Intensas protestas se tomaron más de cien ciudades en Irán. Hubo saqueos, quema de edificios, represión por parte de las policías y muertes. Sin embargo, poco se sabe de lo que realmente está sucediendo.
¿Por qué? Para responder esa pregunta, primero hay que remontarse al viernes 15 de noviembre, el día en que comenzó el estallido social.
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Tal como ha sucedido en algunos países de América Latina, el elemento que activó la crisis fue el aumento del precio de uno de los bienes económicos básicos de esta región: la gasolina.
El anuncio del presidente iraní, Hassan Rouhani, de incrementar en un 50% el precio del combustible provocó una reacción inmediata de miles de personas que decidieron salir a las calles a protestar.
Como ha sido la tónica de las últimas movilizaciones en el mundo, las demandas se expandieron mucho más allá del combustible y, así, el discurso sobre la desigualdad y las injusticias sociales se apoderaron del debate.
Pero la respuesta del gobierno no tardó en llegar y, junto con salir a reprimir las marchas, decidió tomar una medida radical: bloquear internet para los 80 millones de habitantes iraníes.
Y ahí está, justamente, la primera razón que explica por qué se sabe tan poco de la crisis social que afecta a este país y que, hasta el momento, se dice que ha provocado la muerte de 143 personas y la detención de al menos 7.000, según Amnistía Internacional.
Incomunicación y el temor a la expansión del movimiento
Al estar incomunicados durante 163 horas -hasta el viernes 22 de noviembre-, los iraníes no pudieron enviar información ni compartirla en sus redes sociales.
El objetivo del gobierno era precisamente ese, sumado a un intento de controlar que las protestas se siguieran propagando por el país.
De esa manera, la tarea para los medios de comunicación tradicionales no fue fácil pues no se les permitió grabar ni reportear las marchas.
Así lo explica el editor del servicio Persa de la BBC, Ebrahim Khalili: "Para nosotros fue muy difícil saber lo que estaba pasando, fue un gran problema porque Irán no permitió que los medios internacionales cubrieran la historia".
"Tampoco les dio permiso a los medios locales para que filmaran las calles", explica a BBC Mundo.
Khalili agrega que no había información en la televisión y la radio estatal pues no realizaron una cobertura extensa sobre la crisis.
Por muy polémica que esta sea, el periodista explica que la decisión del gobierno de apagar el internet "definitivamente ayudó" a controlar las manifestaciones.
"Los iraníes se conectan a través de Telegram y el gobierno temía que esa app desempeñara un papel en la expansión de los disturbios a todas las ciudades del país. Y así fue que lograron evitar que se propagara aún más la movilización", dice.
Falta de liderazgo
Los pocos videos de las protestas que han logrado salir a la luz reflejan el alto nivel de violencia de las mismas.
Oficiales de la policía disparan gases lacrimógenos mientras los manifestantes les prenden fuego a bancos, estaciones de gasolina y otras infraestructuras públicas.
Analistas hablan de una “ira generalizada” en una población que padece una economía que solo empeora.
Esto, en parte por las sanciones impuestas por Estados Unidos luego de que Irán anunciara su intención de superar los límites de reservas de uranio acordados internacionalmente en relación con su programa nuclear.
“Las sanciones que Estados Unidos ha impuesto han sido fundamentales para crear un fuerte descontento entre la gente, especialmente en las clases sociales bajas. Los precios han subido y la situación económica se hace imposible para la gente común”, explica Saeed Barzin, analista político iraní.
El problema, agrega Barzin, es que este descontento no tiene voz, liderazgo ni un petitorio claro.
Para el analista, esa es otra de las razones que explica por qué es tan difícil saber lo que está pasando en Irán.
"Este fenómeno político y social no tiene ningún líder, no tiene redes ni programa en común, es rabia acumulada de gente que no se siente reconocida, y por eso es muy difícil entenderlo", dice a BBC Mundo.
“Sabemos que quieren un cambio -continúa-, que están descontentos con el gobierno, que quieren empleos y ser reconocidos. Pero no tienen un petitorio de demandas claras”.
Barzin explica que también hay un factor generacional. Para él, muchos de los que protestan son jóvenes que se sienten "completamente fuera del sistema" y que no comparten los principios del gobierno, además de que no tienen empleo y que viven en ciudades sin oportunidades.
Una opinión similar comparte Masoud Golsorkhi, editor iraní de la revista Tank y colaborador de medios como The Guardian.
"El problema es que muchos iraníes confían en segundos o terceros empleos para hacer crecer su salario. Muchos de ellos, por ejemplo, son conductores de Uber que se van a ver seriamente afectados por el alza del combustible", dice a BBC Mundo.
"Por eso -agrega- las sanciones de Estados Unidos son tan nefastas para los más pobres".
¿Qué soluciones hay?
En la última semana, las manifestaciones han comenzado a calmarse.
Según explica el periodista Ebrahim Khalili, el gobierno está tomando severas medidas para evitar que los iraníes salgan a las calles.
Entre ellas, arrestos masivos.
“A través de las cámaras de vigilancia están tomando fotos de personas que participaron en las manifestaciones, poniéndolas en televisión y pidiéndoles a las personas que ayuden a arrestar a esta gente”, dice.
Según el organismo Amnistía Internacional, hasta el momento hay más de 7.000 personas arrestadas.
Ahora, sin embargo, la gran pregunta es si con estas medidas el gobierno de Hassan Rouhani logrará calmar la furia de los manifestantes y la violencia.
Para algunos, el tema es mucho más complejo de lo que parece.
"El vandalismo no ha sido espontáneo, al contrario, ha sido muy profesional. Eso me hace pensar que las personas que están detrás no son amateurs", explica Masoud Golsorkhi.
El editor agrega que esto también muestra el enojo acumulado que hay entre los iraníes.
Con esto en mente, parece ser aún más difícil la salida y, por lo mismo, hay quienes piensan que esto no terminará aquí.
“Este es un fuego que está escondido, hay una ira oculta. Y es solo cuestión de tiempo. Porque va a venir de nuevo aunque nadie sepa cuándo”, afirma Ebrahim Khalili.