Cuando las tropas británicas conquistaron Myanmar en 1885, le dieron al último rey horas para empacar. Muchos de sus tesoros -reliquias de un milenio de monarquía- fueron tomados y enviados a Reino Unido. Pero el más preciado, un enorme rubí, desapareció. ¿Quién se lo llevó y dónde está hoy?
-
Si las cosas hubieran sido diferentes este hombre silencioso que tiembla a mi lado en el frío otoñal de Londres podría haber sido el rey de Myanmar, liderando un estado de más de 50 millones de personas.Lo único de U Soe Win que sugiere un linaje real es su bigote. He pasado años viviendo en Myanmar, el país antes conocido como Birmania, y he conocido solo un puñado de hombres capaces de dejar crecer un bigote.Los retratos de los ancestros de Soe Win sugieren que portar uno es una parte clave de cómo debe verse un rey.Más allá del bigote, mi amigo de 70 años ha pasado toda su vida llevando un bajo perfil.
Los generales que gobernaron Myanmar no querían competencia real así que durante tres décadas él trabajó de manera silenciosa en el servicio diplomático, como un representante más entre muchos de este país que durante años fue un paria internacional.Mientras esperamos en la calle a John Clarke, curador de arte del sudeste asiático en el Museo Victoria y Albert, Soe Win se tambalea de un lado a otro, tratando de mantener sus sandalias fuera de los charcos helados en la vereda.“Ahora entiendo por qué ustedes los británicos vinieron a Myanmar”, bromea. Acordamos que es buena idea que durante el resto de su estadía use zapatos.En los tres años que han pasado desde que lo conocí me he encariñado mucho de este hombre sencillo, que me lleva 40 años, y que siempre tiene un brillo de buen humor en sus ojos.El objetivo de nuestra visita al museo es ver los valiosos objetos que una vez pertenecieron a la familia de Soe Win -y que según algunos todavía le pertenecen-.Pero también estamos en una búsqueda del tesoro. A la caza de un rubí, un enorme rubí.
Cuando llega Clarke y nos lleva por los pasillos del museo nos cuenta que por muchos años el V&A (como se lo conoce localmente) tuvo la colección más grande de arte de Myanmar del mundo: la Mandalay Regalia.Se trataba de unos 167 objetos de oro con incrustaciones de piedras preciosas que iban desde armas de fuego hasta vajilla y calzado, que los británicos le quitaron al último rey, el bisabuelo de Soe Win, cuando lo enviaron al exilio en 1885.Sin embargo en 1964 fueron devueltos al gobernante de facto de Myanmar, el general Ne Win, como gesto de buena voluntad.Todo excepto por una pieza que el general devolvió al museo como regalo: un ganso de oro con una expresión sardónica.¿Quizás un mensaje con la típica ironía de Myanmar para el antiguo amo colonial?
Finalmente, Soe Win pregunta: ¿Qué pasó con el rubí de su bisabuelo, el rubí Nga Mauk, una piedra preciosa del tamaño de un huevo de pato, sobre el que se decía que “valía un reino” y que traía buena fortuna a su dueño?“Me temo que el Nga Mauk no está ni jamás estuvo aquí”, le responde Clarke. “Creo que lo más probable es que esté en un lugar como la Colección Real, porque recuerdo haber leído que se lo regalaron a la reina Victoria”, informa.
Cuando conocí a Soe Win por primera vez, en 2014, me aseguró que jamás iría a Londres. Ya estaba retirado hacía mucho y vivía en una pequeña casa cerca de las vías de un tren.Había pasado su vida profesional preocupado porque lo obligaran a ir a vivir entre quienes habían exiliado a su bisabuelo, arruinado a su familia y ocupado su país.Pocos en Reino Unido saben sobre este capítulo de la historia colonial. Fue en noviembre de 1885 cuando 10.000 soldados fueron enviados para derrocar al rey de la entonces Birmania en el Palacio Mandalay.
La invasión puso fin a seis décadas de tensiones y conflictos esporádicos entre los británicos y los habitantes de Myanmar, causados entre otras cosas por la negativa de los dignatarios británicos a quitarse los zapatos en presencia del rey.
