Mamá, no quiero ser sibarita
Luis De Stefano Beltrán / Profesor e investigador de la Universidad Peruana Cayetano Heredia
Una gran coalición de sibaritas eticosos, exportadores orgánicos, chefs, dueños de los mejores restaurantes, políticos desinformados y una legión de ‘talking-heads’, calabacitas mediáticas sin ninguna formación científica, tuvo su gran día cuando una promesa de candidato se hacía realidad y el presidente, aún en olor a multitud, promulgaba la Ley de Moratoria de Transgénicos en diciembre del 2011. Ley que en la práctica ha ahuyentado la innovación en el campo con la amenaza de castigar hasta con 10.000 UIT al agricultor que se atreva a ejercer su libertad ancestral de sembrar lo que vea más conveniente para él y sus potenciales clientes.
Por milenios, los agricultores del mundo tuvieron la libertad de escoger qué y cuándo sembrar en la búsqueda permanente de mejorar la rentabilidad de su campo y el bienestar de su familia. Nunca más. Una horda de ONG ambientalistas, mayormente del hemisferio norte, pretende ahora convertirse en la policía de alimentos del planeta. Los primeros objetivos de este activismo tecnofóbico global han sido los cultivos transgénicos sin mencionar la ciencia y el sentido común, víctimas inocentes desde el primer día.
La excusa para semejante legicidio fue que los organismos genéticamente modificados (OGM) “podrían” dañar nuestra biodiversidad. No importaron los numerosos reportes científicos que señalan que los OGM no han causado, en ningún lugar del mundo, daño a la biodiversidad ni a la salud humana. En realidad, los OGM son los cultivos más regulados de la historia. Aprobar un cultivo transgénico puede tomar varios años y miles de pruebas de laboratorio y campo.
Por el contrario, los beneficios económicos de los OGM han sido simplemente espectaculares. De 1996 al 2012, los OGM pusieron más de US$58 mil millones extra en los bolsillos de los agricultores de los países en desarrollo y colocaron en el mercado 123 y 230 millones de TM extras de soya y maíz, respectivamente. Los beneficios ambientales no han sido menos espectaculares, pues en ese período se dejaron de aplicar 503 millones de kilos de pesticidas y se contribuyó a una reducción significativa en la emisión de los gases de invernadero. Solo en el 2012 esta correspondió a sacar de circulación a casi 12 millones de autos por todo un año.
Las consecuencias de la moratoria para los agricultores peruanos han sido devastadoras. Hace algunas semanas, el Ministerio de Agricultura y Riego (Minagri), anunció un plan de reconversión productiva para los algodoneros, en la práctica, una capitulación de guerra ante su incapacidad de competir con el algodón importado más barato.
Recientemente, el presidente de la Comisión de Ciencia, Innovación y Tecnología del Congreso, Eduardo Cabrera, anunció que presentará un proyecto de ley para eliminar la Ley de Moratoria. Un intento de rectificación que saludamos. Esperemos que en esta oportunidad se dé voz a los expertos, como lo reclamó en su momento un presidente “pato rengo”, quien en las postrimerías de su período intentó hacer lo sensato para solo verse pateado en la canilla por un chef sin ninguna preparación científica. Proponemos renovar el debate con la formación de una comisión nacional de expertos que emita una posición que sirva de insumo al que tendrá lugar en el Congreso. Nuestro futuro está en juego.
Ciencia con sabor a Perú
Manuel Pulgar-Vidal / Ministro del Ambiente
Cada año, Mistura –fiesta de la gastronomía peruana– se convierte también en una celebración de la agrobiodiversidad, aquella que sustenta precisamente nuestra extraordinaria oferta culinaria. Esta riqueza natural y cultural es puesta en valor a través de los productos, los productores agrarios y la comida. Ello no solo representa una gran oportunidad para el desarrollo del país, sino que también implica un reto y una gran responsabilidad. Por ello, el Estado Peruano tomó, en el 2011, la decisión de establecer una moratoria de diez años para el ingreso de transgénicos para proteger nuestro valioso patrimonio genético mientras fortalecíamos nuestras capacidades en bioseguridad y creábamos el marco adecuado para el uso responsable de la biotecnología moderna sin riesgo para la riqueza natural.
Sin embargo, recientemente un congresista anunció que promoverá un proyecto de ley para derogar la moratoria, descalificando así su importancia. Esta propuesta no solo preocupa sino que nos obliga a rechazarla categóricamente. El Perú tiene mucho que perder y poco que ganar en las actuales circunstancias con la introducción de OVM o transgénicos. Existen razones sólidas que lo prueban aunque existan voces que con poco fundamento y mucha y gratuita agresividad no lo quieran comprender.
Por un lado, la diversidad biológica, y en especial la agrobiodiversidad, se sustentan en prácticas de domesticación y adaptación desarrolladas desde hace miles de años y que siguen, felizmente, constituyendo la forma y cultura como el productor actual se adapta a los nuevos retos, en la selección, mantenimiento e intercambio de semillas, en la siembra y cosecha, en el uso de métodos y tecnología apropiada para enfrentar las variables de suelo, clima, agua, entre otras. Además, nuestra geografía obliga a desarrollar prácticas agrícolas que no se condicen con monocultivos, que requieren grandes extensiones de tierra para competir en el mercado. Frente a ello, nuestras condiciones de competencia encuentran mayor coincidencia con la creciente demanda de productos orgánicos. Para competir en ese mercado, requerimos investigar nuestra biodiversidad, como lo vienen haciendo distintas entidades del Estado.
Por otro lado, los argumentos sobre el incremento que la moratoria generaría en el precio o escasez de especies como el maíz amarillo no son sólidos y han sido refutados por estudios económicos de instituciones de prestigio como Grade. Finalmente, el Perú está entre los cuatro países más biodiversos, y es centro de origen y de diversificación genética de especies de alta relevancia como la papa y el maíz.
Es nuestra responsabilidad preservar esta riqueza natural y ponerla en valor, generando desarrollo inclusivo para los dos millones de campesinos, que la transmitieron hasta hoy, y que hacen posible poner en nuestras mesas alimentos nutritivos y exquisitos. Ferias como Mistura son una forma de promover este desarrollo, pero tenemos que buscar muchas más, y en ello están comprometidos el Ministerio del Ambiente y el Estado.
La moratoria de transgénicos es una decisión correcta que permite un debate serio. Ello es clave para que, a su vencimiento, se tome una decisión informada que involucre a científicos que, saliendo del laboratorio, supieron alimentarse de cultura, realidad y diversidad. Solo así se podrá conocer y mantener las características que nos hacen una nación grande, rica e intercultural.
A FAVOR Luis De Stefano Beltrán / Profesor e investigador de la Universidad Peruana Cayetano Heredia Mamá, no quiero ser sibarita
EN CONTRA Manuel Pulgar-Vidal / Ministro del Ambiente Ciencia con sabor a Perú
A FAVOR Luis De Stefano Beltrán / Profesor e investigador de la Universidad Peruana Mamá, no quiero ser sibarita
EN CONTRA Manuel Pulgar-Vidal / Ministro del Ambiente Ciencia con sabor a Perú