Los mercados laborales son regulados en todo el mundo. La regulación puede generar mercados laborales flexibles y mejores condiciones laborales o informalidad laboral, menor competitividad y menor crecimiento económico. En la mayoría de países existe el concepto de remuneración mínima (RM) y en todos ellos siempre se producen debates ideológicos.
En algunas experiencias se ha empleado la RM como parte de la política macroeconómica para aumentar la demanda agregada o para contener la inflación, al final con nulos resultados. Algunos piensan que la fijación de la RM es parte de la lucha contra el capital y puede servir para reducir la pobreza e incluso ayudar a mejorar la distribución del ingreso. Se cree que cuando sube la RM suben todos los salarios, que la dinámica de los ingresos laborales es guiada por la cola de la distribución. Otros en cambio piensan que simplemente se le debe eliminar, que no es útil para nada.
Se le ha dado un rol gigante cuando en realidad tiene un papel macroeconómico menor, aunque relevante para un pequeño segmento. Sin embargo, como no se eliminará la RM, debemos identificar su real función y diseñar un mecanismo de indexación que minimice los problemas que pueda generar una mala aplicación. Por su naturaleza, su nivel siempre debería estar en la cola de la distribución de los ingresos. Por ello es “mínimo”. Lo contrario sería condenar a grandes segmentos de la fuerza laboral a la informalidad.
El ingreso mensual promedio de los trabajadores informales urbanos es de 675 soles y 70% de ellos gana menos que el mínimo (750 soles). A su vez, el ingreso mensual promedio de los trabajadores formales está cerca de 1.600 soles y 75% de estos gana por debajo de ese promedio, aunque por encima del mínimo.
En el mundo informal de las manufacturas, los servicios y la construcción, la RM está por encima del 40% de los ingresos de esos trabajadores. Es decir, ya está peligrosamente cercana a la media (de la distribución de los ingresos). Ya no es un mínimo. En consecuencia, el aumento elevado de la RM puede potencialmente “informalizar” a trabajadores que están en la vecindad del mínimo, y aun cuando esto no ocurriese significativamente (dentro de ciertos rangos), aleja de la formalidad al resto de trabajadores.
Comencemos cambiándole de nombre. Eliminemos la palabra ‘vital’. No agrega nada e induce a error. Eso de ‘vital’ lleva a pensar que debe cubrir una “canasta” familiar. No tiene nada que ver. Las familias tienen varios perceptores de ingresos y diferente número de miembros. No se trata de dar una ley para eliminar la pobreza.
Establezcamos para qué queremos una RM. Una respuesta razonable es que los trabajadores de menores ingresos tienen menor poder de negociación para la fijación de sus salarios.
Diseñemos un mecanismo de indexación: índice de precios (IPC) y productividad laboral. La productividad a ser tomada en cuenta no es la de todos los trabajadores, sino la de los formales más pobres. Si se fija la RM según la productividad de toda la PEA, se pueden romper los equilibrios del mercado laboral. Tener en cuenta todo lo anterior sería abordar el tema de forma responsable.