Al alcalde de Arequipa, Alfredo Zegarra, le importa poco que el asentamiento humano de Yura no tenga agua, desagüe, pistas ni veredas. Él cree que es más importante que los niños aprendan cómo era la fauna hace millones de años. Y se mandó a construir un parque jurásico en el barrio, de 4 millones de soles, ante la impotencia de los vecinos.
Esa no es sino la punta del iceberg de “alcaldadas” que han sembrado obras inútiles a lo largo y ancho del país.
Ocurre porque el marco legal que norma a los gobiernos descentralizados, municipios y regiones le otorga un poder enorme al alcalde y al presidente regional sin los adecuados instrumentos de control.
El hecho de que la lista que gane la elección municipal tenga la mitad más uno en el concejo ha originado incontables arbitrariedades y, por supuesto, corrupción. Sumemos a ello la elaboración ‘a la carta’ del reglamento interno del concejo. El reglamento aprobado en la gestión de Castañeda, por ejemplo, hace casi imposible crear comisiones investigadoras.
Adicionalmente, la mayoría de miembros del concejo son los amigos del alcalde. Los regidores no representan a nadie. En otras ciudades son elegidos independientemente del alcalde y representan a sectores de la urbe. Acá no hay ninguna obligación vinculante entre los planes del gobierno y la gestión. Un alcalde puede ofrecer algo, por lo cual sale elegido, y hacer exactamente lo contrario. Y no pasa nada.
En otras ciudades el plan de gobierno se registra notarialmente y su incumplimiento puede ser causal de vacancia del alcalde.
En la campaña, por lo general, ningún candidato propone cómo financiar la solución a los problemas de la ciudad. Este tema es clave, pues los recursos municipales son totalmente insuficientes. Si no sabe cómo financiar las propuestas que hace suyas, no se debe tomar en serio a ese candidato.
La ciudad de Lima tiene una hoja de ruta que es su plan de desarrollo, actualmente en reelaboración. Con excepciones, cada alcalde lo interpreta y acomoda como le parece. Urbaniza los valles, cambia usos de suelo, regala suelo público a proyectos privados, vende alturas adicionales de edificación. Ese plan debe ser de cumplimiento obligatorio.
De otro lado, es imposible gobernar integralmente la ciudad, dividida en 43 distritos. Se necesitan propuestas de gestión que no teman chocar con los caudillos distritales y propongan instancias de integración ineludibles entre distritos, dándole una nueva gobernabilidad a la metrópoli.
Lima tiene ahora 12 candidatos a la alcaldía. Difícil que se puedan convocar 12 equipos profesionales de primer nivel para hacer propuestas serias a los graves problemas de Lima. ¿Cómo debe ser la ciudad soñada? Estaremos atentos a las respuestas en la campaña, pero desde ya, lo más probable es que no más de 3 o 4 candidatos consigan reunir un buen equipo de plan de gobierno a la altura de las demandas de la capital. Razón de más para que la sociedad civil sea la que le dé forma a la Lima que queremos.