En febrero del 2010, un sismo de 8,8 grados de intensidad en la escala de Richter sacudió Concepción, en Chile. Entonces todos los especialistas coincidieron en la alta probabilidad de que ello también ocurriera en nuestro país, pues el silencio sísmico (que algunos datan desde el gran terremoto de 1746 y otros desde el de 1940) hace prever que un movimiento, de tal vez 8,5 grados, pudiera producirse. Anticipando ese acontecimiento, este último 30 de mayo se realizó en Lima un simulacro para un evento de esa intensidad.
Pero esa posibilidad obliga también a que las obras de infraestructura de gran dimensión y de largo plazo se diseñen previsoramente. Por eso, después del sismo del 2010 en Chile, decidimos recalcular las estructuras de la línea 1 del tren, desde el hospital Dos de Mayo hasta San Juan de Lurigancho, rediseñando los soportes para que pasaran de una aceleración sísmica de 0,40 g (g es igual a la aceleración de la gravedad: 9,8 m/seg) hasta una de 0,51 g. El estudio fue hecho por la firma T. Y. Lin de California.
Para comprender lo que significaría un terremoto de grandes magnitudes, recordemos que la intensidad de estos no es simplemente acumulativa; es decir, no es que un sismo de 5 grados equivalga a tener cinco ladrillos y un sismo de 8 grados a tener ocho ladrillos. Es completamente diferente. La energía liberada aumenta de manera geométrica, exponencial; de manera que la fuerza liberada por un sismo de 8 grados es treinta y dos mil doscientas más grande que la de un sismo de 5 grados, como lo comprueban los datos del U.S. Geological Service. Midiéndolo en términos explosivos, el Institute Alabama Quake calcula que un sismo de 5 grados equivale a 0,10 bombas de Hiroshima pero que un sismo de 8 grados equivale a 1.000 de esas bombas (Earthquake Energy Calculator en http://alabamaquake.com). Y cálculo similar puede hacerse comparándose a la energía explosiva por millón de toneladas de dinamita.
Por eso rediseñamos la construcción de la línea 1 del tren. Sin embargo, la línea 2 que se ha contratado ahora (Ate-Callao) no solo está calculada solamente para una energía sísmica de 0,40 g, sino que se trata de un túnel subterráneo de 35 km y de un suelo de mucha menor calidad y de mayor humedad como es el del Callao. Esto es consecuencia de haber utilizado los parámetros normales del Reglamento de Construcciones y del Manual de Diseño del MTC (estableciéndose, por ejemplo, una proporción de 100 kilogramos de acero por metro cúbico de concreto). Esto es insuficiente y hay que corregirlo de inmediato para una exigencia mínima de aceleración de 0,51 g como se hizo antes.
Gobernar es prevenir. Una obra como un metro elevado o subterráneo tiene una vida útil de más de cien años. Lo que se haga ahora no tendrá corrección posible, salvo con un altísimo costo más adelante, pues el contrato firmado ya establece a ciegas que el riesgo geológico será asumido por el Estado. ¿Por qué dejar esa espada de Damocles a las generaciones futuras, cuando podemos prevenirlo ahora, como lo ha señalado el consejo departamental del Colegio de Ingenieros del Perú? Anteriormente advertimos de los enormes costos y riesgos del contrato encarecido por no hacer vías elevadas en algunos tramos, pero será peor que se haga sin la tecnología y la prudencia necesarias.