Caracas. El acotamiento de una carretera de Caracas se ha convertido en uno de los sitios más concurridos de la capital de Venezuela, al ser uno de los pocos lugares en el que los residentes encuentran una señal de telefonía celular lo suficientemente fuerte para comunicarse con sus seres queridos en otras partes del mundo durante el peor apagón en la historia del país.
“Mis hermanos, los que están afuera, están sumamente preocupados por la situación”, dijo Ana María Suárez Napolitano, una abogada de 48 años que se detuvo a un costado de la principal carretera que atraviesa Caracas. Preguntan “si tengo agua, si tengo comida”, agregó.
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La mayor parte de Venezuela quedó en penumbras el jueves pasado, y desde entonces los residentes han tenido problemas al pasar largos periodos sin electricidad, agua potable, servicio telefónico ni conexión a Internet.
Después de varios años de decadencia económica, escasez e hiperinflación que provocaron una migración masiva de millones de personas y separación de familias, aquellos que permanecieron en Venezuela dijeron que se sienten más aislados que nunca.
Los residentes con automóviles se estacionaron en algunas partes de la carretera y en rampas de salida de la capital venezolana. Se guiaron por las barras de señal en sus teléfonos y por las decenas de autos que obstruían el tránsito, así como por los automovilistas que estaban amontonados en el acotamiento mientras sostenían sus celulares.
Estamos “buscando señal, como todo el mundo”, comentó Valeria Mendoza, una estudiante de comunicación de 20 años quien reconoció que se sintió perdida cuando dejó de recibir mensajes en su teléfono. “No hay luz, no hay agua, no hay nada”.
El brillo que emitía el teléfono de Mendoza iluminaba su rostro mientras estaba sentada la tarde del lunes en el asiento del pasajero del vehículo de su padre, con su hermano menor en la parte trasera. Acababa de llamar a su madre en Estados Unidos para calmarla y explicarle que estaban juntos y a salvo.
La infraestructura venezolana, en ruinas durante años, finalmente cedió cuando el apagón masivo dejó sin luz a la mayor parte del país durante días. La electricidad regresó en varias zonas, pero persisten los cortes intermitentes mientras el gobierno intenta restaurar los servicios básicos que han estado en declive por años, por lo que algunos sectores del país atraviesan su sexto día sin luz.
Nicolás Maduro culpó del apagón a ciberataques que, afirma, fueron obra de Estados Unidos como parte de un esfuerzo para derrocarlo y allanar el camino para el presidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó, quien ha prometido sostener a unas elecciones libres y justas.
Las autoridades estadounidenses y la oposición venezolana han negado estar involucradas en la falla masiva, y en su lugar culpan a las dos décadas de corrupción endémica y mala gestión de la que alguna vez fue una rica nación productora de petróleo, primero por parte del fallecido ex presidente Hugo Chávez y ahora con Maduro.
Las tensiones aumentaron la noche del lunes, cuando el secretario de Estado estadounidense Mike Pompeo anunció que su país retirará al personal restante de su embajada, citando la situación en deterioro de Venezuela y la “restricción a la política estadounidense” causada por su presencia en el país. No dio más detalles.
El régimen de Maduro refutó la acusación de Pompeo y dijo el martes por la mañana que había instruido a los diplomáticos estadounidenses a abandonar el país en un lapso de 72 horas, debido a que las negociaciones con los representantes de Estados Unidos habían colapsado a causa de la hostilidad de Washington.
Su permanencia “entraña riesgos para la paz, la integridad y la estabilidad del país”, dijo el canciller Jorge Arreaza en un comunicado. “Se trata de los mismos funcionarios que le han mentido sistemáticamente al mundo sobre la realidad de Venezuela y han dirigido personalmente operaciones de bandera falsa para justificar una intervención”.
En tanto, millones de venezolanos han tenido problemas para llevar a cabo su rutina diaria en medio de las fallas periódicas de energía.
Por su parte, los médicos dijeron que no podían operar a sus pacientes con necesidades críticas. Personas desesperadas por obtener agua, corrieron el riesgo de contraer una enfermedad luego de converger en un río contaminado que fluye a través de Caracas para llenar botellas mientras surgían protestas dispersas y reportes de saqueos en ciudades de todo el país.
La escasez de alimentos y medicamentos básicos ha provocado que aproximadamente 3 millones de venezolanos hayan salido del país en los últimos años en busca de una mejor calidad de vida en países de Latinoamérica, Europa y en Estados Unidos.
Pero el lunes por la tarde, la mayoría sólo quería hacer una llamada telefónica.
Diana Molero, de 38 años, se subió a una motoneta con su novio y se dirigió a la rampa de salida de una carretera para poder hablar con su hermana en Costa Rica.
La profesora de prescolar se recargó en una barrera de hormigón y presionó el teléfono contra su mejilla mientras hablaba entre el ruido de los autos durante la puesta del sol en las calles de Caracas, algunas de las más peligrosas del mundo. Dijo que valía la pena correr el riesgo para hacerles saber a sus familiares fuera de Venezuela que estaba bien.
“Es la única alternativa que nos queda”, comentó. “Afortunadamente, no somos los únicos que estamos acá. El volumen de gente nos da un poquito de protección”.
Fuente: AP