En tiempos como los actuales, signados por el desprestigio de buena parte de la clase política, debemos celebrar la aparición de las “Obras completas” de José Luis Bustamante y Rivero (Arequipa, 1894–Lima, 1989), quien fuera presidente de la República entre 1945 y 1948, y uno de los personajes más célebres y ejemplares del siglo XX en el Perú.
Además de connotado político, Bustamante fue un ilustre jurista, un notable diplomático, pero sobre todo un verdadero humanista, como se comprueba leyendo estos dos volúmenes editados por la Fundación Manuel J. Bustamante de la Fuente y el Patronato José Luis Bustamante y Rivero. Ellos reúnen los más importantes textos publicados por el expresidente. En cuanto a sus escritos políticos, podemos decir que el elemento central que los caracteriza es el del apego al Derecho. Por otro lado, los escritos jurídicos son abundantes y variados, y debemos destacar especialmente los referidos a los alcances del concepto de mar territorial y a la doctrina peruana de las 200 millas, por la cual es recordado especialmente.
Pero Bustamante y Rivero fue también un brillante ensayista, y en este punto quiero centrarme. Escribió notables ensayos en los que reflexionó sobre el Perú desde diversas perspectivas, y en los que mostró gran agudeza en los temas tratados, al igual que amenidad en la forma de presentarlos, gracias a su brillante pluma. Su amor por el Perú, y su profundo conocimiento de nuestro país, aparecen a cada paso. Así, en su ensayo “Una visión del Perú” (1940) afirma que tenemos tres “ciudades tipos”: el Cuzco es “la ciudad india”. Dice del Cuzco que “hay allí un pródigo vivero de autoctonía, de orgullo y de perseverancia”. Lima es la ciudad hispánica, y a sus gentes les atribuye “laxitud delicada, ligereza risueña, inteligencia fuerte, dinamismo confiado, ágil espíritu de modernidad”. Y Arequipa es la ciudad republicana. Afirma de su ciudad natal que “representa en el Perú el arranque generoso, el sentido crítico y la pureza de intención”. Destaca el papel preponderante de Arequipa en la política peruana desde las postrimerías del tiempo virreinal, y haciendo referencia específica al siglo XIX, afirma: “Así vive Arequipa durante todo un siglo su lírico vértigo de revoluciones; y así se hace rectora, gobierno tras gobierno, de la política nacional”.
Es necesario también poner de relieve la importancia que siempre dio José Luis Bustamante y Rivero al conocimiento de nuestro pasado y a la reflexión sobre la historia del Perú, lo cual se pone en evidencia en sus “Obras completas”. Junto con ello, fue un hombre entregado al servicio del Perú. En sus funciones políticas primó ese sentido de servicio. En realidad Bustamante y Rivero no buscó el poder. Más bien lo rechazó cuando le fue ofrecido en circunstancias que no consideró adecuadas, y cuando lo aceptó fue de acuerdo con ciertas condiciones muy específicas, al verlo como “un deber ciudadano ineludible”. Esto puede apreciarse en su “Manifiesto de Arequipa” de 1930 y en el “Memorándum de La Paz” de 1945. Fue el primero de ellos la fundamentación del movimiento que derrocó el régimen de Leguía, en defensa de la institucionalidad, la democracia y el bien común. El segundo consistió en la aceptación de la candidatura presidencial en nombre del Frente Democrático. En ese documento planteó una serie de condiciones, teniendo como objetivos “el reajuste democrático-constitucional, la depuración de los métodos políticos, la moralización administrativa, el avance en el camino de la justicia social, la preservación y consolidación de nuestra economía y el fortalecimiento de nuestra personalidad internacional”.
Muchos de los planteamientos que aparecen en estas “Obras completas” son de gran actualidad, y su lectura resulta oportuna en la coyuntura en que vivimos. A pesar de todos los problemas de su tiempo, Bustamante y Rivero mantuvo su ilusión en el desarrollo del Perú, a partir de su vocación de servicio y de su profundo conocimiento de nuestro país.