Empecemos por decir lo más importante: quienes se han convertido en emprendedores, en empresarios –sean formales o informales– no dejan su condición de ciudadanos. No se convierten tampoco en ciudadanos de segundo nivel, es decir, en personas con menos derechos y obligaciones.
Quienes nacemos y vivimos en un país somos igualmente ciudadanos, sin ninguna distinción. No nos dejemos arrinconar por quienes nos critican, sean políticos, líderes de opinión o periodistas.
Los empresarios tenemos todo el derecho de participar en política. Los abogados, por ejemplo, no dejan sus empleos para hacer política. Los dirigentes de gremios sindicales, o sociólogos, por mencionar algunos casos, tampoco tienen que dejar sus trabajos para poder participar con sus opiniones en el debate público, ser miembros de un partido o apoyar una candidatura. (Otra cosa sería, claro está, si estuviésemos hablando de funcionarios públicos, quienes sí deben dejar, en líneas generales, el ejercicio de su profesión mientras estén en el cargo).
Que algunos no quieran aceptar este derecho de los empresarios, o no les guste, es otra cosa. Pero que tenemos el derecho, lo tenemos.
¿Quién más ciudadano que cualquier emprendedor de Villa El Salvador, de Tumbes, o de Tacna? ¿Quién más comprometido con su país que aquel que apuesta todo lo que tiene para generar valor, para generar empleo, sostener a su familia y a muchas otras? ¿O acaso no tiene derecho a opinar quien, cuando llega el sábado, se mete la mano al bolsillo y paga una planilla?
En el Perú hay millones de estos ciudadanos. Repito: habrá algunos que nos querrán decir que no debemos participar en política, pero sus opiniones no deben inhibirnos o intimidarnos. Es más, creo que participar en ella debería ser un compromiso de los empresarios y profesionales en general.
¿Acaso el dueño de un medio escrito de izquierda no tiene derecho de defender su ideología? Por supuesto que sí. Para ello puede valerse, por ejemplo, de sus editoriales. Desde allí, podrá defender sus valores y hacer llegar a sus lectores su punto de vista sobre diferentes asuntos de la política y realidad peruana. Un caso muy visible sucedió en las elecciones del 2016 en Estados Unidos, cuando el “New York Times” apostó por la candidatura de Hillary Clinton. Con ese mismo derecho, empresarios de otras industrias pueden usar los recursos a su alcance para defender de forma transparente los valores, la ideología y el modelo en el que ellos creen.
Cualquier empresario tiene la capacidad de buscar tener eco en la política. Esta capacidad no le puede ser recortada por el solo hecho de tener una empresa. Lo fundamental, repito, es que esto se haga con transparencia.
También considero que es importante, por otro lado, que, cuando lo estimen apropiado, los empresarios se animen a ocupar cargos públicos. ¿Por qué no darle al país unos años de sus conocimientos, de sus capacidades, de su tiempo? Es una manera de devolver lo que el Perú nos da.
Personalmente tuve la experiencia de entrar en la política por cinco años, como ministro de Turismo (en el 2009) y parlamentario de la República (entre el 2006 y el 2011). Fue una lección de vida, una maestría en tolerancia y en la búsqueda de consensos. Aprendí a escuchar a quienes no pensaban como yo, teniendo ellos el derecho de ser escuchados. Esto me valió las críticas de otros colegas congresistas, quienes se quejaban de mi tolerancia.
Bien hace el empresariado en defender sus valores, sus ideales y su modelo económico. Ojalá en Venezuela le hubieran hecho frente a Hugo Chávez desde el principio. Otra hubiera sido la historia.