Ante la renuncia impostergable del primer ministro René Cornejo, el martes último, el presidente Ollanta Humala juró al sexto Gabinete encabezado por la congresista Ana Jara Velásquez. A mi juicio, un cambio urgente y necesario.
Jara Velásquez, uno de los mejores cuadros del Partido Nacionalista, tiene una buena imagen, un buen manejo político y mantiene buenas relaciones con sus pares congresistas (oficialistas y otros, de la oposición), lo que le permitirá cumplir un excelente rol como vocera del gobierno, que, en nuestro concepto, es parte de las funciones del primer ministro. Sin embargo, tengo serias dudas en que posea la preparación y la capacidad suficientes para manejar una gran organización como la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM), donde no solo tiene que dirigir el Gabinete sino también todos los organismos descentralizados del Estado, que por su cantidad y complejidad merecen una atención especial y una adecuada dirección.
Es conveniente mencionar que durante los últimos gobiernos, varios presidentes de la PCM se desempeñaban, principalmente, como voceros dedicándole poco tiempo a dirigir, coordinar y controlar los organismos que dependían de su despacho desconociendo que su apoyo decidido, en estos casos, es fundamental para dichas instituciones y el desarrollo del país.
El primer ministro es una pieza clave en el manejo del Estado y sus organismos, de él dependen Devida, descentralización y regionalización, Indeci, Cenepred, Indecopi, Osinfor, INEI, IRTP, Sierra Exportadora, la DINI, los bomberos, entre otros, los mismos que deben tener entre sí, una estrecha coordinación de sus actividades para coadyuvar al mejor gobierno del país.
El presidente de la República necesita un primer ministro que sea su soporte en la conducción del Estado, que le alivie la tarea de dirigir, controlar y supervisar todos los organismos estatales para que se pueda dedicar a dirigir el país con una visión de futuro, estrechar las relaciones internacionales, lograr la unidad de todos los peruanos, sin excepción, proteger la integridad territorial, lograr el bienestar y seguridad de todos los hogares, dotar al país de una infraestructura de soporte adecuada (carreteras, puertos y aeropuertos) y dedicar sus máximos esfuerzos en las grandes tareas como la educación, salud, seguridad y trabajo.
Bajo tal temperamento, el primer ministro necesita contar con ministros que no sean secretarios, sino verdaderos gestores que puedan proponer y ejecutar soluciones en su sector y no ser solo simples teóricos que se ufanen de presentar frías cifras estadísticas y soluciones diseñadas en el campo académico internacional para otras realidades que no son las nuestras y no pueden aplicarse en el Perú.
El primer ministro es el conductor del Gabinete, por tanto debe contar con el apoyo y el respaldo decidido del presidente, evitándose cualquier intromisión venga de donde venga porque si algo tiene que defenderse a este nivel es la institucionalidad. A pesar de los trece años ininterrumpidos que tenemos de democracia, esta sigue siendo frágil, por lo que debemos preservarla a toda costa de cualquier tipo de ambición.
Normalmente no es fácil formar el Gabinete, hay muchos voluntarios pero pocos están decididos a aceptar el cargo. Los aleja la disposición existente de que estarán expuestos a investigaciones y denuncias judiciales antojadizas hasta diez años después de su renuncia, y el futuro maltrato y desagradecimiento de quien los convoca.En cuanto al Gabinete, soy de la idea de que se debió hacer una renovación total y conjuntamente con el mensaje a la nación del 28 de julio en el Congreso. Ello le hubiera permitido al Gobierno recuperar la confianza de todos los peruanos y que se pueda enfrentar de mejor manera la desaceleración que estamos viviendo y lo que venga en los dos últimos años de este Gobierno.