Usted se preguntará qué tiene que ver un narcotraficante con la credibilidad de la prensa. Veamos. En el 2005, Fernando Zevallos, ‘Lunarejo’, recibió su primera condena: 20 años por narcotráfico. Hace unos días recibió una nueva sentencia, esta vez de 27 años por lavado de activos. Adecuado final de una muy trabajosa investigación periodística que tomó más de 15 años. Estuvo a cargo del periodista Miguel Ramírez de El Comercio.Entre ambas sentencias hubo una gran diferencia. Esta segunda sí fue aceptada unánimemente por la ciudadanía. No sucedió lo mismo en el 2005. A pesar de más de 15 años de continua investigación y denuncias, casi un 40% de ciudadanos creyó (según una encuesta interna de Apoyo en la época) en la retorcida campaña publicitaria financiada por ‘Lunarejo’: que la denuncia de El Comercio no era más que una vulgar estrategia para sacar del mercado a Aerocontinente –línea aérea de Zevallos– y beneficiar a un accionista vinculado a LAN Perú. Fui director de El Comercio durante los momentos críticos de la contienda y fue decepcionante comprobar con qué facilidad la gente caía en las patrañas de ‘Lunarejo’. Había contratado publicidad en otros periódicos y noticiarios de TV en los que se leían los avisos como editoriales.
Me rebanaba los sesos pensando cómo convencer a ese 40% de lo tonto que sería para el director de un diario de referencia como El Comercio alejarse, no solo de sus lectores de siempre, sino ser capaz de traicionar los intereses de los más de cien accionistas (también parientes) para beneficiar a solo uno. ¿Acaso los demás accionistas no protestarían y con toda razón? No aceptaba que hubiese gente que pensase que un director era capaz de arriesgar la credibilidad del Diario para beneficiar a un accionista. Poner así en juego, no solo su honroso cargo, sino el patrimonio más valioso de la empresa (¿o es que alguien compraría un diario en el que no cree?). Hoy, los jueces han dejado claro que Zevallos mentía. Así como les acabaron mintiendo a sus audiencias los canales de TV, radios y periódicos que publicaron los avisos de Aerocontinente (pagados con dinero del narcotráfico). Comprendí en carne propia una de las paradojas de la prensa: la gente tiende a creer con más entusiasmo en las cosas negativas que en las positivas. Eso se demuestra hoy con el impacto –felizmente cada vez menor− de los troles. Con qué facilidad creemos en las maldades y con qué esfuerzo creemos en las bondades. Después de todo, hay mucho menos riesgo en criticar que en alabar. Si alabamos, nos comprometemos; si criticamos, la mayoría de personas nos lo celebra. ¿Será que es más elegante? ¿Más audaz? ¿Que nos hace sentirnos más poderosos y valientes? Y todo esto lo aprovechó ‘Lunarejo’. Hoy, las redes sociales y otros servicios en línea son considerados la expresión moderna del periodismo, pero llevan a muchas confusiones en torno a la credibilidad de los medios: La primera: ¿Las redes son periodismo? Sin duda no. El periodismo exige cumplir con una compleja autorregulación sustentada en una doctrina sólidamente respaldada en documentos internacionales y libros de estilo de los medios. Quien cumple con esto resulta, casi siempre, triunfando en su mercado, pues se garantiza que el medio goza de credibilidad. Las redes sociales no cumplen con este requisito periodístico básico. Cuidado, entonces, con achacarle la culpa de las ‘fake news’ (mentiras) a toda la prensa cuando uno encuentra cualquier barrabasada en las redes sociales. Hay que saber diferenciar.
Segundo: El que algunas redes difundan noticias no las hace tampoco medios periodísticos pues rara vez ellas producen la información. A estas redes se las suele llamar “acopiadoras” o “agregadoras”, ya que, por lo general, distribuyen informaciones producidas por otras fuentes, incluso, por cualquier persona. De ahí tantas ‘fake news’ dando vuelta por las redes. Tercero: Según el Reuters Institute de Oxford: “La Internet y redes sociales pueden haber exacerbado baja credibilidad y ‘fake news’, pero encontramos que en muchos países los impulsores de la falta de credibilidad tienen mucho que ver con una profunda polarización política y percepción de sesgos en los medios tradicionales”. Y claro, si esto pasa en el mundo (especialmente en EE.UU.), cómo será en el Perú donde vivimos polarizados desde hace décadas. Y tiene sentido, si la mitad se siente agredida y rechaza lo dicho, lo más fácil le será pensar que el medio miente. Igual a lo que les pasó con ‘Lunarejo’ a quienes pensaron que El Comercio mentía. Cuarto: Debido a las ‘fake news’ y otros vicios poco periodísticos, las redes se han visto afectadas por una grave pérdida de la credibilidad. El problema está en que muchas personas poco apercibidas colocan a todos los medios –incluyendo a los editados periodísticamente− en el mismo saco. Así, los diarios tradicionales y sus plataformas en línea se ven involucrados injustamente dentro de esta pérdida de credibilidad. Debemos, pues, empezar a diferenciar entre redes y medios producidos periodísticamente. Se verá, entonces, que la industria periodística no la tiene fácil. Claro, también se cometieron errores, como por ejemplo hacer muy poco frente a lo que sucedía en el mercado. Sin embargo, también hay virtudes: las campañas de moralización le hacen preguntarse al ciudadano: ¿Qué habría pasado si no contase con medios independientes que se fajen por sus intereses? La industria debió enfrentar varias falacias. La de que los diarios impresos van irremediablemente a sucumbir está superada. Hace como diez años incluso se dieron plazos: diez años. Como se verá, hay diarios para rato. Pero la falacia afectó la credibilidad de los medios. Felizmente la situación va mejorando. Luego del ‘shock’ de Internet y el arrebato de modernidad a todo lo digital, la gente empieza a darse cuenta de que los periódicos, ya sean impresos o digitales (incluyendo a todos los independientes periodísticamente editados), suelen ser más creíbles, profundos y plurales. Si algo trascendental sucede en el país sobre lo que tengamos que tomar una posición como ciudadanos, mejor leerlo en un periódico. El reto de la prensa está presente y debe ser enfrentado de la mano con el ciudadano. Después de todo, la prensa está aquí para servirlo.