Nicolás Maduro es un dictador. Un dictador despiadado que baila en televisión pública mientras sus esbirros asesinan estudiantes que protestan. Un dictador cruel que tiene entre las rejas injustamente a cientos de presos por disentir, como Leopoldo López, uno de los más populares líderes políticos del país, quien pasó más de tres años en una cárcel militar, incomunicado y torturado, y apenas días atrás le dio el “beneficio” de que siga preso en su residencia. Un dictador peculiar que comparte el poder con varias mafias. Un dictador títere, manejado desde Cuba. Venezuela ha sido tomada por una organización criminal internacional que hace del narcotráfico, el terrorismo y el saqueo de las riquezas nacionales sus actividades cotidianas. A los miembros de esta organización no les importa servir a la gente, gobernar para el bienestar general o crear condiciones para que todos puedan prosperar. El pueblo sufre y muere; ellos, a lo suyo.Contra esta tiranía despiadada se enfrenta la sociedad venezolana. Lo hace sin armas, pacíficamente, como actuaría un ciudadano. En las calles protestan estudiantes, profesionales, amas de casa, obreros, comerciantes, campesinos, deportistas, músicos, profesores, médicos, en todas las ciudades del país. Día tras día, sin parar desde hace más de cien días, el pueblo muestra su rechazo a Maduro y su fracasado modelo. Distintas modalidades de protesta son organizadas: marchas, plantones, trancazos, movilizaciones, cacerolazos, vigilias nocturnas. Banderas y afiches pidiendo libertad se ven por doquier. En Venezuela, y allá donde haya venezolanos, se siente, vive y manifiesta la rebelión civil. Cada vez más.Esta protesta es el ejercicio más puro de democracia. La ONU reconoció que cuando los derechos ciudadanos no son garantizados por el derecho, los pueblos pueden iniciar la rebelión civil contra la tiranía; es un último y sagrado recurso. La Constitución recoge también este derecho popular. Dice el artículo 350: “El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos, o menoscabe los derechos humanos”.Justo esto es lo que ha hecho la dictadura de Maduro: desconocer una y otra vez la Constitución, acabar con el Estado de derecho y la democracia, violar sistemáticamente los derechos fundamentales. Por lo que el artículo 350 se engarza con otro artículo, el 333, que prevé que todo ciudadano investido o no de autoridad tendrá el deber de colaborar en el restablecimiento de la efectiva vigencia de la Constitución si dejare de observarse por acto de fuerza o porque fuere derogada por cualquier otro medio distinto al previsto en ella.En este contexto, a las actividades de protesta diaria, la dirigencia opositora y la Asamblea Nacional, valiéndose de los preceptos constitucionales números 5 y 70, han convocado un plebiscito para el próximo 16 de julio. Se trata de un evento de la sociedad civil, al margen del Consejo Nacional Electoral que es incondicional a Maduro. Tiene esta consulta popular un alcance e impacto político muy poderoso, porque justamente permitirá a los venezolanos hacer lo que desde hace años ha negado la dictadura: votar, expresarse, decidir libremente su futuro. La participación masiva en Venezuela, y en muchas ciudades por todo el planeta donde hacen vida los casi tres millones de venezolanos que han emigrado, será un grito estruendoso contra la tiranía; un reclamo de libertad. Imposible desconocerlo, aunque la ‘ley’ de la dictadura diga que no es válido.Los venezolanos no han parado de protestar a pesar de todo: el cansancio, el desánimo, el miedo. Lo hacen con todo y la propaganda estatal, el constante engaño e intimidación, la represión, el uso criminal de lacrimógenas. Pese a las detenciones arbitraras, los golpes, el robo y los asesinatos. En 100 días de protestas, los esbirros de Maduro han matado a 69, herido a más de 16.000 y detenido a casi 4.000 manifestantes.Somos testigos de una gesta heroica. La llevan adelante verdaderos héroes; no terroristas como asegura Maduro. Héroes cuyo único superpoder es plantarse ante las balas. Pero sus pechos no las repelen. Mueren. Héroes cuyas proezas contagian: ya no hay indiferentes. Esos héroes saldrán a votar el próximo domingo. Todos sabemos que los héroes no se rinden, nunca claudican. Por eso, iniciada esta rebelión civil venezolana, ya no hay vuelta atrás. Continuará hasta alcanzar la libertad, hasta derrocar al dictador. Maduro, su mafia, su titiritero, lo saben. Tiemblan.