Ayer se presentó nuevamente en el Congreso el proyecto de ley de la unión civil. El contexto que le toca enfrentar al texto de Carlos Bruce y Alberto de Belaunde es, cuando menos, adverso: su bancada tiene apenas 17 congresistas y Fuerza Popular no es precisamente “popular” por ser un partido progresista.
Hay dos estrategias posibles en este escenario: pelear o negociar.Pelear implica presentar el proyecto sin modificaciones con respecto al 2015 y debatir, en una discusión de sordos, para tratar de que este supere la valla de la Comisión de Justicia y Derechos Humanos. En esta estrategia, el objetivo no es el fin: la aprobación de la unión civil, sino el camino: debatir el proyecto en el pleno para ganar visibilidad. Bajo esta lógica, cuanta más exposición tenga la iniciativa, mayor respaldo irá recogiendo de la opinión pública, hasta, eventualmente, lograr un apoyo mayoritario. El fin es, entonces, cultivar respaldo para tener un argumento sólido frente a congresistas oportunistas, que no están dispuestos a asumir el costo político de apoyar la unión civil, mientras esta sea rechazada por la mayoría de la población.
Hay una buena y una mala noticia para los promotores de la unión civil si deciden escoger esta estrategia. La mala es que, en el pasado, los debates respecto al proyecto de ley han hecho poco por mejorar la percepción de la ciudadanía sobre esta iniciativa. En octubre del 2013, cuando el proyecto se presentó por primera vez en el Congreso, el 31% de la población urbana del Perú lo apoyaba. Seis meses después, durante la primera marcha por la igualdad, este porcentaje había subido ligeramente a 33%. En mayo de este año, luego de la tercera edición de la marcha, la aprobación bajó a 32% y en setiembre, la última vez que Ipsos midió el tema, era de 34%. Es decir, no ha habido cambios significativos en la aprobación en los últimos tres años, solo una ligera tendencia al alza.
La buena noticia es que sí hay diferencias significativas según la edad de los entrevistados. En la encuesta de Ipsos de setiembre de este año, las personas de 40 a 70 años aprobaban apenas en 27% la unión civil; entre las de 25 a 39 años, la aprobación era de 34%; mientras entre los más jóvenes, de 18 a 24 años, llegaba a 49% (una aprobación 22 puntos superior al primer grupo). Siguiendo la progresión, se puede inferir que las nuevas generaciones serán aun más proclives a apoyar la igualdad de derechos para las personas homosexuales. En quince años, cuando la mayoría de la población esté compuesta por el grupo que hoy apoya en 49% el proyecto de ley y un nuevo grupo de jóvenes, más progresista que el actual, la unión civil tendrá la rentabilidad política necesaria para convencer a congresistas indecisos.
Si no se quiere esperar quince años, existe otro camino: negociar. Ello significa hacer concesiones sobre temas irrenunciables, como el reconocimiento del estatus de familia a las parejas homosexuales. Este punto fue uno de los más controversiales durante las discusiones del 2015. Si el texto del proyecto de ley tuviese cambios a ese nivel, tal vez podría tener una oportunidad de recibir apoyo en el pleno. ¿En qué se diferenciaría entonces la unión civil de los proyectos de Martha Chávez? En que seguiría siendo exclusivo para parejas homosexuales y en que sería impulsado por congresistas representantes de la comunidad LGTB.
Hacer un cambio de esta naturaleza sería una gran concesión en el papel, pero en lo social tendría un impacto limitado. Es poco probable que la opinión pública vaya a distinguir la diferencia entre un proyecto de ley u otro, así como no distingue los conceptos de unión civil y matrimonio homosexual. Cuando en julio del 2015 Ipsos preguntó por la aprobación hacia este último, a propósito de su aprobación en Estados Unidos, esta resultó ser de 30%, estadísticamente similar a la que tenía la unión civil en ese momento (32%).
Entre negociar y pelear, yo elegiría negociar para seguir peleando: aprobar una ley con concesiones, que permita dar mayor visibilidad a las parejas homosexuales en la sociedad, y renegociar los términos en el próximo período parlamentario.
En cualquier caso, esperando quince años para aprobarla con todas sus letras en el Congreso, o haciendo concesiones para aprobarla antes, la unión civil parece ser una realidad ineludible, la cuestión es qué camino se elige para llegar a ella.