En el año 1987 se produjo el descubrimiento de la llamada tumba del Señor de Sipán. El hecho fue de interés mundial y una gran noticia para los peruanos. El evento fue difundido por grandes revistas como “National Geographic”, “Newsweek”, “Geo”, “Muy Interesante” y otras, con un extraordinario impacto al punto que hoy el descubrimiento está entre los diez más importantes del siglo XX, al mismo nivel de Tutankamón, la tumba de Pacal, la tumba china y Machu Picchu.
El acontecimiento cambió radicalmente la arqueología peruana por tratarse de la primera tumba intacta de un gobernante del Perú antiguo descubierta científicamente. Sin duda, cuando se trata de la arqueología nacional, se puede hablar de un antes de Sipán y un después de Sipán.
Al cumplirse veintiocho años del descubrimiento de la tumba del Señor de Sipán, el diario El Comercio, el primer diario que dio noticia del suceso al mundo, me permite un breve comentario de este suceso y sus efectos, un difícil compromiso que me toca asumir en las siguientes líneas.
En abril de 1987, con escasos recursos y en medio de la crisis que vivía el país, luego de los difíciles y dramáticos momentos iniciales para salvar este monumento del saqueo y la destrucción, iniciamos un programa de rescate arqueológico. A fines de julio del mismo año estábamos listos para hacer el anuncio del hallazgo de un magnífico entierro de singular contenido e importante información histórica.
Terminado el registro arqueológico y la recuperación, debimos asumir las responsabilidades y retos siguientes: la conservación de los bienes culturales recuperados y prever su futura presentación en un museo propio. Desde aquel año debimos recorrer un largo camino con propuestas, largas gestiones y algunas dificultades o incomprensiones. Probablemente el impacto y difusión del descubrimiento actuaron a nuestro favor para superar las limitaciones y finalmente conseguir la construcción del museo que hoy alberga este tesoro nacional.
Es evidente que el descubrimiento de Sipán produjo un impacto y una repercusión que va desde lo académico hasta lo social y económico.
Tratándose de la primera tumba intacta de un gobernante del antiguo Perú excavada científicamente, la información recuperada cambió sustancialmente el conocimiento y la interpretación de la cultura Mochica. Los magníficos ornamentos, emblemas y atuendos excavados fueron claves para entender el contexto en el que vivió esta civilización, y para revisitar su desarrollo tecnológico y sus estructuras sociales, políticas y religiosas.
Como consecuencia inmediata se reactivó la expectativa vocacional por la especialidad de Arqueología en nuestras universidades. Los estudios de la cultura Moche cobraron un inusitado interés. Algunos años después, otros monumentos emblemáticos de esta época comenzaron a ser investigados bajo proyectos nacionales, sistemáticos y continuados.
Todos quienes estamos comprometidos en la investigación sentimos que en las últimas décadas ha comenzado a forjarse una verdadera arqueología nacional, diferente a las “expediciones por temporadas”. Las investigaciones asumen también la responsabilidad de la puesta en valor de los monumentos y el trabajo social con las comunidades aledañas.
La difusión de este hallazgo con la fascinación que ejerce una personificación que llamamos el Señor de Sipán fue tomando posesión del imaginario nacional y despertando interés por nuestra herencia cultural. A partir de 1987, la prensa y los noticieros comenzaron a preocuparse vivamente por difundir temas arqueológicos que antes no merecían mayor atención.
El saqueo inicial de Sipán y los escándalos de alcance mundial generados en torno al tráfico de bienes culturales generaron los primeros convenios internacionales con leyes de emergencia y acuerdos posteriores que han permitido importantes repatriaciones.Sipán, con su aureola de esplendor y misterio, ha sido expuesto en más de una decena de países y en importantes museos en Norteamérica, Alemania, Japón, Suiza, España, Colombia, entre otros. Esto permitió captar recursos para la construcción del Museo Tumbas Reales de Sipán y para promover al Perú como destino turístico.El impacto del descubrimiento del Señor de Sipán y la construcción del Museo Tumbas Reales debe medirse sobre todo en el fortalecimiento de la identidad regional y nacional. Sipán ha pasado a convertirse en un ícono de la región Lambayeque y en un referente de nuestro pasado.
El museo con su soberbia arquitectura diseñada por Celso Prado, inspirada en la tradición arquitectónica de los santuarios Mochicas, así como su museografía espectacular y didáctica, ha pasado a convertirse en un centro cultural para todo tipo de convenciones y en un lugar para el encuentro del pueblo de Lambayeque con su identidad y cultura. Como atractivo turístico capta un promedio de 160.000 visitantes por año, y durante los doce años de su funcionamiento hemos superado los dos millones.
Con el entusiasmo de todos los que trabajamos en esta institución, esperamos mayores recursos para nuestras futuras ampliaciones: una sala para exposiciones temporales, un pabellón para niños, un pabellón para las culturas del norte y un pabellón de paleontología.
Luego de veintiocho años aún podemos rememorar la tarde cuando apareció ante nuestros ojos la imagen miniaturista en oro del principal ornamento del Señor de Sipán, que representando su propia efigie nos brindó entonces el verdadero sentido de su trascendencia para las futuras generaciones.
Exclusivo para el diario El Comercio en el Perú.