A Nicolás Maduro aún le quedan algunos amigos.
Y hay uno que quiere serlo cada vez más.
Se trata del presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, que este lunes llega a Venezuela en visita de Estado después de participar en Argentina en la cumbre del G20, el foro que reúne a los países más industrializados del mundo, y antes de viajar a Paraguay, donde completará su gira latinoamericana.
La oficina de la Presidencia turca afirmó en un comunicado que Erdogan espera poder firmar con su homólogo venezolano varios acuerdos que permitan “mayores avances” en las relaciones entre ambos países.
Estas se han estrechado en los últimos tiempos hasta convertir a Turquía en un aliado vital para Caracas.
¿Por qué Maduro y Erdogan son cada vez más amigos?
“Venezuela y Turquía tienen el mismo enemigo, Estados Unidos, que ataca a todo el mundo”, le dijo a Bloomberg Hayri Kucukyavuz, director de la oficina que el gobierno turco abrió este año para fomentar los negocios de las empresas de su país en Venezuela.
La rivalidad compartida con la superpotencia del norte ha empujado el acercamiento entre dos países a los que antes unían pocos lazos y separados además por una gran distancia geográfica y cultural.
Washington viene imponiendo sanciones contra el Estado venezolano desde el 2015, cuando Barack Obama ocupaba la Casa Blanca, y que su sucesor, Donald Trump, ha intensificado.
Estados Unidos acusa al gobierno de Maduro de violaciones de los derechos humanos, corrupción y de haber acabado con la democracia en Venezuela.
Maduro, en cambio, afirma que las sanciones son fruto de los intentos del “imperialismo yanqui” de destruir a la revolución venezolana.
Las sanciones dificultan las exportaciones y la financiación de Venezuela, golpeada además por lo que el Fondo Monetario Internacional ha descrito como “una de las peores crisis económicas de la historia”.
Turquía, integrante de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la estructura militar creada durante la Guerra Fría en el bloque capitalista liderado por Washington, se ha distanciado en los últimos años del que fuera uno de sus principales aliados.
Erdogan reclama que EE.UU. le entregue a Fetullah Gülen, el clérigo residente en Estados Unidos, al que acusa de planear la rebelión militar que intentó derrocarlo en julio del 2016.
Después de que las autoridades turcas detuvieran a un pastor evangélico estadounidense acusado de espionaje y de participar en el alzamiento contra Erdogan, Estados Unidos impuso sanciones específicas contra algunos altos funcionarios del país y el presidente Trump amenazó con más medidas similares.
“Turquía se está alejando del bloque conformado por la OTAN y EE.UU., y se inclina hacia focos alternativos como son China y Rusia. Venezuela tiene un papel que jugar en esa tendencia”, dice a BBC Mundo Basem Tajeldine, analista internacional que trabajó durante años en la Cancillería venezolana y simpatiza con el chavismo.
Erdogan ha descrito a Maduro como “un amigo y líder de un nuevo mundo multipolar”.
¿Qué obtiene la Venezuela de Maduro?
Como las sanciones bloquean en gran medida que en las arcas públicas entren dólares, la moneda en la que se realizan la mayoría de operaciones financieras en el mundo, Maduro y su equipo económico buscan desesperadamente alternativas para comercializar las materias primas de cuya exportación ha dependido tradicionalmente la economía venezolana.
Desde que el pasado mes de agosto anunciara su Plan de Recuperación Económica, Maduro insiste en que sus enormes reservas de petróleo y sus riquezas mineras, que incluyen grandes yacimientos de oro, permitirán a Venezuela sortear el veto que se le ha impuesto en los mercados internacionales que operan en dólares.
Y, como explica, Kucukyavuz, “Venezuela tiene muchos recursos naturales bajo tierra que Turquía no tiene, pero carece de la experiencia de las empresas turcas en la industria manufacturera, industrial, empresarial y de servicios”.
Ahí hay potencial para la colaboración en la que Maduro y Erdogan querrán profundizar.
Diplomáticos de Estados Unidos en la ONU han protestado porque sospechan que Venezuela está utilizando a Turquía para hacer llegar minerales estratégicos a Irán, otro país sometido a las sanciones de Estados Unidos, que lo incluye en su lista de países que apoyan el terrorismo.
En línea con las denuncias de activistas y comunidades locales en Venezuela, Estados Unidos asegura que las minas en Venezuela están hoy bajo control de grupos criminales tolerados por el gobierno y que el descontrol en ellas está provocando graves daños en el medio ambiente.
