Seguir a @Mundo_ECpe !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
Shams (sol en árabe) es una joven doctora que en redes sociales se presenta como “El pájaro de Jannah”. Ella nació en Malasia y decidió planear su viaje a la frontera turca. Al llegar se albergó en una casa con dos mujeres hasta que la convencieron de que tenía que producir una generación de seguidores para mantener vivo el espíritu de la yihad.
Después de dos meses, consiguió casarse con un yihadista de origen marroquí, quien al verla sin el velo, le propuso matrimonio. Actualmente está esperando un hijo y cuenta los detalles de su embarazo en las redes sociales.
Shams se convirtió en una reclutadora más en el internet. Si bien no hablaba árabe cuando llegó, eso no impidió que se aproximase a las interesadas por intermedio de las redes sociales y esparcir así la propaganda del Estado Islámico.
-
Mujeres con dudas sobre emprender la travesía, le preguntan qué sucedería si quisieran volver a su país después de vivir la experiencia del Estado Islámico. Shams les dice que “si no están seguras en su decisión, no lo hagan”.
Ella es consciente de que puede perder a su marido en cualquier momento, porque la “yihad es su primera esposa y ella, la segunda”, sentencia Shams.
No se conoce con exactitud el número de mujeres como “Shams” que cada año dejan sus países natales, la posibilidad de educarse y su libertad para unirse en matrimonio con los hombres del Estado Islámico. Pero, existen.
Ellas se llaman “muharijah”, explica un reportaje del diario ABC, las mujeres llegan a “ser las viajantes que hacen un peregrinaje” y la tecnología ha hecho que ya no sean una voz aislada.
Estas blogeras en redes sociales como facebook, twitter o tumblr escriben en inglés sobre su día a día, ofrecen consejos y contestan las dudas a quienes las tienen.
Umm Haritha es otra de ellas, con apenas 20 años, abandonó Canadá con una maleta casi vacía y 1.500 dólares en el bolsillo. Llegó a Turquia y luego se desplazó a Siria.
Se casó con Abu Ibrahim al-Suedi, un joven de 26 años de edad, sueco pero de raíces palestinas, que también fue con el mismo fin que ella, luchar por la yihad. Su matrimonio duró solo cinco meses, porque el esposo murió en un atentando yihadista.
Estas mujeres no van con la convicción de levantarse en armas. Quizás, su tarea es más compleja que apuntar una metralleta: su misión es mantener la estirpe de los yihadistas.
Ellas miran a occidente como Estados Serpientes, Estados King-Kong, donde la discriminación a los migrantes y a los no blancos se mantiene como una barrera de acero.
Se describen así mismas como “mujeres jóvenes que quieren hacer el cambio”. “La historia se escribe de dos maneras, ya sea por la tinta y por la sangre. Estos hombres han tomado la segunda opción”, añaden en un intento de convencer que el Estado Islámico es la mejor decisión que han tomado en sus vidas.