Hace unos días una periodista de una cadena hispana de Estados Unidos me preguntaba qué más hacer para asegurar que las cosas cambien en Venezuela y si las declaraciones de los países u organismos tenían alguna utilidad. La respuesta fue clara y simple: no hay nada peor que el silencio. El silencio nos compromete, nos hace cómplices.Y ese ha sido el motivo de la invariable posición de firme defensa de la democracia en la región que ha liderado el presidente Pedro Pablo Kuczynski y que lo llevó a proponer, en agosto pasado, la constitución de un grupo de países –el Grupo de Lima– el cual respondió a la necesidad de unir esfuerzos para detener el desmantelamiento de las instituciones democráticas de Venezuela. Así, y luego de que el gobierno de Maduro decidiese la instalación de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) en reemplazo ilegal e ilegítimo de la representación parlamentaria elegida libremente por el pueblo venezolano, fue que una docena de cancilleres reunidos en Lima alza su voz por los miles de venezolanos que lamentablemente no podían hacerlo en libertad. El Grupo de Lima nace con la intención de contribuir a encontrar una solución pacífica y negociada a la grave crisis política y humanitaria que está sufriendo Venezuela. Por ello, es que se respaldó la decisión de dos de sus miembros, Chile y México, de acompañar el diálogo iniciado a fines del año pasado en Santo Domingo, República Dominicana, entre el gobierno de Nicolás Maduro y la oposición venezolana. El objetivo del diálogo era establecer condiciones básicas para celebrar elecciones presidenciales democráticas que permitiesen resolver la crisis política.Esa era la situación política en el momento en el cual el Gobierno Peruano invitó a los 35 jefes de Estado del continente a asistir a la VIII Cumbre de las Américas.
Sin embargo, el panorama cambió abruptamente cuando el 23 de enero pasado, mientras el Grupo de Lima estaba reunido en Santiago de Chile evaluando el desarrollo del diálogo entre el gobierno y la oposición de Venezuela, la ANC manifestó en Caracas que adelantaría las elecciones presidenciales. El anuncio evidenció la decisión del gobierno de Maduro de descarrilar el diálogo en curso para encontrar una salida democrática a la crisis venezolana. Recordemos que justamente la fecha de las elecciones era uno de los puntos materia de negociación. En Santiago, el Grupo de Lima rechazó el adelanto de las elecciones. Señaló que hace imposible realizar comicios democráticos, transparentes y creíbles, con la participación libre de todos los actores políticos y garantías mínimas. Declaró que bajo dichas condiciones sus resultados carecerán de legitimidad y credibilidad.Dos semanas después, el 7 de febrero, el órgano electoral venezolano, entidad subordinada al gobierno de Maduro, anunció que las elecciones adelantadas se llevarán a cabo el 22 de abril. Dicha acción motivó que el Gobierno del Perú convocara la reunión del Grupo de Lima sostenida el martes pasado en la sede de la cancillería.La convocatoria oficial a elecciones anticipadas en Venezuela, sin haber alcanzado un acuerdo con la oposición, rompió el compromiso del gobierno de Maduro de llevar a cabo comicios democráticos. Dejó en evidencia que ese gobierno está decidido a evitar una competencia electoral limpia y justa e impedir que los venezolanos expresen con total transparencia su libre voluntad en las urnas.
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El Grupo de Lima subrayó además que no puede haber elecciones libres y justas en Venezuela con presos políticos, líderes políticos inhabilitados arbitrariamente y la autoridad electoral bajo control gubernamental. Reiteró que sin la participación de todos los partidos políticos, observadores internacionales independientes y mínimas condiciones democráticas ese proceso electoral no tendrá legitimidad ni credibilidad.En vista de lo anterior, y en ejercicio de sus atribuciones como país anfitrión de la VIII Cumbre de las Américas, el Perú señaló a los miembros del Grupo de Lima que la presencia del presidente Maduro ya no será bienvenida en el encuentro de mandatarios de la región. El Grupo de Lima respaldó la iniciativa manifestando su respeto a la decisión adoptada por el Gobierno Peruano en defensa de la democracia en Venezuela.La decisión del Gobierno del Perú se basó, y así también lo consideró el Grupo de Lima, en la Declaración de la Cumbre de Quebec del 2001, la misma que señala que la alteración o ruptura inconstitucional del orden democrático de un Estado constituye un obstáculo insuperable para la participación de su gobierno en el proceso de cumbres americanas. Por tanto, la decisión del Perú no hace otra cosa más que respetar los compromisos internacionales suscritos y mostrarse a su vez firme en la defensa de los principios democráticos, posición que es acompañada, además, por otros 13 países de la región.
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Por otro lado, quería aprovechar este espacio para hacer notar que lo importante de la Cumbre de las Américas en Lima no está referido a quién asiste o deja de asistir a la misma. La Cumbre de Lima tiene como objetivo central encarar la nueva amenaza que está erosionando la gobernabilidad democrática en toda la región: la corrupción. La expansión de prácticas sistematizadas de corrupción está corroyendo la estabilidad de las instituciones democráticas y la confianza pública en ellas. Es una amenaza que atraviesa fronteras internacionales y está afectando a gobiernos centrales, regionales y locales en diferentes países del continente. Demanda por tanto una respuesta regional efectiva, concreta y concertada.El Perú ha venido trabajando, en estrecha coordinación con la Organización de Estados Americanos (OEA) y los países de la región, en los preparativos para la VIII Cumbre de las Américas. Nuestro objetivo es que el encuentro de jefes de Estado en Lima no se traduzca en textos meramente declarativos, sino en la adopción de acciones y medidas concretas para combatir con mayor eficacia la corrupción y la impunidad, a fin de defender la gobernabilidad democrática regional de la epidemia de corrupción.Es momento de que todos alcemos nuestra voz e implementemos acciones concretas en defensa de la democracia, la gobernabilidad y la lucha contra la corrupción. Eso es lo que la VIII Cumbre de las Américas anhela y, además, lo que nuestros pueblos demandan.