los “musulmanes ricos que quieren casarse con jóvenes kalash”.
El gobierno lleva a cabo proyectos destinados a preservar la cultura kalash, asegura, sobre todo dando tierras para un cementerio y buscando oportunidades económicas.
“Intentamos reactivar el turismo en la región preservando la cultura kalash, porque se trata de la mejor atracción turística del país”, dice.
“No todos los musulmanes consideran a los kalash como responsables de las calamidades y destrucciones”, matiza Zafar, un miembro de la minoría.
Pero un habitante de Chitral no da su brazo a torcer: los “pecados de los kalash” son la fuente de todos los males.
“Hace tres meses, Alá vio a los kalash practicar su fe y hubo inundaciones y los volvió a ver y se produjo un terremoto. Dentro de un mes los volverá a ver y habrá borrasca en el valle”, asegura Nazai Gai.
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