Pero el conflicto principal era comercial.El gobierno británico consideraba al rey Thibaw un obstáculo para el comercio con China. También existía el temor de que Thibaw favoreciera a Francia, que expandía sus territorios imperiales al oeste de Indochina, muy cerca de India, la joya de la corona británica.Thibaw debía irse. En lo que se llamó la tercera guerra anglo-birmana, los británicos tardaron solo dos semanas en derrocarlo. Con su palacio rodeado, el rey se rindió el 29 de noviembre de 1885.Fue llevado junto con su mujer -en un estado de embarazo avanzado- y sus dos hijas hasta un barco que los trasladaría a miles de kilómetros, a Ratnagiri, una pequeña isla de pescadores en la costa occidental de India.Todo esto explica por qué Soe Win temía que lo enviaran a Londres con el cuerpo diplomático. Pero ahora ha aceptado venir voluntariamente para ir en busca del tesoro más preciado de su bisabuelo.Tras nuestra visita al V&A vamos a la Biblioteca Británica, donde se conservan muchos de los registros relacionados con la anexión de la antigua Birmania.Allí encontramos un dibujo hecho por un artista birmano que relata la caída de Thibaw.Soe Win observa la pintura y sus ojos se centran en la figura de un hombre vestido con uniforme blanco que le habla al rey. “El coronel Sladen”, susurra.Me cuenta una historia que he escuchado muchas veces de amigos de su país: el coronel Edward Sladen, un condecorado veterano de las campañas indias y birmanas, fue el jefe de la fuerza de invasión británica.
Sladen era un conocido del rey, hablaba birmano y se le encomendó la tarea de lograr que Thibaw se rindiera sin causar revuelo.Fue quien supervisó mientras el rey empacaba a las apuradas sus posesiones más valiosas, entre ellas el rubí Nga Mauk, para ir al exilio.Lo que pasó después es parte de una famosa leyenda.La hija más pequeña del rey escribiría años después que “Sladen le pidió a mis padres ver el rubí y ellos se lo dieron. Según mis padres después de observarlo por un rato se lo colocó en el bolsillo, pretendiendo estar distraído, y nunca lo devolvió”.Este es el relato más famoso de lo ocurrido y muchos creen que el título de caballero que le fue otorgado unos meses después -por su “servicio especial en Birmania-” es prueba de que se llevó el rubí, se lo dio a la reina Victoria y a cambio recibió el título nobiliario.El propio Thibaw decía que le había dado el rubí a Sladen para que lo protegiera junto con otros objetos de valor. Desde su exilio en India le escribió a las autoridades británicas en junio de 1886 para que le devolvieran su piedra preciosa.“Este listado de pertenencias que adjunto” -escribió su secretario- “le fue entregado al coronel Sladen (por Thibaw) porque temía que se perdieran durante el viaje. El coronel Sladen prometió que le serían entregados cuando así lo quisiera. Él espera que su excelencia el gobernador general (virrey de India) ordene que los objetos sean devueltos”.Entre la lista incluye “1 anillo de rubí conocido con el nombre de Nagamauk”.Thibaw nunca dejó de reclamar la devolución de sus pertenencias. A finales de 1911 le escribió directamente al flamante rey Jorge V. Pero para ese entonces las autoridades británicas hacían oídos sordos: el hombre al que acusaba había muerto 21 años antes.El rey Thibaw también fallecería cinco años más tarde, en 1916.
Tras su muerte, su hija más pequeña -la abuela de Soe Win- mantuvo el reclamo, incluso escribiendo a la Liga de Naciones. Y cuando falleció, su hijo Taw Phaya Galae -tío de Soe Win- siguió la búsqueda.
Fue gracias a su trabajo de investigación que Soe Win y yo estamos en Londres.Phaya Galae escribió un libro con sus teorías sobre dónde estaba el rubí. Allí aseguró que “por más empeño que pongan los imperialistas británicos en borrar los rastros del rubí Nga Mauk hay evidencias fuertes sobre su existencia”.Su hipótesis era que la piedra podía estar escondida a plena vista, incrustada en las joyas reales británicas.No era el único que tenía esa teoría: si uno busca “rubí Nga Mauk” en internet aparecen muchas imágenes de la reina Isabel II luciendo sus joyas.Entre las imágenes aparece la corona real, pero el rubí que se usó allí es otro, se llama el “rubí Príncipe Negro”. Phaya Galae creía que el Nga Mauk pudo haberse usado para decorar la corona imperial de India, una corona especial hecha en 1911 cuando Jorge V viajó a Delhi para ser coronado Emperador.Sin embargo hay un problema con esta teoría: la corona imperial de India no tiene una piedra del tamaño del Nga Mauk. No obstante, quienes apoyan esta hipótesis creen que la joya pudo haberse partido en cuatro y usado en distintas partes de la corona.Sabemos que los rubíes de la corona son “de origen birmano”, porque así lo señala un documento oficial publicado en 1998. Pero la realidad es que la mayoría de los rubíes del mundo vienen de allí.El Royal Collection Trust indicó que no hay información sobre su origen y rechazó un pedido de entrevista.Soe Win y yo fuimos hasta la Torre de Londres para visitar la Colección Real y ver si hay algo oculto.Entusiasmados como dos escolares, llegamos hasta la corona imperial de India y nos quedamos observándola. Después de un tiempo me di cuenta de que Soe Win ya no estaba a mi lado. Lo encontré afuera, en el patio, con cara de preocupación.Estaba convencido de que lo que vio no era el Nga Mauk. Aseguró que si lo fuera lo hubiera sentido. “¡Yo quiero ver lo que no me están mostrando, para eso vine!”, me dijo con una risa.
