Un solo vistazo al mapa de Oriente Medio basta para percatarse de la incómoda posición de Jordania.
Este pequeño país árabe se ubica en la ruta entre Israel e Irán, dos potencias que se odian e inmersas en una escalada que amenaza con provocar una guerra abierta en esa región del mundo.
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El pulso entre ambos ha colocado a Amán en un dilema endiablado que ha hecho evidentes los complejos equilibrios políticos y estratégicos en los que se maneja desde hace décadas un país que no suele acaparar la atención de los medios mundiales.
Lo hizo el pasado sábado, cuando una lluvia de drones y misiles lanzados por Irán y sus milicias afines se dirigía hacia Israel para hacerle pagar por el ataque que destruyó el consulado iraní en Damasco y le costó la vida a varios de sus generales.
Las fuerzas aéreas jordanas se lanzaron a interceptar los proyectiles, en una actuación decisiva para neutralizar el golpe de Teherán contra Israel. Fue el único país árabe que lo hizo.
Todos los observadores esperaban una reacción así de las fuerzas estadounidenses y británicas en la región, pero la respuesta jordana sorprendió a muchos, también en Israel.
Pese a ser uno de los pocos países árabes que mantiene relaciones formales con Israel, el reino hachemita había sido uno de los más firmes en la condena a la intervención militar israelí en Gaza y esas relaciones pasan uno de sus peores momentos de los últimos años.
El ministro de Exteriores, Haysan Afami, acusó a Israel de cometer “crímenes de guerra” en la franja y anunció el apoyo de su país a la causa por genocidio que Sudáfrica impulsa en la Corte Internacional de Justicia contra Israel.
En noviembre, Jordania retiró a su embajador en Israel en protesta por la acción de las tropas israelíes en Gaza.
Y el Gobierno frenó un acuerdo bilateral sobre agua y energía solar.
Se estima que alrededor de la mitad de la población jordana la forman refugiados palestinos o descendientes que recuerdan las cuatro guerras que ha enfrentado a Jordania con Israel desde 1948.
¿Por qué entonces se lanzaron sus fuerzas a neutralizar el ataque iraní contra Israel?
Con una superficie de poco más de 89.000 kilómetros cuadrados y una población que apenas supera los once millones de habitantes, Jordania se enclava en una meseta desértica en Oriente Medio, una de las zonas históricamente más conflictivas del planeta.
Con escasos recursos naturales a su alcance, Jordania depende en gran medida de la cooperación internacional. Recibe cuantiosas aportaciones del Fondo Monetario Internacional, Estados Unidos, la Unión Europea y las ricas monarquías del Golfo.
Para su seguridad en un entorno de actores enfrentados también depende de la ayuda exterior.
El rey Abdalá, quien dirige la política del país en la práctica, ha cultivado la amistad de Washington y sus socios internacionales, como hicieron sus predecesores de la dinastía hachemita.
Ghaith Al-Omari, del Washington Institute, un centro de análisis especializado en Oriente Medio, dijo a BBC Mundo que “en la decisión de actuar frente al ataque iraní ha debido pesar el deseo de presentarse ante Estados Unidos como el socio árabe más fiable”.
“Pese a toda la retórica, Jordania ve a Israel como el principal garante de su seguridad frente a actores externos junto con Estados Unidos”, añade el experto.
“Israel es vital para la seguridad de Jordania y viceversa. Es algo asumido en la doctrina militar de ambos países y por eso llevan años cooperando en defensa”, apuntó.
Esa cooperación ha consistido, según el experto, en la puesta en común de información de inteligencia y en la ayuda prestada por el Ejército israelí a Jordania para atacar objetivos en la vecina Siria que no hubiera podido alcanzar por sus propios medios.
Jordania fue uno de los países árabes que libró varias guerras contra Israel tras el establecimiento de ese Estado en los territorios del antiguo Mandato británico de Palestina en 1948.
Los sucesivos conflictos y la ocupación israelí provocaron la llegada de gran cantidad de refugiados palestinos a Jordania, lo que todavía hoy explica que, como dice Al-Omari, “el problema palestino es visto como un asunto de política interna más que internacional” y que exista un amplio rechazo a Israel en la sociedad jordana.
Pero tras la firma de los Acuerdos de Oslo en 1993 entre el gobierno israelí y la Organización para la Liberación de Palestina para poner fin al conflicto entre ambos, Amán se animó a firmar su propio tratado de paz con Israel, dando así carta de naturaleza a unas relaciones que hacía tiempo tenían lugar extraoficialmente.
