Esta semana se celebra en Lima la Cumbre de Empresarios del APEC y, entre los temas por tratar, figura la eliminación de las barreras que impiden a las empresas dirigidas por mujeres desarrollar todo su potencial. El Perú, país anfitrión, es un buen ejemplo de cómo puede promoverse un clima propicio para el emprendimiento femenino, pero también de los retos que afrontan este tipo de empresas.
El Perú tiene uno de los mejores entornos empresariales para las mujeres de América Latina y el Caribe, según el Índice de Entorno Empresarial para Emprendedoras elaborado por el Grupo BID y The Economist Intelligence Unit. Su estabilidad macroeconómica y la amplia oferta de financiamiento para microempresas, pequeñas y medianas empresas son algunos de los motivos por los que lidera la clasificación, superado solo por Chile. Además, es el único país de la región donde el emprendimiento en etapas tempranas es más alto en mujeres que en hombres.
Pese a esta comparativa regional, la banca peruana todavía podría aprovechar más el potencial de este segmento. La brecha entre pymes lideradas por hombres y mujeres en el Perú sigue siendo pronunciada. Ellas son dueñas de solo el 30% de este tipo de empresas. Las mujeres suelen tener más presencia en el ámbito de las microempresas y sus negocios se ubican en mayor medida en la informalidad. Esto hace que tengan más dificultades para construir historiales crediticios, acceder a productos bancarios y hacer crecer sus negocios. En total, el 60% de las microempresas de la región están dirigidas por mujeres, pero solo un 10% logra convertirse en líder de mercado y menos del 20% en pequeñas empresas.
Abordar estos desafíos tendría cuantiosos beneficios económicos y sociales. Los bancos accederían a un mercado solvente y rentable y, a su vez, se generarían mayores oportunidades para las mujeres, sus familias y la sociedad en general. En América Latina y el Caribe, la región con mayor porcentaje de emprendimiento femenino del mundo, las pymes lideradas por mujeres representan una oportunidad de mercado para la banca de más de US$86.000 millones al año. Se trata de un colectivo que aunque invierte un 50% menos de capital que sus pares masculinos, logra un 20% más de ingresos. Además, estas empresas tienen una probabilidad de impago un 54% menor que aquellas dirigidas por hombres. Son más leales a su banco y mejores voceras, comprando más productos financieros a la misma entidad y recomendando más ampliamente aquellos servicios con los que están satisfechas.
Los bancos se preguntarán: ¿Por dónde empezar? ¿Cómo aprovechar este potencial? Como muestran las experiencias de los miembros de la Alianza Global de Bancos para la Mujer, para penetrar con éxito en este segmento, los bancos deben reconocer e integrar las necesidades, actitudes y preferencias de las mujeres en sus modelos de negocio y propuestas de valor para el cliente. Las mujeres no solo buscan financiamiento. Valoran sentirse escuchadas y recibir asesoramiento de su banco, acceso a redes de contactos y capacitación.
En América Latina y el Caribe existen algunos bancos con programas concretos para este segmento. El Banco Nacional de Costa Rica fue el pionero, lanzando en el 2010 la iniciativa Banca Mujer. En Brasil tenemos el caso de Banco Itaú, que del 2013 al 2015 ha aumentado su cartera de pymes dirigidas por mujeres de un 22% a un 34%, llegando ya a más de un millón de estas empresas con su programa Mujer Emprendedora. En Chile, el Banco Estado lanzó en el 2015 el proyecto Crece Mujer Emprendedora que cuenta hasta la fecha con cerca de 140.000 participantes.
Aunque en el Perú ya existen bancos financiando a este tipo de empresas, la banca todavía no ha desarrollado programas específicos para ellas, adaptados a su flujo de ingresos, intereses y necesidades. El país tiene un sector financiero robusto y mucho talento femenino. ¿Qué están esperando para aprovechar esta gran oportunidad de negocio?