Decidimos volver a la Biblioteca Británica para continuar nuestra búsqueda.Allí encontramos una carta enviada en diciembre de 1886 por el virrey de India en respuesta al pedido de Thibaw sobre sus pertenencias perdidas. El virrey ordenó una investigación.Todas las personas que habían estado presentes en el Palacio Mandalay cuando fue derrocado el rey fueron contactadas, incluyendo a Sladen, para entonces un caballero de la corona que había regresado a Londres y se preparaba para su retiro.Entre sus documentos personales que aún conserva la Biblioteca Británica hay tres borradores de la carta que escribió en respuesta al virrey. Sugieren que a sir Edward le costó encontrar las palabras correctas para responder.Lo que finalmente contestó fue que no había visto las pertenencias que Thibaw incluyó en la lista junto con su carta, que el rey no había hecho “ningún intento de entregar objetos particulares” en medio del caos, y que él entregó todo lo que había estado en su poder.También indicó que un gran número de personas se pudo haber llevado un objeto tan pequeño y valioso como un anillo de rubí.
Otra cosa llamativa que encontramos es el diario personal de Sladen. Buscando en sus memorias sobre el 29 de noviembre de 1885, el día en que el rey se entregó, hallamos algo muy curioso.En la tercera hoja, 12 líneas que escribió fueron completamente tachadas. Las primeras tres líneas fueron tapadas con tinta y el resto con lápiz. Esta es la única hoja de todo el diario que fue editada. Es altamente sospechoso.Un archivero de la biblioteca se ofreció a usar una técnica especial para tratar de identificar el texto que fue tachado. La parte cubierta por lápiz es ilegible pero donde se usó tinta se pueden leer algunas palabras.“Rey me pide que reciba… Regalía -yo acuerdo- me pide personalmente que me lleve el…”, dice el texto recuperado.Lo que sigue podría ser cualquier cosa pero Soe Win está seguro de que se refiere al Nga Mauk. “Por eso lo borró, es muy sencillo”, me dice.Pero si Sladen se llevó el rubí, ¿qué hizo con él?Se lo pregunto a su bisnieto, el Conde de Portsmouth, cuando lo visito en su mansión en Hampshire. Allí tiene una caja con tres de las medallas que la reina Victoria le otorgó a sir Edward.El conde me cuenta que en su familia corría la versión de que sir Edward se había “robado la corona de Thibaw”, pero nunca oyó nada sobre un rubí.“Si se lo robó y se lo quedó ¿dónde está el dinero?”, pregunta, explicando que los Sladen, la familia de su madre, no era acaudalada. “El hijo de sir Edward, mi abuelo, tuvo que dedicarse a la caza de elefantes en Kenia para poder vivir”, afirma.
Eso abre otra alternativa: quizás Sladen sí lo llevó pero se lo entregó a la reina Victoria, como creía John Clarke del V&A.Clarke me envía una carta que escribió el Royal Collection Trust en respuesta a un profesor universitario llamado Michael Nash que en 2003 les consultó sobre el rubí Nga Mauk. A él sí le respondieron.Una empleada de esa institución le dijo al profesor que en un inventario de las joyas de la reina Victoria escrito en 1896 había hallado una referencia a un “rubí cabujón (75)”.El número podría referirse a los quilates: el Nga Mauk tenía más de 80, pero quizás fue partido.“El inventario señala que la piedra vino del rey de Birmaniah (sic), que le fue entregado a la reina por los embajadores birmanos y que se restauró en el estilo clásico”, escribió la empleada.¿Dónde está hoy esa piedra?“El brazalete fue legado a la princesa Louise, duquesa de Argyll”, dice, en referencia a la cuarta hija de la reina Victoria. “Por tanto ya no forma parte de la Colección Real”.Nash le escribió al actual duque de Argyll quien le afirmó que la joya ya no está entre los bienes de su familia. Aparentemente la princesa Louise se lo legó a alguien cuando murió, pero al ser miembro de la familia real no es posible acceder a su listado de herederos.
Cuando le pregunto a Soe Win por qué es importante para él encontrar el rubí de su bisabuelo su respuesta me sorprende.“Ustedes tienen tantas reliquias de su historia, nosotros no tenemos nada”, me dice.Es algo en lo que pensó mucho durante su estadía en Londres, donde se encontró con muchísimos objetos originarios de Myanmar. Me cuenta que en su país estarían felices de tener aunque fueran réplicas de esos objetos.Para él, el principal valor del Nga Mauk es educativo, motivacional: lo considera un talismán que podría ayudar a unir y reconstruir a su país.“El Nga Mauk nos recuerda lo que tuvimos y lo que pudimos hacer. Nos recuerda que alguna vez fuimos una nación orgullosa e independiente, con una rica historia. Hoy no tenemos nada de ese pasado para enseñarle a las próximas generaciones en Myanmar”.Fuente: BBC