Shayli Tevel llora mientras reza, clamando a Dios: “Padre, no me queda energía para absorber todo esto”.
El exjudío ultraortodoxo viste un chal de oración blanco y tefilín, largas correas de cuero con pequeñas cajas adheridas que contienen rollos con versículos de la Torá.
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Después de una década de silencio, Shayli, quien ahora tiene poco más de 30 años, rompió recientemente las estrictas convenciones religiosas y habló públicamente sobre cómo fue manipulado y abusado sexualmente entre las edades de 12 y 19 años por una destacada figura ultraortodoxa, o haredi.
El hombre al que Shayli acusa de abusar de él es Yehuda Meshi Zahav, famoso en Israel como activista social y fundador de un servicio de rescate de emergencia.
“Todos lo respetaban y yo quería estar cerca de él”, cuenta Shayli. Uno de 13 hermanos, Shayli a menudo anhelaba la atención y se sentía halagado de ser señalado por Meshi Zahav.
Luego, un día, Meshi Zahav le regaló una camiseta. “Cuando me la puso, metió la mano dentro de mis pantalones”.
No hay educación sexual en los seminarios judíos llamados yeshivá (o yeshivot, en plural) -como aquellos en los que Shayli recibió toda su educación- y le resultó difícil articular el abuso a otros.
Pensó en hacerse daño. “Ya no quería vivir”, dice.
Cuando tenía poco más de 20 años, Shayli fue a la policía, pero su primera investigación sobre Meshi Zahav se cerró enseguida. “Dondequiera que mencionaba su nombre, la puerta se cerraba”, señala.
Pero eso cambió en 2021, justo después de que se anunciara que Zahav había ganado el prestigioso premio Israel, considerado el mayor honor cultural del país.
Un periódico publicó acusaciones de cómo, desde la década de 1980, Zahav había estado usando su estatus y poder para agredir a mujeres y niños.
Meshi Zahav lo negó y después de que la policía abriera una investigación, intentó suicidarse y terminó en coma.
Pero el caso de Meshi Zahav no ha sido el único escándalo reciente de abuso sexual de alto perfil que ha salido a la luz entre los judíos ultraortodoxos, que representan alrededor del 12% de la población de Israel.
Romi Schwartz, ahora de 40 años, fue abusada sexualmente cuando era niña y años después fue violada por el autor de libros infantiles, terapeuta y personalidad de los medios, el rabino Chaim Walder, a quien había acudido en busca de ayuda.
“Era como un mentor, un gurú. El susurrador de niños”, dice Romi sobre Walder. Sus libros para niños estaban en casi todos los hogares ultraortodoxos.
Después de que su familia arreglara su matrimonio a la edad de 17 años, Romi todavía sufría ataques de pánico por su trauma infantil.
Su esposo trató de ayudarla organizando sesiones de terapia con Walder. Romi dice que se sintió tranquila al principio. “Me dijo: voy a estar ahí para ti”.
Pero después de un año, se aprovechó de su confianza y del hecho de que había llevado una vida protegida. La agredió sexualmente en su almacén de libros y luego la engañó para que fuera a un hotel, donde la violó.
A pesar de su educación ultraortodoxa, Romi ahora se considera una judía secular. Dice que reportar tal abuso a la policía sería impensable para muchos en la comunidad haredi.
“No acudes a las autoridades del mundo secular, está prohibido”.
Fue solo a finales del año pasado, después de otra investigación periodística, que un tribunal rabínico especial actuó contra Walder.
El tribunal religioso lo declaró culpable de agredir sexualmente o violar a más de 20 mujeres y niñas durante décadas.
Protestó por su inocencia, pero cuando la policía inició una investigación, se suicidó de un tiro.
Fue la subsiguiente reacción defensiva de algunos judíos haredi de alto rango lo que provocó una furiosa reacción de otros en la comunidad.
Algunos rabinos y medios religiosos reaccionaron con el silencio o incluso criticando a las víctimas.
Acusaron a los que se habían pronunciado contra Walder del pecado de calumnia, incluso de asesinato. Una sobreviviente de abuso luego se suicidó.
La activista religiosa Shoshana Keats Jaskoll dice que ella y otros no podían creer que Walder aún fuera defendido, y que fueran sus víctimas las que estaban siendo culpadas.
Cuenta que su reacción provocó una “explosión” de ira y “una revolución absoluta en la comunidad haredi”.
Avigayl Heilbronn, quien se describe a sí misma como una haredi moderna, está entre un número creciente de mujeres que intenta crear conciencia en una comunidad que evita internet.
Ella y otros han estado repartiendo folletos en los hogares ultraortodoxos de todo Israel: se han colocado más de un millón de volantes en los buzones.
“Son instrucciones para los padres [sobre] cómo hablar con sus hijos sobre el abuso sexual”, dice Avigayl. “No solo estamos haciendo ruido”.
Los activistas comparan lo que está ocurriendo con el movimiento #MeToo.
Dicen que ha tenido un efecto dominó similar, “con adultos y niños hablando sobre abusos históricos y recientes por parte de figuras poderosas, tanto hombres como mujeres”.
Sin embargo, quedan dudas sobre la eficacia con la que las autoridades haredi más conservadoras pueden actuar contra los abusadores sexuales.
“Todavía queda un largo camino por recorrer”, dice Manny Waks, un exjudío haredi y fundador de Voicsa, una organización contra el abuso sexual infantil en las comunidades judías de todo el mundo.
“Porque tiene gran peso la cultura de cómo piensa la comunidad haredi, y no importa lo que digas o hagas, el rabino lo es todo”.
Habla por amarga experiencia.
Se crió en una comunidad ultraortodoxa muy unida en Australia y él y su familia pagaron un alto precio cuando se convirtió en uno de los primeros en hablar públicamente sobre su experiencia de abuso sexual cuando era niño.
“El rabino principal desde el púlpito dijo que nadie tiene permiso para ir a hablar”, me explica. “Mis padres fueron condenados al ostracismo, excomulgados”.
Pero el rabino Aharon Boymel, quien se consideraba amigo tanto de Zahav como de Walder, insiste en que las cosas están cambiando.
Él dice que los líderes rabínicos no sabían sobre el abuso de los dos hombres, pero admite que una cultura de la vergüenza y el secreto ha sido “un gran problema”.
“Antes solíamos esconder estas cosas debajo de la alfombra. Hoy en día no existe tal cosa. Si alguien abusa de un niño o una niña, inmediatamente llamamos a la policía”, afirma.
Pero parece que no todo está tan claro.
“Hoy conozco otra historia como la de Chaim Walder y Yehuda Meshi Zahav. Grandes nombres, personas importantes, detuvieron [el abuso] y fueron a recibir tratamiento gracias a esta historia”, dice.
Dichos comentarios han generado preocupación entre las víctimas que creen que a algunos abusadores todavía se les ofrece tratamiento en lugar de denunciarlos directamente a la policía.
Después de más de un año en coma, en junio se conoció la noticia de que Yehuda Meshi Zahav, el hombre que había atormentado durante mucho tiempo a Shayli Tevel, había muerto.
Días después, Shayli busca su tumba en el vasto y centenario cementerio judío del Monte de los Olivos. Lo encuentra en un rincón reservado para aquellos que se suicidaron, visto como una violación de las creencias judías.
Shayli reza allí solo por un corto tiempo. Se va lloroso pero aliviado.
“Queda detrás de mí”, dice. “Es doloroso, pero ahora se acabó”.
“Para todos los que han pasado algo así, no tengan miedo, lo que sea que les haya pasado, lo que sea que le haya pasado a su hijo, hablen de eso”, dice. “Te cura”.
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