Hay una cosa peor que tener cáncer, y esa es tener cáncer y ser pobre.
Pero en el Perú hay una cosa todavía peor que tener cáncer y ser pobre: tener cáncer, ser pobre y vivir fuera de Lima.
Llegué a esta conclusión hace unos meses cuando conocí a Isabel Therese, una señora menuda, de anteojos grandes y gestos optimistas, que me contó un drama que ha escapado de mi horizonte porque soy un afortunado que no ha sido tocado por el cáncer de manera directa. Isabel me explicó, rodeada de un grupo de personas que la apoyan en una gesta que pronto explicaré, de qué manera el Instituto de Enfermedades Neoplásicas (INEN) de nuestra capital es un centro de peregrinación necesario para pacientes que viven en zonas alejadas del país, a pesar de los esfuerzos que hoy se realizan para romper la centralización en temas de salud. De pronto, Isabel me relató el horror que se esconde detrás del horror: con el pecho encogido me describió lo que sintió al ver a decenas de pacientes buscar un refugio para dormir en los parques cercanos al hospital, como si la incertidumbre, los dolores y los trajines del tratamiento oncológico no fueran suficiente carga y tuvieran, además, que padecerlos a noche abierta, con la humedad carcomiendo sus gargantas y huesos.
Al ser testigo de tamaña infamia, Isabel Therese no hizo lo que yo habría hecho.
En vez de donar dinero a alguna asociación especializada o de esperar a que alguna colecta masiva le aliviara la conciencia, se organizó con gente tan buena como ella y emprendió la tarea de darle un albergue decente y gratuito a la mayor cantidad de pacientes que pudiera hospedar.
El esfuerzo dio sus frutos, aunque todavía quede mucho campo por arar: su albergue en Surquillo –llamado hasta hace poco Aldimi– tiene la capacidad de ofrecer camas, ropa limpia, alimentación, aseo y, sobre todo, contención amorosa, a cincuenta pacientes de cáncer y al familiar que les haga compañía.
Pero usted y yo sabemos que en un país como el nuestro eso no es suficiente.
Isabel y sus voluntarios se han propuesto dar un salto ambicioso y construir más albergues que a partir de ahora se llamarán Casamor.
Este domingo 22 Casamor ofrecerá una excusa muy peculiar y noble para divertirse en familia junto al mar de Magdalena: el Concierto en Piyamas. Desde las 3 de la tarde hasta las 10 de la noche se presentarán artistas de gran nivel, como Eva Ayllón, Bareto, Maricarmen, Raúl Romero, Pelo Madueño, entre otros, todos en pijama. Quienes asistan –en pijama o como sea– también podrán disfrutar de camiones de comida, entretenerse con peleas de almohadas, entrar al sorteo de un auto y todo lo necesario para que amigos y familias pasen un domingo diferente sabiendo que están ayudando a una causa valiosa.
La entrada a la zona Colchón está a 31 soles en Teleticket, y la zona Camarote está a 305.
Y con estos datos termina el artículo más promocional que de seguro escribiré en mi vida.
Es lo menos que merecen los niños y adultos que sufren de cáncer y que –maldita sea– ahora mismo, mientras escribo esto, duermen a la intemperie.