El Perú necesita un cambio. Un cambio profundo que nos permita estar seguros de que no vamos a retroceder y que vamos a seguir progresando. También necesitamos seguridad en nuestras casas, nuestras calles y en nuestro sistema jurídico. Necesitamos la seguridad de que no vamos a hacer saltos al aire con experimentos políticos y económicos sin solidez ni garantía de éxito. La vida es un aprendizaje permanente pero un país no puede hacer experimentos improvisados con su población, como ha ocurrido demasiadas veces en nuestra historia. Solo para dar una cifra: los experimentos fallidos del pasado hicieron que solo en el año 2002 el Perú recuperara el ingreso por habitante que había tenido en 1972, 30 años antes. Se perdieron 30 años. No debemos repetir el error.
¿Qué debemos hacer? En pocas palabras, tenemos varias tareas difíciles: una gran reforma en la seguridad ciudadana, la eliminación tajante de la corrupción, que lamentablemente impera en nuestro sistema, la recuperación decidida de nuestra economía y la promoción de la inversión social, que es la única manera de eliminar la pobreza y la desigualdad que tenemos hoy en el Perú.
Primero, en el tema de la seguridad ciudadana, tenemos que recordar que el 80% de los delitos están concentrados en tan solo 138 distritos de los 1.850 que existen hoy. Solo 15% de estos delitos son denunciados por la población, por desconfianza en la policía y en el sistema de justicia. Es fundamental emprender una profunda reforma de la policía y del sistema judicial. En los distritos en los cuales está concentrado el crimen debemos duplicar la presencia de la policía, modernizarla, dotarla de comunicaciones a la altura del siglo XXI, y también hacer que la profesión policial sea remunerativamente atractiva y respetada. Debemos terminar con la impunidad, reformando el sistema del Consejo Nacional de la Magistratura, el cual hoy se parece más a un mercado de influencias que a un organismo rector de la justicia.
Segundo, la lucha contra la corrupción es un tema prioritario. Lamentablemente, estamos retrocediendo en este tema. No solo necesitamos cambios en nuestro sistema judicial y en la moralidad de nuestros políticos, también necesitamos un cambio de actitud de nuestra población –lo cual tomará mucho tiempo– para repudiar la opacidad, la falta de trasparencia en nuestra vida política y la admiración que subsiste en varios sectores por la criollada y el arreglismo. No solo es un tema de leyes, sino de educación y de cultura. La muerte civil para los que han sido condenados por corrupción es esencial, para que los que han delinquido no vuelvan a figurar en la vida política.
Tercero, para reactivar nuestra economía de una manera sostenible necesitamos medidas inmediatas y también reformas cuyos efectos serán a más largo plazo. En lo inmediato necesitamos impulsar los miles de proyectos de inversión pública atracados, principalmente en las regiones. Por eso hemos propuesto la creación del Ministerio de Apoyo a las Regiones (MAR), que se dedicaría a descentralizar las decisiones de inversión, a la vez que fortalecería los controles de Pro Inversión en lugar del fallido SNIP, con representación de Pro Inversión en todas las regiones del Perú.
Otro tema inmediato es reducir nuestros costos internos: se puede empezar con el precio de los combustibles que en la actualidad no refleja la caída que ha ocurrido en el mundo. El primer día de gobierno presentaremos al Congreso un programa de reducción de trabas y permisos innecesarios que en la actualidad están frenando inversiones privadas y públicas importantes.
Para el largo plazo tenemos que desarrollar áreas promotoras de diversificación: el turismo receptivo que podría duplicar sus ingresos y el número de trabajadores en el próximo quinquenio, pero requiere infraestructura; en vivienda los esfuerzos que se iniciaron hace quince años han perdido dinamismo y se deben revivir: todavía hay un déficit inmenso de vivienda saludable y respetable. Otra área promisoria es el desarrollo forestal, en el cual tenemos un inmenso potencial aún no tocado. Y finalmente, necesitamos promover la inversión industrial a través de áreas de ensamblaje y producción con impuestos bajos, tal como se hizo en China con gran éxito hace treinta años.
Necesitamos una economía en la cual la mayoría de trabajadores esté incorporado al sistema formal con beneficios básicos. Hoy aproximadamente 60% de los trabajadores están fuera del sistema formal. Los formales son más productivos que los informales y tienen ingresos tres veces mayores. El predominio de la informalidad por consiguiente disminuye enormemente nuestro mercado interno, reduce el potencial de los servicios financieros (banca, seguros y fondos) y del consumo. La gran mayoría de empresas en el Perú son pequeñas e informales o semiformales. La única manera de ayudarlas es facilitándoles el acceso al sistema formal de crédito, evitando así los préstamos usureros y reduciendo impuestos y trabas. Mucho se ha criticado nuestra propuesta: reducción del IGV, impuesto bajo y fácil para las empresas que se formalizan y contratan nuevos trabajadores, e impuestos a la renta más bajos para las empresas que reinvierten sus utilidades. Se dice que es fiscalmente irresponsable, pero la historia de las economías exitosas del mundo nos muestra que solo los países razonablemente formales alcanzan la modernidad. Los impuestos más bajos pero bien administrados generan más recursos tributarios que impuestos con tasas altas que generan un incentivo a la evasión.
Debemos reconocer decididamente que tenemos una ventaja comparativa a nivel mundial en minería. En el cobre, por ejemplo, somos uno de los productores mundiales de menor costo, pero lamentablemente el porcentaje de cobre industrial en nuestras exportaciones ha bajado mientras que la mayor parte de lo que se exporta hoy es en forma de “concentrados”, que son una mezcla de tierra con mineral. Una prioridad debe ser aumentar la exportación de productos industrializados, para lo cual se requiere un acuerdo con el principal importador, que es China y en particular sus grandes empresas estatales.
Cuarto, la inversión social es una gran prioridad en un Perú desigual. Un ejemplo: diez millones de peruanos no tienen agua potable en su casa y tampoco tienen alcantarillado. El agua sucia genera graves problemas de salud como mortalidad y desnutrición infantil, y también contaminación en nuestros ríos, lagos y el océano. Un programa de inversión en agua potable y en vivienda generaría no solo una inmensa actividad industrial y tecnológica, también millones de trabajos en los próximos diez años. El potencial está ahí: las más de 50 empresas públicas de saneamiento pierden la mitad del agua que procesan. Solo con rebajar esta pérdida a la mitad ya estaríamos creando las bases para financiar un inmenso programa de inversión en saneamiento. Calculo que costaría alrededor de US$15 mil millones en el próximo decenio, y podría aumentar nuestro crecimiento potencial en 2% anual durante la construcción.
El Perú tiene todavía una población joven, con participación creciente de las mujeres en la fuerza laboral. Esto nos permite ver un futuro con fuerte crecimiento económico. Pero para llegar a él necesitamos reformas. Sin reformas no habrá un futuro claro. La reforma más importante es la de la educación: en todo el mundo hay un debate sobre la educación y su contenido, pero lo que está claro es que la educación es un proceso en cambio constante. La verdadera educación es la capacidad de adaptación: en un mundo cambiante y de rápida evolución, no prosperaremos si no sabemos adaptarnos con educación y tecnología.
El Comercio ha invitado a los cuatro candidatos que encabezan las encuestas para que puedan turnarse este espacio dominical como una tribuna de sus campañas. Confiamos en que la columna sirva para dar a conocer mejor sus puntos de vista, enriquecer el debate y contribuir a que nuestros lectores puedan tomar la decisión más informada posible el próximo 10 de abril.