Estamos celebrando los cien años de Luis Bedoya Reyes, patriota paradigmático que ha inscrito su nombre en la historia del Perú. Graduado con medalla de oro del Colegio Guadalupe, ingresó con el primer puesto a la Universidad de San Marcos, donde estudió Letras y se graduó de abogado, lo que ratifica su vocación por la formación pública al igual que José León Barandiarán y Mario Vargas Llosa.
Más adelante, fue uno de los fundadores del Partido Demócrata Cristiano y del Partido Popular Cristiano, el cual constituye una agrupación política de gran estirpe en nuestro acontecer, que consagra la huella de los movimientos de inspiración católica en América Latina como ocurrió en Chile y Venezuela.
Como insigne abogado, nuestro valor centenario asumió la defensa del retorno de José Luis Bustamante y Rivero cuando, a fin de contrarrestar una disposición arbitraria que le había denegado su ingreso al país, presentó un recurso de hábeas corpus a favor del exiliado ex presidente, quien destacó en él su empuje, lucidez y espíritu organizador, así como sus gestos de consciente sacrificio y desinteresada abnegación y magnanimidad.
Bedoya contribuyó al triunfo político del mandatario Fernando Belaunde Terry con el apoyo de sus partidos e integró su primer Gabinete como ministro de Justicia y Culto. Estando entonces el país dividido en tres frentes parejos en la última cita electoral nacional, al convocarse las elecciones municipales, don Lucho logró un gran triunfo liderando uno de ellos sobre los otros dos grupos en alianza, siendo aclamado en la votación como alcalde de Lima, derrotando a la candidata opositora. Más adelante, fue reelegido con alta votación para dicho cargo.
Su alcaldía fue ejemplar por las obras que realizó, consagrando la Vía Expresa que los peruanos esperamos lleve pronto su nombre por homenaje del Congreso. Luis Bedoya Reyes nos dio una lección de grandeza y desprendimiento cuando al liderar su fuerza política en la Asamblea Constituyente, superada solo por el Apra como vencedora de la elección, fue invitado por las demás fuerzas para presidir el importante órgano. Era una gran tentación pues la victoria estaba asegurada. No obstante, de obtenerla, desplazaría democráticamente a Víctor Raúl Haya de la Torre, líder histórico de la fuerza triunfante. Tuvimos el privilegio de estar en el público presente en el Parlamento y fuimos testigos del gesto histórico de Bedoya. Quedamos impactados de su renuncia a aspirar el alto cargo y de la cesión del mismo al líder político opositor, uniendo al apoyo de sus partidarios el altísimo respeto y admiración de sus adversarios. El discurso que diera don Lucho emocionó notoriamente al líder aprista, quien se levantó de su escaño en la presidencia de la Junta Preparatoria y salió caminando con rumbo incierto. Observamos una lágrima en su mejilla. Se dirigió al escaño de Bedoya y le agradeció sentidamente. Para nosotros es una de las páginas de la historia del Perú más resaltantes que hemos vivido, que representa el enaltecimiento de un líder mítico y el ejemplo de un político que solo pensaba en lo mejor para el Perú, sacrificando por su país cualquier ambición personal. Juntos, con sus partidos, le dieron al país la Constitución de 1979. El Perú admiró a don Lucho por su carisma y decisión, proponiendo un lúcido liderazgo y compromiso político ejemplar. Curiosamente, ni Haya ni Bedoya lograron el propósito de llegar a la Presidencia de la República a pesar de haber sido ambos dos de los políticos más distinguidos del siglo pasado.
José León Barandiarán y Alberto Ulloa Sotomayor fueron sus testigos de matrimonio, además de grandes admiradores de su gestión pública y de referirse a él como su mejor alumno. Igualmente, Víctor Andrés Belaunde elogiaba los ideales, arrastre, personalidad y honestidad de Luis Bedoya.
El laureado literato Mario Vargas Llosa sentenció que otra hubiere sido la suerte de nuestro país si Bedoya Reyes hubiera alcanzado la Presidencia de la República. Hoy, cumplido su centenario, nos deja un ejemplo de virtudes encomiable y una imagen que todo el Perú valorará debidamente y transferirá a sus ciudadanos del futuro como ejemplo cívico.