Jordania se convirtió así en el segundo país árabe en establecer relaciones con Israel y desde entonces ha vivido navegando en la contradicción provocada por el peso que la causa palestina sigue teniendo en su opinión pública y la necesidad de la cooperación militar israelí y estadounidense para garantizar su defensa en un entorno tan problemático como Medio Oriente.
El último ejemplo de ese difícil equilibrio lo dio la respuesta al ataque iraní del sábado.
El gobierno jordano presentó la intercepción de los misiles y drones iraníes como una defensa del espacio aéreo imprescindible para evitar daños a la población jordana, y se cuidó de manifestar cualquier muestra de solidaridad o simpatía con Israel.
Los dirigentes en Amán parecen tener presentes los antecedentes y las manifestaciones frente a la embajada israelí que llevan meses exigiendo el fin de la intervención en Gaza.
Pero, en realidad, según Al-Omari “ interceptar los misiles iraníes fue una decisión fácil de tomar”.
¿Por qué?
Porque si en Jordania hay un país más impopular que Israel ese es Irán.
Al-Omari dice que “la visión que se tiene de Irán en Jordania actualmente es muy negativa”.
“Se recuerdan los crímenes y abusos cometidos en la guerra de Siria por los grupos apoyados por Teherán y se cree que intenta desestabilizar también Jordania como parte de su estrategia regional contra Israel y Estados Unidos”.
Teherán lleva años patrocinando organizaciones armadas afines en Líbano, Yemen, Siria e Irak, en lo que llama el “eje de la resistencia” frente a Israel y Estados Unidos. La libanesa Hezbolá es la más destacada de ellas, pero son toda una pléyade de grupos irregulares que tienen a Israel como su principal enemigo.
La principal preocupación de las autoridades jordanas es que Irán trate de replicar ese modelo también en Jordania.
Por eso causaron especial alarma las recientes declaraciones de Abu Ali al Askari, portavoz de la milicia proiraní de Irak Kataeb Hezbolá, que aseguró que su grupo está en disposición de suministrar armas, incluidos misiles y proyectiles antitanque, para 12.000 combatientes en Jordania que podrían acudir en defensa de “los hermanos palestinos”.
Altos dirigentes iraníes se han felicitado en el pasado por su influencia en Beirut, Damasco y Bagdad, capitales de estados árabes próximos a Israel, y el gobierno jordano se muestra preocupado porque Teherán quiera añadir Amán a esa lista.
Al-Omari indica que “en los últimos años el contrabando de armas y de droga desde Irán ha aumentado; ahora ha alcanzado un gran volumen y esto genera preocupación”.
Y luego hay un factor religioso.
La República Islámica iraní tiene en el chiísmo su religión oficial, y apoya y financia organizaciones religiosas chiítas en otros países. Sus intentos de hacerlo también en Jordania han generado un gran rechazo en un país donde la inmensa mayoría es sunita, la otra rama principal del islam.
Pese a que detuvo la primera andanada en su contra, Israel no puede dar por sentado un apoyo incondicional de Jordania en el pulso con Irán.
En varios países árabes se han alzado voces contra el rey Abdalá en las redes sociales, acusándolo de colaborar con el “enemigo”. Uno de los memes que más circuló lo presentaba en un montaje vestido con el uniforme del Ejército israelí.
El difícil equilibrio de Jordania como uno de los pocos países árabes que reconoce a Israel se ha vuelto más difícil con el gobierno de Benjamin Netanyahu.
La corona jordana gestiona a través de una fundación religiosa la Explanada de las Mezquitas, el espacio donde se concentran los lugares sagrados para los musulmanes en la disputada Jerusalén, y la publicación en varios medios de unas supuestas conversaciones entre Netanyahu y el príncipe Mohamed Bin Salmán, de Arabia Saudita, para incluirlo en el control del recinto sagrado provocó suspicacias en Amán.
Antes, en 2017, Netanyahu había recibido como un héroe en Israel a un guardia de seguridad de la embajada israelí en Amán que mató a dos jordanos, según la versión israelí, tras ser atacado por uno de ellos, lo que indignó al gobierno jordano.
Más recientemente, el gobierno jordano ha frenado un acuerdo bilateral sobre agua y uso de la energía solar.
Pero las tensiones más graves parecen estar por llegar.
Si, como ha anunciado uno de sus altos mandos militares, Israel responde al ataque iraní del fin de semana, y lo hace lanzando proyectiles que atraviesen el espacio aéreo de Jordania, su gobierno puede verse en una posición aún más difícil que la provocada por el ataque iraní.
“Eso crearía graves problemas políticos al gobierno, porque no puede permitirse que la gente vea que impidió el ataque de Irán, pero sí permite el de Israel”.
El dilema de Jordania podría agudizarse a medida que el enfrentamiento entre Israel e Irán se recrudece.
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