Tajeldine, que trabajó en el sector petrolero estatal venezolano, explica cómo Turquía ayuda a que la Venezuela de Maduro esquive las sanciones a través de mecanismos de trueque.
“Las transacciones que Estados Unidos puede controlar son las que se realizan a través de la empresa SWIFT (Sociedad Mundial para las Telecomunicaciones Financieras Interbancarias, por sus siglas en inglés), pero en Turquía hay entidades que funcionan al margen y que reciben los minerales que envía Venezuela. A cambio, le hacen llegar principalmente alimentos”.
De acuerdo con este esquema, Venezuela puede exportar, entre otros artículos, coque, un combustible derivado del carbón, por el que obtiene harina de trigo y pasta que el gobierno luego distribuye a través de los llamados Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), un sistema de reparto de víveres entre la población sobre el que pesan sospechas de corrupción que apuntan directamente al presidente venezolano y que muchos ven como una práctica clientelar con la que Maduro se asegura la obediencia de los sectores populares.
Tajeldine cree que “las sanciones afectan al pueblo y sin la comida que llega de Turquía se hubiera producido un caos imposible de controlar para el gobierno”.
Capítulo aparte merece el oro venezolano.
El gobierno venezolano insiste en que puede vivir sin dólares gracias a él.
Pero recientemente el diario británico “The Times” publicó que el Banco de Inglaterra se negó a devolver un lote de 14 toneladas de oro allí depositadas que buscaba repatriar por temor a las sanciones.
Si Maduro pierde el control de sus reservas de oro pasará aún peores apuros financieros.
El ministro de Minas venezolano, Víctor Cano, anunció el pasado julio un acuerdo para enviar a Turquía el oro que antes se refinaba en Suiza, donde es más probable que las sanciones de EE.UU. se hagan efectivas.
Cano dijo que Venezuela llevaba exportados a Turquía US$789 millones de oro solo en el 2018.
Turquía cuenta también con agencias de ayuda humanitaria bien dotadas, como la Agencia Turca de Cooperación y Coordinación Internacional, que pueden mitigar algo la escasez de alimentos y medicinas que sufren los venezolanos sin que su gobierno tenga que recurrir a los organismos multilaterales, a lo que se niega.
Maduro insiste en que Venezuela sufre una “guerra económica” apoyada desde Estados Unidos y no reconoce que el país esté inmerso en la emergencia humanitaria que afirman voces de la oposición y diversos gobiernos de la región, sobre todo los más afectados por la llegada de emigrantes venezolanos desde que empezó la crisis.
¿Cuándo empezó el acercamiento y qué efectos tiene?
Maduro ha visitado Turquía hasta tres veces en el último año, y sus ministros también viajan a Ankara con cada vez mayor frecuencia.
Cuanto más aprietan las sanciones de Trump, más se acercan ambos gobiernos.
Caracas y Ankara firmaron en 2017 una serie de acuerdos bilaterales cuyos efectos se empiezan a notar.
El comercio bilateral es todavía pequeño pero se ha incrementado exponencialmente en el último año.
Según los datos del Instituto de Estadísticas de Turquía, los casi US$900 millones de intercambios de los primeros cinco meses de 2018 superan a los 803 del total de los últimos cinco años.
Mientras que muchas compañías aéreas internacionales han suprimido sus rutas hacia y desde Caracas en los últimos años, Turkish Airlines abrió una que la conecta con Estambul y contempla aumentar su frecuencia.
Maduro ha perdido muchos aliados en América Latina en los últimos años, a medida que los gobiernos de izquierda que predominaron en la región a comienzos de siglo fueron cediendo el paso a otros más a la derecha en el espectro político.
En los últimos años ha sido objeto de iniciativas diplomáticas procedentes de los países americanos organizados en el Grupo de Lima, como la que hace unos meses pidió a la Corte Penal Internacional de La Haya investigar la posible comisión de crímenes contra la humanidad en Venezuela bajo su mandato.
Por eso, encontrar a un nuevo socio en Turquía supone un balón de oxígeno.
Cuando el pasado septiembre se difundieron las imágenes del presidente venezolano y de su esposa, Cilia Flores, disfrutando de una exclusiva cena brindada por el famoso chef turco Salt Bae en su restaurante de Estambul, muchos en Venezuela se indignaron por el contraste con las dificultades para acceder a una alimentación adecuada en el país.
En muchas capitales el presidente venezolano no es hoy bienvenido. El mero anuncio de que asistiría a la toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador desató protestas en México.
La hospitalidad de Salt Bae dejó claro que no es el caso de Turquía.