Jerusalén. La nueva ministra de Justicia de Israel, Ayelet Shaked, es objeto de múltiples titulares antes de asumir el cargo, y no solo por ser considerada la diputada más guapa del Parlamento en una reciente encuesta, sino por sus polémicas declaraciones o leyes con las que ha tratado de cercenar al Tribunal Supremo.
Debido a sus polémicas opiniones tuvo notoriedad internacional el año pasado, cuando Israel llevaba a cabo la Operación Margen Protector sobre Gaza.
“Tienen que morir y sus casas deben ser demolidas. Ellos son nuestros enemigos y nuestras manos deberían estar manchadas de su sangre. Esto también se aplica a las madres de los terroristas fallecidos”, escribió en aquella oportunidad en su página en Facebook.
Sus palabras desataron una gran polémica en la sociedad, pues se entendieron como un llamamiento al genocidio al declarar que todos los palestinos son los enemigos de Israel y deben morir. “Detrás de cada terrorista hay decenas de hombres y mujeres sin los cuales no podría atentar. Ahora todos son combatientes enemigos, y su sangre caerá sobre sus cabezas. Incluso las madres de los mártires, que los envían al infierno con flores y besos. Nada sería más justo que siguieran sus pasos”, publicó el pasado 7 de julio.
Referiéndose a las madres palestinas escribió: “Deberían desaparecer junto a sus hogares, donde han criado a estas serpientes. De lo contrario, criarán más pequeñas serpientes”.
A sus 39 años recién cumplidos y con solo dos como diputada del Parlamento israelí, la número tres del partido ultranacionalista Hogar Judío, -aunque en realidad “segunda de abordo”- de Naftalí Bennet, Shaked es la ministra designada de la que todo el mundo habla.
“¿La Sarah Palin de Israel?”, se pregunta el diario progresista “Haaretz” o “Hay muy poco que pueda hacer Shaked en el Ministerio de Justicia”, sentencia el columnista Nahum Barnea del “Yediot Aharonot”, al definir a la política como “ambiciosa y diligente, que ha criticado con dureza las leyes existentes y el estamento legal”.
El primer ministro, Benjamin Netanyahu, trató de impedir que Shaked se hiciera con la cartera de Justicia, pero el último acuerdo de coalición alcanzado in extremis y que le dio la llave para gobernar, no le dejó opción.
El nuevo nombramiento supone todo un desafío, si no una paradoja para el sistema legal israelí, sostienen analistas locales.
Y es que Shaked ha sido una de las más firmes defensoras de una enmienda destinada a limitar los poderes del Supremo y no desaprovecha oportunidad para reclamar más peso para el Poder Legislativo en detrimento del Judicial.
Esta política de labia sin cortapisas, que su atractivo físico algo aniñado no termina de edulcorar, considera a la máxima instancia judicial un órgano que intenta reducir la influencia de los dirigentes electos.
En el 2014 impulsó un proyecto que, de haber prosperado, permitiría al Parlamento implementar leyes desestimadas por la Corte, que habrían erosionado los derechos que amparan a las minorías en una democracia.
Dos de sus competencias fundamentales como ministra serán encabezar la Comisión Ministerial de Asuntos Legislativos y presidir el Comité de Selección de la Judicatura por lo que, si sobrevive en el cargo hasta el 2016, tendrá su voz a la hora de designar al Fiscal General.
En paralelo, dejará huella en la evaluación y selección de las leyes antes de ser aprobadas o no por el Gobierno, con lo que marcará las prioridades en el terreno legislativo.
Pero, en un país donde no abundan los cargos técnicos, el nombramiento de Shaked -ingeniera informática- para la cartera de Justicia solo constituirá una paradoja más que sumar a su perfil.
Su hoja de vida está plagada de ellas, como la de ser una secular en un partido religioso, residir en Tel Aviv cuando gran parte de su electorado es colono o defender la prohibición del transporte público en la jornada sabática al mismo tiempo que el alistamiento de los ultra-ortodoxos.
Los medios destacan que hasta sus días como instructora de la Brigada Golani del Ejército, cuando conoció a colonos y simpatizantes de extrema derecha, no se interesó por la política.
Graduada como ingeniera por la Universidad de Tel Aviv, casada con un ex piloto de combate y madre de dos hijos, comenzó su carrera profesional en la tecnológica Texas Instruments, antes de trabajar como directora de la oficina de Netanyahu dos años, abandonando junto a Bennet en el 2008 esa función, según se dice, por desavenencias con su jefe y su esposa, Sara.
Antes de saltar a la arena parlamentaria fundó con Bennet My Israel, movimiento que pretende contrarrestar los llamamientos al boicot de Israel y desde el que arremetió contra la inmigración de africanos al país, que considera una amenaza para el Estado judío.
Ya como diputada, apoyó sin paliativos la controvertida legislación que realza el carácter de Israel como Estado judío y que sus críticos aducen que socava la democracia israelí.
Su partido rechaza las negociaciones de paz o el establecimiento de un Estado palestino y se presentó a la últimas elecciones bajo el lema, “Dejemos de disculparnos”, su particular visión autocomplaciente ante el gradual aislamiento del país.
La nueva ministra asumirá el cargo con escolta especial, tras haber recibido amenazas de muerte y la difusión de fotos en las que viste uniforme nazi.
Fuente: EFE