En el Perú, el Día del Niño se conmemora cada segundo domingo de abril, pero es el tercer domingo de agosto el día elegido por los comerciantes para promoverlo. Hace unas semanas mi hija me recordó la llegada de este día y muy entusiasta pedía un regalo. Este hecho me hizo pensar que, probablemente, hemos desnaturalizado esta fecha de gran trascendencia y que se originó luego de la Primera Guerra Mundial con la finalidad de recordar la necesidad de brindar protección especial a los infantes.
El artículo II del Código de Niños y Adolescentes señala que el niño debe recibir protección, pero ¿acaso ese artículo viene siendo aplicado? Según el Sistema de Registro del Certificado de Nacido Vivo del Ministerio de Salud, entre el 2015 y el primer trimestre del 2019 se han empadronado a más de 5 mil recién nacidos cuyas madres tenían menos de 14 años, incluyendo niñas menores de 10. Según el registro del Seguro Integral de Salud del 2017, en nuestro país, cada día, aproximadamente cinco niñas entre 9 y 13 años se convierten en madres. Según el informe global de Save the Children, “Las múltiples caras de la exclusión”, en América Latina y el Caribe no se logra reducir el embarazo en menores de edad, una realidad a la que el Perú no solo no es ajeno, sino que aporta con sus altos índices de embarazo a temprana edad. En el 2017, los Centros Emergencia Mujer registraron 6.030 casos de violencia sexual a niñas y adolescentes mujeres. ¿Dónde están los derechos de las niñas? ¿Qué protección les estamos brindando?
El artículo 4 del Código de Niños y Adolescentes reconoce el derecho a la integridad moral, física y psíquica del niño, el artículo 15 reconoce el derecho a la educación básica y establece que el Estado garantiza este derecho que debe ser entendido como el desarrollo de la personalidad, la capacidad mental y física del niño, el respeto a los derechos humanos, entre otros. Sin embargo, es evidente que no existe tal protección. Estos artículos terminan siendo letra muerta cuando vemos las cifras descritas. ¿De qué integridad podemos hablar cuando las niñas están siendo violadas, convirtiéndose en madres a los 9, 10, 11 años? ¿De qué derechos estamos hablando?
Las cifras son escalofriantes. El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos en su artículo 24 establece que todo niño tiene derecho a las medidas de protección que su condición de menor requiere y le impone tanto a la sociedad como al Estado la obligación de brindar esas medidas. El artículo 21 del Código de Niños y Adolescentes reconoce el derecho a la atención integral de salud, entendido como la ejecución de políticas que permitan al niño su desarrollo físico e intelectual en condiciones adecuadas. ¿Podemos creer acaso que estas niñas tendrán un desarrollo físico o intelectual adecuado? ¿No es acaso urgente la implementación de un plan de acción serio que reconozca esta situación y que le haga frente? Este es un problema de “agenda país” porque, según el Ministerio de Educación, 8 de cada 10 niñas y adolescentes embarazadas abandonan el colegio. Esta situación genera que cuando crezcan vean reducidas sus posibilidades de inserción en el mercado laboral, continuando así con el círculo de la pobreza. No olvidemos que no solo esa niña verá frustrado su futuro, sino que también el hijo de esa criatura probablemente no tendrá posibilidades de salir adelante o las verá seriamente reducidas.
Normas que reconocen los derechos de las niñas abundan, pero la pregunta entonces es: ¿qué es lo que estamos haciendo mal para que las normas terminen siendo letra muerta? Como sociedad también debemos cuestionarnos por qué una realidad como esta no nos mueve lo suficiente como para luchar por un cambio. ¿Acaso este no debería ser el primer punto en la agenda nacional? ¿Por qué no hay políticas públicas que pretendan erradicar esta terrible situación? Las mujeres hoy luchamos por igualdad de oportunidades. ¿A qué igualdad pueden aspirar esas niñas que se han convertido en madres a los 9 o 10 años? Hoy, cuando vayamos a dormir, pensemos que en ese momento una niña de 9, 10, 11 años, muy parecida a la que es o podría ser nuestra hija, se está convirtiendo en madre. Quizás, solo quizás, queramos hacer algo por cambiar esta espeluznante realidad.